viernes, 7 de julio de 2017

LA PAZ Y EL MOVIMIENTO DE LOS TRABAJADORES

Autor: Jaime González Dobles



LOGOS
EDICIONES ELECTRÓNICAS
2006


Este trabajo fue publicado en 1990 por el ICAES en Costa Rica.. Se cambia hombre por ente humano. 

Es texto fue dirigido a unos cursos para trabajadores. Se trata de acercarlos a las reflexiones de la Central Latinoamerica de Trabajadores. La paz se presenta como lo contrario a la violencia institucionalizada del desorden establecido. Como instancia comprometida con la justicia, la libertad y la democracia, el Movimiento de trabajadores busca una nueva sociedad acorde con las demandas de paz. Pero su conquista y realización, nacional y mundial, depende de una visión global del desarrollo. La lucha en pro de la paz es una meta humanizadora. Debe lograrse por la negociación, el diálogo y la solidaridad. Los medios básicos son la claridad ideológica y la adecuada organización.En una sociedad de participación popular, los afectados e interesados son los llamados a decidir. Todos los sectores sociales, económicos y culturales deben formar parte. Su aporte debe ser el instrumento esencial en la orientación de la actividad política y económica. 

PAZ  SINDICATO  DESARROLLO CLAT

ÍNDICE





La paz es un concepto fundamental ya que expresa las aspiraciones esenciales del ser humano.
Aparentemente, la paz se contrapone a la guerra. Pero, la situación no es tan sencilla. Aunque es evidente que, al haber guerra, no hay paz; ésta no consiste solamente en la ausencia de los conflictos bélicos. La paz verdadera no es el armisticio; es decir, no es la sola interrupción de las hostilidades militares.
En sentido pleno, la paz se contrapone a la violación de los derechos naturales, de los pueblos y seres humanos, a lograr su plena realización.
Lo contrario de la paz es la violencia institucionalizada, de la que la guerra y las armas son quizás sus manifestaciones más evidentes.
Pero, la violencia institucionalizada tiene diferentes causas, modalidades y expresiones.
Tan alejado de la paz está que los niños mueran de hambre, como que pierdan su vida bajo el peso de los proyectiles bélicos.
Ciertamente, la guerra es un atentado contra la paz, ya que viola el derecho fundamental a la vida, a la libertad y a la autodeterminación de los pueblos y personas.
Pero, las diversas violaciones del derecho de los pueblos a su conducción democrática por los caminos de la justicia y el desarrollo integral son la manifestación más profunda de la alteración del ideal de paz mundial.
De hecho, con frecuencia, la guerra y la violencia se nutren y sostienen con las deficiencias de la ley y otros errores sociales. Al final, no se sabe si los soldados son los principales responsables de la violencia política o simplemente se desempeñan como obedientes ejecutantes. 
Casi siempre los máximos responsables de la agónica vivencia de la paz en nuestros países se encubren  con declaraciones falseadas sobre valores humanos, como la eficiencia y progreso económicos.
Las armas y su empleo no son más que mecanismos e instrumentos por los que las violaciones al ideal de paz se expresan en momentos históricos.
Sostenida por  leyes injustas, malos gobiernos y el imperialismo internacional, la explotación de los seres humanos protege y promueve situaciones establecidas de injusticia. Por eso, es la razón principal del desorden mundial, que deteriora la paz y adoba futuras guerras y conflictos.
La explotación y la injusticia son causas más profundas, aunque menos evidentes; tan sólidas y determinantes de la violencia y la guerra como la existencia de los ejércitos.


La paz no es la condición natural de los seres humanos, sino el fruto de un esfuerzo consciente por establecer una convivencia social acorde con los más grandes ideales de la humanidad.
La paz no es nunca una dádiva, sino una meta humanizadora, que le arrebatamos a los instintos, con base en serias convicciones y actuaciones, morales y sociales.
Por eso, para convertirse en  una auténtica realidad, la paz se inicia siempre como un ideal de superación humana, que ilumina las conciencias y mueve las acciones.
El poder destructivo y alienante de los ejércitos se explica por la complicidad social de unos y la desidia de otros, que permiten a los militares ejercer su hegemonía avasalladora.
De hecho, la permanencia y consolidación de grandes ejércitos son la manifestación y consecuencia  de la violación, flagrante e institucionalizada, de los derechos de los ciudadanos y de la soberanía del pueblo.
Los privilegios adjuntos de los militares suelen ser las prebendas con las que los grupos de poder les pagan los servicios de mantenedores de la injusticia, la explotación, el estancamiento y la antidemocracia.
Su arbitrariedad e irrespeto de los atributos humanos de la población son fruto de la irresponsabilidad y cobardía que depositamos sobre sus espaldas, por nuestra complicidad o inoperancia.
Por eso, para instaurar la paz, no basta con controlar las fuerzas militares, denunciar sus arbitrariedades e impedir los conflictos armados, ya que el sol no se tapa con un dedo. El problema debe ser atacado en sus causas y no sólo en sus efectos.
La paz no es un regalo de los militares, ni fruto de la demagogia política, sino una conquista de los pueblos y de todos los entes humanos.
En su intención esencial, la paz debe ser perpetua. Pero, en la realidad concreta, su obtención y permanencia es una lucha constante, que se gana cada día en el esfuerzo generoso por realizar un mundo plenamente humanizado.
Como la nobleza y excelencia humanas, la paz no es un título que se cuelga en la pared de la sala, sino una conquista permanente sobre las tentaciones de inhumanidad y sobre las ambiciones desmedidas.
Pero, como realidad de convivencia social, la paz es obra de conjunto de todos los seres humanos y de todos los pueblos.
Cada uno tiene una tarea que cumplir. Nadie se puede quedar ausente, ya que al no alcanzar su meta particular, el desempeño pacífico mundial se resiente.


La paz no es una cosa que se tiene, sino una realidad social que se construye y conquista permanentemente. 
Todos los que violentan la convivencia social para obtener arbitrariamente sus intereses por la fuerza del poder, atentan contra la paz.
Los enemigos de la paz son muchos más de los que aparecen a primera vista.
La guerra, el terrorismo, las violaciones, el asesinato y las otras acciones directamente violentas, tratan de imponer una decisión o de doblegar resistencias por el uso de la fuerza.
Impedir su desarrollo es un deber moral y un compromiso político fundamentales, ya que su naturaleza es inhumana.
 Indudablemente, las armas están ligadas estructuralmente a la violencia y a la guerra. Por eso, la conquista de la paz incluye siempre un enfrentamiento al militarismo y a la acumulación de medios de muerte provocada.
Pero, el militarismo y la industria armamentista no son más que las manifestaciones más evidentes del desorden establecido.
El gran enemigo de la paz no es sólo la guerra; sino el desorden establecido, a nivel mundial, regional, nacional y local.
Algunas modalidades de  convivencia violenta, como las dictaduras o la violencia racial, presentan uso directo de armas.
Sin embargo, existen muchas otras conductas enemigas de la paz verdadera, que se visten de inocentes procedimientos desmilitarizados, como la mayoría de las manifestaciones de la injusticia social, los obstáculos al desarrollo y las trabas a la democracia. 
Todo lo que actúa en contra del  auténtico destino de la humanidad genera, directa o indirectamente, actitudes y conductas violentas. En su inicio, como manera forzada de mantener privilegios y, en forma derivada, como medida desesperada ante la miseria e inseguridad existencial.
La segregación racial, religiosa o sexual; la incomunicación y agresión cultural; la marginación y explotación sociales, políticas y económicas; aunque su violencia no es militar, sino institucional, social o cultural, encarnan en sus entrañas los gérmenes de la guerra.
Al no actuar por justificaciones, morales y racionales, acordes con el Bien Común; sino por ambición desmedida, espíritu de lucro u obsesión de poder, los seres humanos creamos las condiciones sociales que alimentan la guerra y debilitan la paz.


La solidaridad del Movimiento de los Trabajadores tiene un compromiso esencial con la adquisición de la paz, nacional, regional y mundial. 
Al respetar las divergencias religiosas, filosóficas, culturales y políticas de sus miembros, así como el derecho de los pueblos y personas a su autodeterminación, el Movimiento de los Trabajadores  no adopta una posición neutral con respecto a su futuro y destino.
La visión de la realidad del Movimiento de los Trabajadores es una posición comprometida, que exige la superación de la injusticia; el respeto a la libertad y al compromiso, individual y social; en fin, la búsqueda y creación de una Nueva Sociedad, como garantía de fidelidad a los valores humanos del mundo del trabajo. 
 La utopía inspirada por el Movimiento de los Trabajadores se concreta históricamente al lograr avances en cada uno de los frentes ligados a la realización de un mundo donde los entes humanos trabajen y vivan en pleno sentido humano.
Pero, la creación de una Nueva Sociedad depende de la construcción mundial de la paz. Esta no es un fenómeno ajeno al mundo del trabajo. Muy por el contrario, la paz es una realidad que se alimenta de la savia humanizada del trabajo organizado en cada sociedad.
La creación de una Nueva Sociedad, acorde con los principios del auténtico trabajo humano, responsable, justo y comunitario, fundamenta la solidaridad del Movimiento de los Trabajadores y su compromiso con la instauración de la paz mundial.
El Movimiento de los Trabajadores reconoce a cada ser humano, igualdad de destino y derecho a participar, con plena responsabilidad, en la construcción humanizadora del mundo.
El reconocimiento de la igualdad fundamental entre los seres humanos, debe buscar constantemente la creación de una sociedad que respete este valor esencial. Impone así la necesidad de luchar contra la discriminación fundada en la lengua, el sexo, la cultura, la nacionalidad, la raza, la especialidad laboral o el origen social.
Asimismo, el trabajo debe ser fuente de transformación de la naturaleza, de creación de riqueza, de bienestar social y familiar, de educación y formación profesional.
Pero, todo derecho engendra deberes. Cada trabajador debe participar en la construcción del desarrollo, la democracia, la paz y la justicia.
Esta vocación integral del ser humano lo hace sujeto de la historia y responsable de la paz y bienestar de su sociedad.
Pero, los defectos en la organización social del trabajo , como microbios en el organismo, provocan  síntomas dramáticos que convulsionan al cuerpo social con la enfermedad de la guerra y la violencia. Por eso, la construcción de la paz depende en mucho de la solución de problemas laborales.


La Declaración de Principios de la Central Latinoamerica de Trabajadores (CLAT) ofrece una visión sintética de la relación del Movimiento de los Trabajadores con la paz, al señalar que "la solidaridad internacional del mundo del trabajo es la exigencia de luchar por un mundo, a la vez más universal, más justo y más humano".
Pero, esta meta implica una concepción integral del problema ya que "hace falta una solidaridad mundial , de la comunidad de todos los pueblos del mundo que deben comprender que ya no puede haber desarrollo, ni paz, ni progreso para unos pocos países privilegiados, si no hay desarrollo, paz y progreso para todos sin ninguna discriminación".
Al reconocer la autodeterminación de los pueblos y la necesaria solidaridad en la constitución de la paz como fruto de la justicia entre todos los entes humanos de la tierra, la CLAT rechaza el imperialismo, el colonialismo, el armamentismo, el absolutismo, el racismo, la tecnocracia enajenante y las demás manifestaciones del desequilibrio internacional que impiden el progreso de la paz.
Desde esta perspectiva, el mensaje de la CLAT se resume en estas palabras:
"Solamente se logrará la paz en la medida que se superen las diferencias existentes entre los países ricos y los países pobres y entre las minorías privilegiadas y las grandes mayorías marginadas de nuestras sociedades injustas.
"No habrá paz mientras no se cambie el actual sistema de violencias que se aplican contra las mayorías populares por parte de grupos oligárquicos que quieren seguir conservando sus privilegios. No habrá paz mientras exista hambre, miseria, explotación del ente humanopor el dinero, represión y dictadura.
"El nuevo nombre de la paz es el desarrollo integral. Pero el desarrollo integral solamente será fruto de la liberación y de la revolución de los pueblos para tomar en sus manos su propio destino. El camino de la paz pasa en América Latina por el camino de la revolución y en el mundo por el camino de una efectiva justicia internacional ".
La acción del Movimiento de los trabajadores debe prolongarse en líneas de continuidad y coherencia, desde lo local hasta lo internacional,para crear un mundo nuevo con un orden adecuado en lo económico, lo político, lo social y lo cultural, como garantía efectiva de la construcción de la paz.


La paz verdadera debe ser integral y fundarse en la solución efectiva de todos los problemas que generan uso de medios violentos.
La crisis del mundo actual tiene sus bases en una economía mundial que impone los ajustes más onerosos a los países y grupos sociales más desprotegidos, y desarrolla sistemas productivos y políticos acordes con esa meta.
Pero, el injusto mantenimiento de esta estrategia demuestra el agotamiento de la sociedad tradicional y exige la necesidad de una nueva propuesta societaria, ligada a la promoción de  valores humanos ignorados en el pasado.
Pero, para poder seguir los caminos propicios e impulsar los proyectos necesarios se necesita una interpretación global del problema de la paz.
Sin eliminar los obstáculos que impiden a los seres humanos y a los pueblos alcanzar sus derechos naturales a una vida plenamente humana, la paz verdadera es imposible.
Por tal motivo, la búsqueda de la paz debe fundarse y consolidarse en la instauración de un nuevo orden, nacional e internacional, inspirado en un humanismo integral.
Este nuevo orden mundial necesita como condiciones fundamentales de superación, el desarrollo del poder social de los trabajadores, así como la defensa y promoción de los países más pobres. 
Bajo la orientación de principios sólidos de defensa de la dignidad de todos los seres humanos, la Nueva Sociedad es la única garantía de una paz permanente y efectiva.
La Nueva Sociedad, debe construirse en forma libre y responsable, con aporte de las fuerzas organizadas de los trabajadores. Tiene que fundamentarse en la defensa y promoción de los derechos humanos, la justicia social, la democracia participativa y el desarrollo integral. 
Para alcanzar este ideal, el Movimiento de los Trabajadores tiene que asumir una actitud moral de beligerancia política y conferir fuerza decisiva al pacto de solidaridad de los trabajadores para contribuir a resolver los problemas del mundo actual.
La sociedad del futuro tiene que fundarse en la lucha, enérgica y decidida, contra los desórdenes establecidos. Pero, esta lucha debe emplear medios acordes con el ideal propuesto, es decir, destruir la violencia con la beligerancia de la no violencia.
Esta lucha no es síntoma de cobardía, sino la muestra suprema de la valentía que sostiene, aún con riesgo de perder la vida, los principios y derechos que fundamentan una sociedad respetuosa de los valores humanos.
La paz es, al mismo tiempo, el requisito y el fruto de la Nueva Sociedad, ya que el camino de superación humana no puede trazarse con instrumentos y mecanismos deshumanizados. 


Al considerar que la Nueva Sociedad es la única condición efectiva de una paz duradera y sólida, el Movimiento de los Trabajadores tiene que movilizar las conciencias y organizar las acciones, para enfrentar los errores e injusticias del mundo actual y construir la paz sobre basamentos adecuados.
Como valor fundamental de la sociedad del futuro, la paz es una constante del debate ideológico actual. Pero, las posiciones ideológicas, como realidades humanas, pueden favorecer u obstaculizar la realización efectiva de los mejores ideales.
En manos de los grupos poderosos el estandarte de la paz se convierte muchas veces en hábil vestimenta con la que se recubre la desnudez de la explotación económica, la desintegración tecnológica y la marginación que padecen los trabajadores, los entes humanos del pueblo.
Pero, en manos de los trabajadores, el tema de la paz es un baluarte de la defensa efectiva de la dignidad del ser humano y una orientación clara para la transformación social, al propiciar la democracia real, el desarrollo integral y la justicia social.
La paz no puede lograrse por el camino del terrorismo, de la violencia o de las intervenciones imperialistas. 
La paz se debe lograr por la negociación, el diálogo y la solidaridad. Para esto, los medios son la claridad ideológica y la adecuada organización.
Esta lucha en el Movimiento de los Trabajadores debe partir de una posición no alineada, crítica y creativa en el enfrentamiento de las grandes potencias.
Su lucha organizativa por la paz debe promover, consolidar, implementar y orientar la acción internacional de los trabajadores organizados, así como la creación de relaciones y pactos con las organizaciones democráticas.
Se debe promover y animar la convergencia entre todas las fuerzas políticas, religiosas o culturales, de real inspiración  democrática, así como el desarrollo y consolidación de un Movimiento de los Trabajadores, democrático, autónomo y solidario, para crear un poder social con real capacidad de impulsar la paz integral.
Sin embargo, no hay posibilidad de resolver los problemas  en cada país, si no se lucha, al mismo tiempo, por imponer a nivel de todo el mundo, la justicia, la libertad, la democracia y la participación popular.


La paz es esencial para que la humanidad abra caminos de sólido progreso y el ente humanocontinúe su esfuerzo de plena realización.
La conquista y realización de la paz, nacional y mundial, depende de una visión global del desarrollo.
Con un renovado sistema de valores, el nuevo desarrollo exige diseños de estrategias y propuestas programáticas  a partir de cada realidad nacional, con amplia colaboración, pero no imposición internacional. La paz es así requisito y objetivo fundamental de estas metas.
El nuevo desarrollo debe ser un proceso endógeno y abierto, que respete el entorno natural y promueva las potencialidades creativas de la naturaleza humana, en función de su identidad e historia propias.
El desarrollo endógeno se fundamenta en la identidad cultural de cada pueblo, que debe cuestionarse y buscar soluciones autóctonas a sus problemas, sin copias mecánicas de lo exterior, pero respetuosas de los aportes positivos de la experiencia ajena. 
Con capacidad de autogestión colectiva, cada pueblo tiene que ingeniarse maneras de transformar en recursos de desarrollo los elementos de su naturaleza, de su medio ambiente y de sus tradiciones culturales.
El desarrollo tiene que ser una convivencia armónica con la naturaleza en función de la lógica de las necesidades básicas de todos sus habitantes, y no su depredación irracional y arbitraria.
Las condiciones  actuales requieren la promoción del trabajo humano como condición de éxito en el desarrollo integral. 
Ejercido en forma libre y justa, participativa y solidaria, dentro de una sociedad pluralista, con opción por los pobres y revaloración de la ética social, el valor del trabajo es esencial para el desarrollo y la paz.
La realización de este ideal requiere el aporte de la creatividad y participación populares; la construcción y refuerzo de la independencia de las naciones; el reforzamiento y ampliación de la sociedad civil; la satisfacción de las necesidades básicas; así como la urgencia de conformar esferas de organización social de bases democráticas, ligadas a una autoridad política competente.
El desarrollo supone así nuevas estructuras, instituciones y funcionamiento social que se caractericen por una transformación de la calidad de las relaciones sociales, al abolir las diferentes formas de explotación, de desigualdad, de dominación, de represión, de injusticia, de manipulación y alineación.  


El auténtico desarrollo requiere promover en todas partes mejores condiciones de vida, educación y producción pacíficas que coloquen al trabajo humano en el centro del quehacer social, económico, político y cultural.
Las estructuras nuevas, generadoras del desarrollo, deben ser participativas, democráticas, equilibradas y plurales, no impuestas. Deben garantizar la liberación integral y la vida pacífica, personal y colectiva, de todos los seres humanos.
El ser humano no es una pieza de un engranaje productivo, sino un gestor responsable de un mundo humano, donde la producción se realice en función de las necesidades humanas y sus productos se compartan con libertad y justicia.
El nuevo desarrollo supone al trabajo humano como el elemento clave y central del progreso. La primacía del trabajo sobre la técnica y el capital, así como la defensa y promoción de los derechos de los trabajadores, son condiciones indispensables para hacer la convivencia social  más humana y pacífica.
El nuevo desarrollo es una creación cultural de todo el pueblo, que privilegia el ser sobre el tener, la vivencia sobre la posesión, el libre uso de los medios sobre el consumo masificado, la paz sobre la violencia.
El nuevo desarrollo  implica una mutación de la conciencia, ya que el dinamismo más profundo del proceso social tiene como fuente el factor cultural y la vivencia moral.
Como  conjunto de valores, tradiciones y creencias compartidos, la cultura define a un pueblo y le otorga su identidad. Por eso, es la base de su paz y desarrollo, en sentido pleno y humano.
El desarrollo requiere una base espiritual, ligada a una cultura de promoción de los valores humanos de paz, justicia y democracia.
Pero, el desarrollo implica también cambios en las estructuras de poder, para establecer mejores relaciones de cooperación entre los diversos sectores políticos, religiosos, sociales y culturales, portadores de nuevos proyectos de un desarrollo popular democrático, justo y pacífico.
Los cambios hasta ahora propiciados favorecen a los más poderosos y tienden a un crecimiento económico sin desarrollo, que refleja una crisis de civilización y cultura en todo el mundo. 


El futuro de la paz mundial como dinámica de liberación de los pueblos oprimidos, depende del diálogo entre norte y sur, para crear un nuevo orden económico mundial, respetuoso de la soberanía de las naciones, e inspirado en la equidad, la libertad y la igualdad de oportunidades para todos los pueblos y naciones.
El manejo de la problemática actual exige cambios que favorezcan una adecuada reactivación económica, que abra nuevos caminos para satisfacer las necesidades básicas, erradicar la marginalidad y la pobreza por una política de pleno empleo, así como propiciar una redistribución de la riqueza y del ingreso como imperativo de justicia social. Pero no debe confundirse el desarrollo integral con el puro crecimiento económico.   
El desarrollo integral, o es económico, o no es desarrollo. Pero también, el desarrollo económico, o es pacífico e integral, o no es desarrollo. 
Por eso, para obtener un auténtico desarrollo y consolidar la paz, hay que realizar serias transformaciones económicas. Se requieren cambios en el manejo de la crisis actual  y en particular de la deuda externa. 
En un desarrollo integral, la economía tiene que adquirir nuevas dimensiones, para llevar en forma coherente a un crecimiento equilibrado, entre democracia y producción económica.
El estado debe asumir un papel  fundamental, como gerente de bien común, y determinar normas muy claras para todos los sectores económicos, impulsar transformaciones del aparato productivo, controlar los sectores estratégicos, compesar las diferencias sociales, establecer el equilibrio entre planificación y mercado para evitar distorsiones, propiciar el pluralismo económico y mayor autonomía nacional, con el fin de asegurar una economía pacífica.
El nuevo desarrollo requiere una economía de paz y no de guerra. Pero, no se avanza en este sentido con crecientes inversiones en armamentismo y áreas conexas. Para  conquistar la paz, se requiere una drástica reducción de las inversiones y de los recursos que se aplican en el campo de la producción de instrumentos de muerte.
Esta reorientación  significa un problema político de fondo: la redefinición de la seguridad nacional sobre mecanismos democráticos de superación de los conflictos, de convivencia y concertación a escala mundial, regional y nacional, que afiancen las normas de convivencia pacífica y superen los conflictos por la vía racional en la búsqueda de la justicia social y la solidaridad.


La reactivación integral debe orientar las estrategias y redefinir las estructuras. El nuevo desarrollo requiere estructuras y procedimientos renovados.
La estructura de propiedad debe transformar los sistemas relativos a los medios de producción, con el fin de subordinarlos al destino común de los bienes y evitar la acumulación del capital en pocas manos.
En la estructura empresarial, el poder de decisión no debe estar en manos exclusivas del propietario del capital. La democratización de la economía tiene que revalorar el trabajo e introducir mecanismos de solidaridad en la función empresarial.
El esquema de participación debe modificar el concepto de empresa tradicional.
En la estructura de distribución y consumo, hay que hacer surgir formas de organización de los consumidores, para luchar contra la especulación , propiciar el control de calidad y desarrollar una nueva cultura del consumo.  Además, la estructura de distribución y consumo debe liberarse de los intermediarios, especuladores y agiotistas.
La estructura del sistema financiero debe promover la producción nacional mediante un adecuado manejo y control del crédito, con independencia de los fines e intereses de las trasnacionales.
En la estructura industrial, hay que definir un nuevo perfil en función de las necesidades  básicas, con industrias de base (competitivas a nivel internacional) asentadas en el mercado interno con pleno empleo de recursos. Además, se tiene que controlar las condiciones de importación y establecer mecanismos de enlace.
A este respecto, en la estructura de apoyo tecnológico, se requiere un enfoque distinto; no autárquico, pero más autónomo; orientado al pleno aprovechamiento de nuestros factores productivos y adaptado a nuevas prioridades y objetivos nacionales.  
La cooperación tecnológica mundial debe crear una infraestructura de investigación científica y desarrollo tecnológico, que estimule innovaciones en las actividades productivas, en función de las características de las diversas naciones y culturas.
Sin esta contribución, la ciencia y tecnologías productivas se convierten en maquinarias de enajenación humana, ya que no hay paz y desarrollo sin consecuencias profundas, en lo político, económico, social y cultural. 
En cuanto a  mecanismos y procedimientos, el papel de estado es esencial, al ejercer funciones de orientación, coordinación, planificación y control , que propicien el empleo integral de recursos, el pluralismo económico, la mayor autonomía nacional y la formulación de mecanismos democráticos y pacíficos en las decisiones y superación de los conflictos.


El desarrollo requiere construir una sociedad de participación popular, ya que los llamados a decidir son, por principio, los afectados e interesados, no los burócratas.
La planificación participativa debe ser instrumento esencial en la orientación de la actividad política y económica. Todos los sectores sociales, económicos y culturales deben formar parte. 
El problema de la organización  del poder social es la clave de la política en paz y desarrollo integral.
Para erradicar la pobreza crítica o la marginación social, y alcanzar el pleno empleo con salarios justos, las organizaciones populares actuales necesitan renovarse , reformularse y reestructurarse, para asumir su responsabilidad y papel protagónicos.
El desarrollo integral tiene que encarar las necesidades básicas , tanto materiales (vivienda, alimentación, salud, seguridad social, etc.) como las culturales (educación, turismo, tiempo libre, etc.). Además, debe erradicar los problemas sociales más serios que afectan la creación de la paz ( el narcotráfico, la corrupción, el maltrato y prostitución  de menores, etc.).
El ente humanodebe verse como creador y constructor de su porvenir. Por eso, la cultura y la moral asumen un papel central en concepción humanista del desarrollo.
La cultura adquiere el papel central en el desarrollo, ya que es el factor fundamental del dinamismo más profundo del cambio social.
Al asumir la propia cultura como base del esfuerzo de liberación nacional y popular, la consolidación de la propia cultura es básica para el nuevo desarrollo.
La identidad cultural tiene un papel determinante en la lucha contra la dependencia y la agresión culturales. 
Las fuerzas espirituales tienen una dimensión esencial en el campo de la cultura y en la ética, lo que debe expresarse en un nuevo sistema educativo para el desarrollo autóctono y responsable.
La propia cultura debe modelar y adecuar la transferencia de tecnología, ya que muchas tecnologías condicionan las posibilidades culturales necesarias para  el desarrollo integral.
En un desarrollo integral pacífico, el pueblo debe tener acceso a la emisión de los mensajes, ya que sin democratización de la información no hay desarrollo cultural, ni auténtico progreso social y económico, sino manipulación , adoctrinamiento y explotación.




Todo gobierno democrático debe ser expresión de la voluntad popular y superar  conflictos antagónicos con la paz y la dignidad humanas, como el colonialismo, la violencia y la explotación.
La democracia no puede despegar ni consolidarse, si no se logra un claro y enérgico consenso, nacional y popular, que promueva y defienda la participación, la democratización y la convivencia pacífica.
La concertación, pactos  o acuerdos ubicados en  compromiso histórico, son  la expresión del consenso nacional, que fija las metas necesarias para avanzar hacia la consolidación democrática y la vivencia pacífica.
El quiebre del consenso nacional es una de las dificultades mayores en la democratización, ya que la concertación tiende a la elaboración, dirección, ejecución y control de planes concretos de acción solidaria. 
La subsidiariedad solidaria debe ser la norma para ordenar todo el desarrollo organizativo y  el funcionamiento democrático.
Pero, las democracias nacionales son conquistas endebles, mientras no haya una democratización del mundo entero, así como la eliminación de políticas colonialistas e imperialistas, de dominación económica, de  industria armamentista y de marginación y discriminación sociales.
Los conflictos forman parte de la dialéctica social. Como no se pueden eliminar,  lo esencial es que no se transformen en violencia, explotación o manipulación. Por esto, la democracia es condición y resultado de la paz y desarrollo.
Hay que impedir la intervención del terrorismo, de los ejércitos foráneos, del golpismo y violencia impulsados desde el exterior, etc., para propiciar la defensa, promoción y ampliación de la democracia, los derechos y libertades de los trabajadores.
La falta de comunicación horizontal  entre los países  dificulta la mutua comprensión de las realidades, problemas y aspiraciones de sus pueblos.
La lucha por objetivos estratégicos globales, debe plantear con insistencia y energía la necesidad de la democracia real, liberarse del consumismo y aculturación producida por la dependencia externa. Pero, no hay desarrollo sin democracia consolidada.
La democratización debe usar el camino de la paz y la justicia social, únicas bases sólidas del nuevo orden y de la nueva civilización, fundada en la fraternidad y solidaridad del genero humano.
La efectiva autodeterminación de los pueblos requiere , por un lado, la no intervención y, por el otro, la creación de un clima de libertad donde pueda adquirir vigencia la expresión de la soberanía popular,  sujeto protagónico del proceso.


Todas las fuerzas políticas democráticas deben asumir desafíos muy serios para impulsar la capacidad de participación con eficacia en los procesos democratizadores y responder a las necesidades de las poblaciones.
La necesidad de establecer proyectos nacionales de transición democratizadora  requiere erradicar todo tipo de paternalismo, de intervencionismo alienante y distorsionador del auténtico proceso de desarrollo organizativo; no reemplazar, no sustituir, no manipular, sino contribuir a crear condiciones que recompongan el proceso de autogobierno, para que todos asuman su responsabilidad y accionar.
Para construir  la democracia se requiere la igualdad y vigencia plena de la libertad, política y personal, sin privilegios, ni explotación, ni dominación;  el análisis y participación augestionarios entre las diferentes instancias implicadas y comprometidas en la decisión y en la gestión de los asuntos atinentes; la elegibilidad o un adecuado sistema de delegación, con carácter rotativo y renovable; el pluralismo y el correspondiente derecho a la crítica, al diálogo, al  debate y a la  confrontación; las corrientes de opinión y el derecho a la información objetiva.
Las transiciones democratizadoras deben formularse y moldearse en cada realidad, en cada situación nacional, con iniciativa, capacidad, creatividad y sano realismo de los actores nacionales.
Para consolidar la democracia, es necesario el ejercicio descentralizado del poder; la unidad y cohesión como requisitos de consenso mínimo necesario, para articular una red de relaciones y estructuras.
La autodeterminación como derecho legítimo rechaza todo tipo de manipulación  y enajenación. Además, la autodeterminación de los pueblos está ligada a la autodeterminación del Movimiento de los Trabajadores.
La democratización tiene sus trampas. Hay que establecer coherencia entre lo ideal y lo posible. El idealismo desubicado genera la desmoralización y decrecimiento de las grandes mayorías. Querer conseguir lo ideal puro empantana en doctrinarismos e ideologismos inútiles. Pero, buscar sólo lo posible  atrapa en el juego conyuntural que encierra la acción en situaciones particulares con su pragmatismo inmediatista.
La lucha contra el monopolio de la información,  el predominio militar, la corrupción y la mentira como armas políticas,  son batallas  claves de la democratización.
En las fases actuales de transición democratizadora, los ideales y proyectos de  una nueva sociedad deben evitar que las fuerzas opuestas a la democracia usen como elemento desestabilizador el terrorismo y la violencia,     provocadores de golpismos antidemocráticos.
Toda posibilidad democrática tiene un trasfondo cultural. Por eso debe asumir presencia en el sistema educativo, en los medios de comunicación, así como en las expresiones artísticas y académicas, la  libertad democrática y el derecho a la crítica.
La democratización requiere una participación activa en la formulación de un nuevo orden informativo internacional que respete los intereses y particularidades de todos los países y promueva el entendimiento, la paz y el desarrollo conjuntos.


La justicia social internacional, la identidad nacional y cultural, la igualdad real de oportunidades entre los países y sus ciudadanos, la comprensión y cooperación internacional son baluartes del desarrollo  y progreso de la paz mundial.
La justicia social internacional se fundamenta en la defensa y promoción de los derechos  humanos y libertades de los trabajadores y los pueblos. Esta  debe asumir prioritariamente vigencia en los medios y sectores más empobrecidos y marginados del mundo. 
Para superar las condiciones históricas que han conducido a situaciones de profunda injusticia internacional, el gran desafío es definir y ejecutar en términos, precisos y solidarios, la cooperación norte sur para el desarrollo integral sujetado a las aspiraciones y necesidades de los pueblos más desfavorecidos.
La justicia social internacional, debe priorizar las necesidades básicas y urgentes, relativas a la vida humana y social de los pueblos, así como de todos y cada uno de sus habitantes.
La paz no puede coexistir con la injusticia. La paz  es fruto de relaciones honestas y justas a todos los niveles de la vida humana.
Por eso, el respeto de las identidades culturales es un requisito indispensable para hacer efectiva la justicia y desarrollo integral.
La injusticia institucionalizada constituye  la semilla de la destrucción del futuro de la convivencia humana pacífica. 
Se requiere superar todo tipo de dependencia y dominación, de discrimición y segregación racial. Se necesita un camino de coherencia y convergencia, de solidaridad y liberación, con reforzamiento de los lazos y mecanismos de cooperación y solidaridad, instancias necesarias del diálogo y de la unidad de acción.
Todas las formas de imperialismo deben ser combatidas, para darle plena vigencia a la paz y derechos humanos de los trabajadores y los pueblos.
Buscar la supresión definitiva de todas las formas de dominación, explotación, desigualdad, alienación y represión es la condición de una paz perdurable.  


El aporte del Movimiento de los Trabajadores latinoamericano a la paz mundial tiene que centrarse en la creación efectiva de una América Latina libre, justa y soberana, fundada en la unión de su pueblo  para superar los antagonismos y contradicciones generadas por la intervención colonialista e  imperialista padecidas.
La democratización latinoamericana exige un modelo alternativo de desarrollo que responda a sus necesidades y aspiraciones de la persona humana. Pero, este modelo requiere la indispensable y urgente integración de los pueblos latinoamericanos, que poseen un destino común y, a pesar de sus diferencias , están identificados culturalmente.
Hay que defender, promover y profundizar la matriz cultural latinoamericana. La integración latinoamericana es un imperativo actual. Esta integración necesita apoyo nacional y popular para sustituir el aislamiento y desarrollar conciencia de la dimensión latinoamericana de los problemas y sus respectivas soluciones. Se requiere redimensionar las experiencias existentes.
América Latina sufre el peso de la crisis mundial y de su historia de dominación. Esta crisis hunde sus raíces en factores estructurales: un crecimiento económico inestable y dependiente, sin desarrollo y con profundas deficiencias al ampliarse la brecha entre ricos y pobres, la incapacidad de empleo, la pobreza crítica y la marginalidad social.
Ligados por comunidad de destino, los pueblos latinoamericanos deben desarrollar amplios consensos en la región para que América Latina se reencuentre consigo misma y abran caminos a la esperanza, a la unidad y rescate de su soberanía .
Se impone una redefinición radical de la práctica y concepto de la integración. Asumir  los contenidos históricos y actuales del nacionalismo latinoamericano contra el panamericanismo  de inspiración norteamericana. Moldearlo a la luz de la historia, cultura y tradición de la realidad latinamericana, para desarrollar un pensamiento nuevo y original, como síntesis de sus valores éticos cristianos e históricos de trabajo, que enarbolan la bandera de la autonomía del pensamiento, decisión y acción como condición esencial de la autenticidad.
Es urgente elaborar un proyecto histórico de desarrollo, civilización y cultura latinoamericana que responda a los valores auténticos y a los intereses de los latinamericanos; y hacer del pueblo organizado el sujeto real del poder latinoamericano y realizar la unidad, económica, social, política y cultural.
Se debe promocionar y alentar los mecanismos y sistemas que fortalezcan la defensa de nuestros materias primas, recursos naturales, nuestras fuentes de energía, etc.
El esfuerzo organizativo de los trabajadores debe tener también una presencia activa y determinante en los procesos integratorios de América Latina, en las luchas por la democratización de todo el mundo, en los enfrentamientos contra el racismo, el colonialismo y la discriminación, en las exigencias de justicia social internacional, y en la concreción de la unión latinoamericana.
La seguridad de América  Latina se fundamenta en la democratización, que liquide la incomunicación, la segregación y la explotación, al proponer un desarrollo centrado en el trabajo humano y promover la identidad nacional y cultural.
El desarrollo impulsado por los poderes nacionales y trasnacionales, pretende impedir todo protagonismo  de los trabajadores organizados.
Pero, sin autonomía no hay poder social propio y protagónico, que promueva la convergencia solidaria de las diversas fuerzas sociales que aspiran a realizar los mismos valores y objetivos.


Un desarrollo alternativo latinoamericano debe partir de sus condiciones históricas.
\Para conseguir un mejor nivel de vida en América Latina, que satisfaga las necesidades más apremiantes de los sectores marginados, hay que asegurar y universalizar las conquistas económicas y sociales logradas, así como elaborar estrategias para que el nivel de vida  vaya siempre en crecimiento, con adecuados mecanismos redistributivos.
Se deben imponer fuertes gravámenes a las tierras improductivas y financiar así las necesarias reformas agrarias.
Todo proyecto popular de democratización debe insertarse en un proyecto latinoamericano para ser viable, duradero y perdurable.
Se debe privilegiar la producción interna, así como los problemas de  la demanda y consumo en los sectores más desprotegidos. Para eso,  la apropiación y uso de los excedentes es la clave para acelerar el crecimiento de la ocupación y la productividad. El
pleno empleo es un objetivo básico, así como el fomento y canalizacion del ahorro interno hacia las inversiones productivas. Se debe redefinir la integración de nuestros países que promueva las relaciones de cooperación regionales en lo tecnológico, productivo, comercial y financiero, de acuerdo con las características e intereses nacionales.
Al asumir una tecnología, nacional o foránea,  lo primero es pensar en qué tipo de sociedad o  sistema de vida, qué prioridades y necesidades se desea cubrir con un tipo particular de bienestar, progreso y sistema social. La paz , democracia y desarrollo latinoamericanos deben tener su  sello propio y su expresión original.
La creación de la paz es una labor de todo el pueblo latinoamericano. Cada uno debe contribuir con su acción solidaria en una lucha permanente por instaurar una América Latina en la que reine la justicia social, la democracia participativa y la producción económica ligada a la realización humana de los trabajadores y consumidores. Sólo estas sólidas bases pueden generar la auténtica paz en nuestros pueblos.


La paz es un concepto fundamental ya que expresa las aspiraciones esenciales del ser humano. Aparentemente, la paz se contrapone a la guerra. Pero, la situación no es tan sencilla. Aunque es evidente que, al haber guerra, no hay paz; ésta no consiste solamente en la ausencia de los conflictos bélicos.
La paz verdadera no es el armisticio; es decir, no es la sola interrupción de las hostilidades militares. En sentido pleno, la paz se contrapone a la violación de los derechos naturales, de los pueblos y seres humanos, a lograr su plena realización.
Lo contrario de la paz es la violencia institucionalizada, de la que la guerra y las armas son quizás sus manifestaciones más evidentes.Pero, la violencia institucionalizada tiene diferentes causas, modalidades y expresiones.
Tan alejado de la paz está que los niños mueran de hambre, como que pierdan su vida bajo el peso de los proyectiles bélicos. Ciertamente, la guerra es un atentado contra la paz, ya que viola el derecho fundamental a la vida, a la libertad y a la autodeterminación de los pueblos y personas. Pero, las diversas violaciones del derecho de los pueblos a su conducción democrática por los caminos de la justicia y el desarrollo integral son la manifestación más profunda de la alteración del ideal de paz mundial.
De hecho, con frecuencia, la guerra y la violencia se nutren y sostienen con las deficiencias de la ley y otros errores sociales. Al final, no se sabe si los soldados son los principales responsables de la violencia política o simplemente se desempeñan como obedientes ejecutantes. Casi siempre los máximos responsables de la agónica vivencia de la paz en nuestros países se encubren  con declaraciones falseadas sobre valores humanos, como la eficiencia y progreso económicos.
Las armas y su empleo no son más que mecanismos e instrumentos por los que las violaciones al ideal de paz se expresan en momentos históricos. Sostenida por  leyes injustas, malos gobiernos y el imperialismo internacional, la  explotación de los seres humanos protege y promueve situaciones establecidas de injusticia. Por eso, es la razón principal del desorden mundial, que deteriora la paz y adoba futuras guerras y conflictos. La explotación y la injusticia son causas más profundas, aunque menos evidentes; tan sólidas y determinantes de la violencia y la guerra como lde las teorías científicas sobre las relaciones internacionales..




Los temas fundamentales de la humanidad como el amor, la paz o la felicidad, son objeto de enorme cantidad de publicaciones, de muy variado contenido y valor. Por tal motivo, al ofrecer una breve bibliografía se requiere establecer escogencias muy cuidadosas. Pero, como las referencias bibliográficas son siempre selectivas, es preferible señalar los criterios de la escogencia, para que el lector comprenda y juzgue su pertinencia. En esta exigencia, se fundamenta la presente bibliografía comentada.

DEL ARENAL C., Introducción a las Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid.

Este libro da una buena síntesis de las teorías científicas sobre las relaciones internacionales. Véase sobre todo el punto 4 de la segunda parte.

DOCUMENTOS DE LA C.L.A.T.

Los documentos de las instituciones a las que se pertenece son de particular importancia, sobre todo cuando son de excelente calidad, como los de la  C.L.A.T. Reléase particularmente su Declaración de Principios y sus VIII y  IX Congresos.

DOMENACH J.M. y otros, La Violencia y sus Causas, Ed. de la Unesco, París.

Aunque su tema no es la paz, la posición de los diversos autores seleccionados por la Unesco puede ayudar a comprender mejor la paz como superación de la violencia.

GALTUNG J.,¡ Hay alternativas ! Cuatro caminos hacia la paz y la seguridad, Tecnos, Madrid.

En este libro, Galtung perfila la opción de la neutralidad como la única actitud racional y el método más eficaz para la distensión entre las superpotencias.

HOFFMANN S., Teorías Contemporáneas sobre las Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid.

Esta obra tiene la ventaja de presentar una rica antología de textos que dan un balance de las divergencias conceptuales de los diferentes enfoques del problema de la paz y de las pretendidas justificaciones de la violencia internacional.

KANT, La  Paz  Perpetua, existen diversas ediciones.

Esta pequeña obra, publicada hace casi doscientos años ( 1795), juega un papel fundamental en la búsqueda de la paz mundial. En un pequeño fascículo, el famoso filósofo alemán interpreta  el sentido de la paz en el espíritu de libertad, justicia y democracia que señalaba la revolución francesa. Ofrece así una visión optimista del destino de la humanidad, al sostener que la paz no es la interrupción de la guerra, sino la instauración de una convivencia humana respetuosa de los derechos ciudadanos de todos los pueblos. Las insinuaciones del autor tienen todavía una vigencia profética: supresión de los ejércitos permanentes, organización política sobre principios de igualdad y libertad, respeto a las naciones pequeñas, federación o liga de las naciones, autodeterminación de los pueblos, vivencia moral de la política, respeto de los tratados, etc.    

MOUNIER E., Manifiesto al  Servicio  del Personalismo, Taurus Ed., Madrid.

Hace más de cincuenta años (1936), este pensador francés ofreció una interpretación global de una nueva sociedad respetuosa de la persona humana, en contraposición al desorden establecido por el régimen capitalista, al que respondían de manera errónea el comunismo y el fascismo. Este planteamiento ha inspirado líneas de solución al pensamiento socialcristiano más progresista que asumía el desafío planteado un año antes en su libro, Revolución Personalista y Comunitaria. En el Manifiesto, Mounier establece las estructuras fundamentales de un régimen personalista entre las que ubica la sociedad internacional e interracial: la paz es un problema moral, económico y social, que requiere el adecuado final de la colonización y la redistribución de las riquezas del globo.

MARITAIN J., El Hombre y el Estado, Ed. Kraft, Buenos Aires.

El mismo año ( 1936 ) en que Mounier publicó su Manifiesto, Jacques Maritain editó el Humanismo Integral, obra célebre por los aportes al socialcristianismo contemporáneo. Sin embargo, El Hombre y el Estado ( 1951 ) es la exposición más completa y madura del pensamiento político del autor. En esta obra, Maritain dedica el último capítulo al problema del gobierno mundial, donde plantea ajustes al concepto de soberanía del estado y sostiene la necesidad de una sociedad política mundial como fundamento de una paz duradera.

OCHO GRANDES MENSAJES, B.A.C., Madrid.

Esta obra recoge algunos de los principales documentos de la doctrina social de la Iglesia Católica. En función de la temática de la paz, hay que señalar cuatro de ellos. La Mater et Magistra de Juan XXIII implica un cambio sustancial del enfoque social de la Iglesia Católica. En lugar de analizar aspectos particulares, en el tradicional sentido microeconómico, esta encíclica ofrece una visión global de la problemática. En ella se ubica la colaboración mundial y las relaciones entre países de desigual desarrollo, así como de los diversos sectores de la economía. Esto permite fundamentar la paz en la solidaridad social. La Pacem in Terris, también de Juan XXIII, ofrece una concepción integral de la convivencia humana, fundada en los derechos naturales como bases de las relaciones entre los ciudadanos, los poderes públicos y  los estados entre sí. Plantea,  además, orientaciones para una comunidad mundial adecuada. La Populorum Progressio de Pablo VI aporta una clara visión del desarrollo integral. En su tercera parte, reconoce que el mundo está enfermo y plantea una serie de recomendaciones de las que se deriva la afirmación clásica ( punto 76) de que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz, donde ésta se liga a la justicia. Finalmente, la Constitución Gaudium et Spes, promulgada por Vaticano II sobre la iglesia en el mundo de hoy, dedica el último capítulo a la promoción de la paz y de la comunidad de los pueblos. Ahí se insiste en la necesidad de evitar y prohibir  la guerra, de edificar la comunidad internacional  y de propiciar la cooperación internacional.

DEL ARENAL C., Introducción a las Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid.

Este libro da una buena síntesis de las teorías científicas sobre las relaciones internacionales. Véase sobre todo el punto 4 de la segunda parte.

HOFFMANN S , Teorías Contemporáneas sobre las Relaciones Internacionales, Tecnos, Madrid.

Esta obra tiene la ventaja de presentar una rica antología de textos que dan un balance de las divergencias conceptuales de los diferentes enfoques del problema de la paz y de las pretendidas justificaciones de la violencia internacional.

DOMENACH J. M, y otros, La Violencia y sus Causas, Ed. de la Unesco, París.

Aunque. su tema no es la paz, la posición de los diversos autores seleccionados por la Unesco puede ayudar a comprender mejor la paz como superación de la violencia.

GALTUNG J., ¿Hay alternativas? Cuatro caminos hacia la paz y la seguridad, Tecnos, Madrid.

En este libro, Galtung perfila la opción de la neutralidad como la única actitud racional y el método más eficaz para la distensión entre las superpotencias.

DOCUMENTOS DE LA CLAT

Los documentos de las instituciones a las que se pertenece son de particular importancia, sobre todo cuando son de excelente calidad, como los de la CLAT. Reléase particularmente su Declaración de Principios y sus VIII y IX Congresos.

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