domingo, 9 de abril de 2017

POR UNA BUENA CONVIVENCIA HUMANA


POR UNA BUENA CONVIVENCIA HUMANA



Jaime González Dobles


Con la esperanza de encontrar el apoyo de diversas instituciones y personas, propuse en 1994 la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana con una supuesta sede en Costa Rica. Su fin era mejorar las relaciones humanas con el aporte de todos los pueblos del mundo sin distingos de credo, raza, género o condición social, política, económica o cultural.


1. NOTA INTRODUCTORIA



De acuerdo con el espíritu de los tiempos, la propuesta buscaba propiciar el aporte solidario de personas, grupos e instituciones de bien social en el mundo entero. Pero, su vigencia efectiva dependía de la dedicación generosa, del talento creativo, de la buena voluntad, del espíritu de solidaridad humana y del aporte contributivo de todos los que comprendieran el significado humano de este importante desafío. De hecho, la propuesta inicial era solo una insinuación al imaginario colectivo.
Aparentemente tal propuesta no ha parecido responder a las supuestas necesidades prioritarias del mundo actual, ya que su dinámica interna no se ha adherido estructuralmente a los planteamientos societarios específicos de su dinámica. Esta está dominada básicamente por tareas y resultados evaluables en términos contables.  
Sin embargo, si se percibe la problemática humana con una visión más amplia, la propuesta ofrecía un apoyo esencial en la búsqueda de un adecuado intercambio humano sobre unas experiencias e ideales orientados hacia la globalidad de los requerimientos de la plena realización de la auténtica condición humana en todos los pueblos del mundo, más allá de las diferencias económicas, políticas, culturales, sociales, lingüísticas, religiosas, etc. que afectan dramáticamente a la población mundial.
En efecto, la única suposición básica que requiere una propuesta sobre una buena convivencia humana es la aceptación honesta y responsable por parte de un grupo importante de personas que busque los participantes necesarios de una búsqueda solidaria de lo plenamente humano a través de una mejor convivencia interpersonal y social.
No creo que el fracaso real de la primera idea se haya debido a un planteamiento equivocado: defender una buena convivencia humana no es un absurdo. Creo que el problema ha sido más bien un error político. Hacía falta encontrar a las personas que asumieran el desafío de llevarlo a cabo, aquí en Costa Rica o en cualquier país del mundo, sobre todo en este momento que estamos padeciendo el drama mundial de las migraciones, de la violencia, de la discriminación, etc.
Por eso, he considerado conveniente reasumir la idea inicial del texto original con algunos agregados con la esperanza de tener una mejor acogida desde un planteamiento más general.



2. INTENCIONES DEL PROYECTO



En 1994, el Lic. José Roberto Rodríguez Quesada me solicitó que redactara un proyecto sobre un instituto de ‘Convivencia Humana’ con sede en Costa Rica e insinuó, por razones operativas, que era muy importante que dicho instituto estuviera adscrito a alguna institución de relaciones y prestigio internacional como la Universidad para la Paz.
La propuesta me pareció muy acorde con el espíritu de los tiempos, aunque la solicitud de que fuera yo quien escribiera el anteproyecto me sorprendió ya que su experiencia como exdiputado, profesor y autor de bastantes libros sociales hacía del Lic. Rodríguez la persona más idónea para enfrentar ese compromiso como gestor de la idea. No obstante, con su habilidad dialogal, el Lic. Rodríguez me planteó el desafío personal al sostener que la labor inicial en la redacción del anteproyecto era más bien tarea propia de un filósofo como yo.
En este espíritu y en mi condición de pensador social, asumí la cruda responsabilidad de plantear algunas pocas ideas introductorias. No obstante, mi buen amigo, el empresario y también exdiputado Óscar Manuel Saborío Vega, me señaló que estaba cometiendo un error táctico en mi propuesta. Tenía que resumirlo ya que “los políticos y los empresarios no tienen tiempo para leer más de una página. De otra manera, lo botan o lo archivan (que es otra manera de botarlo)”. Por eso, ahora como filósofo, dejo en otras manos el proyecto y trato de recuperar sus fundamentos.
Yo tenía plena conciencia de que una obra de tal envergadura solamente era posible con el aporte colectivo de muchas personas e instituciones de bien social. Pero lograr esa meta no era mi objetivo. Yo solo me limitaba a lanzar ideas con la esperanza de que otros las asumieran. De hecho, con un proyecto social, pasa lo mismo que con el deporte, para que haya un campeonato deben haber muchas personas, muchos equipos e instalaciones. Por eso, reinicio esta propuesta teórica con la esperanza de que haya quizá algunas cuantas personas que quieran asumir el esfuerzo de su posible implementación operativa. En efecto, la elaboración progresiva de un adecuado proyecto de una buena convivencia humana requiere del talento creativo, de la dedicación generosa, del aporte contributivo, de la buena voluntad y del espíritu de solidaridad humana de muchas personas e instituciones que comprendan el significado humano de un importante desafío de esa envergadura.
Por tal motivo, este documento no tiene más intención que la de suscitar el debate de un intercambio humano sobre los fundamentos de unas ideas que parecen responder a una seria necesidad mundial. De hecho, la posible creación de unos auténticos institutos para una buena convivencia humana es una seria exigencia con un carácter mundial que responde sobre todo a la necesidad social y cultural de encontrar respuestas compartidas ante el profundo desafío moral de un mundo que ha desarrollado extraordinarios progresos técnicos y que, sin embargo, mantiene un delicado nivel de violencia, de incomprensión, de desorientación, de deterioro cultural y moral, de explotación, de marginación, de miseria, de injusticia, de descoordinación, de falta de entendimiento y colaboración entre los entes humanos para resolver sus problemas de fondo.
Ante la dramática situación de la incomprensión y de la agresión humana que están desencadenando una catástrofe mundial, la creación de unas instituciones orientadas al mejoramiento de las relaciones entre las personas y los pueblos del mundo es un paso positivo en los caminos más sólidos de la esperanza humana.
Dicha propuesta pretende promover un diálogo interpersonal abierto como la expresión de las aspiraciones más profundas de toda persona o comunidad humana. Su auténtica cooperación requiere comprensión mutua, buena voluntad, dedicación generosa, talento creativo, espíritu fraterno y aporte contributivo de todos. Por tales razones, el diálogo esperado debe otorgar un papel especial a las experiencias derivadas de los esfuerzos de convivencia generados sobre todo en el voluntariado humano sin fines de lucro.
En el diálogo humano propuesto, cada respuesta sincera juega una tarea fundamental, sin que las diferencias del acervo intelectual, cultural o material, marquen limitaciones significativas en la comprensión profunda y compartida del sentido auténtico de la condición humana de sus gestores.
El objetivo fundamental de esta propuesta es propiciar la necesidad de encuentros comunitarios de personas y dirigentes culturales, sociales o políticos, interesados en solventar las deficiencias nacionales, regionales o mundiales de convivencia humana. Su compromiso es promover el aporte de las instituciones, de los grupos y de las personas comprometidas con una mejor convivencia humana con el fin de favorecer una mentalidad solidaria de apoyo y de reconocimiento mutuo a todas las iniciativas de mejoramiento.
Con una proyección dinámica, su fin es generar la necesidad de establecer encuentros de convivencia donde las personas compartan una visión abierta y respetuosa de los valores asumidos por cada cual como pauta de existencia auténtica, en lo personal y en lo comunitario.
Esta propuesta pretende enfrentar así la desorientación personal, social y cultural, reflejada en la masificación intrínseca del mundo actual, con el fin de propiciar una mejor convivencia humana desde las riquezas más profundas de las vivencias espirituales y comunitarias que existen camufladas detrás de la pobreza vital del mundo actual.  
Su meta es promover experiencias con ideales orientados hacia la plena realización de la auténtica condición humana en todos los pueblos y comunidades. Su única demanda básica es la aceptación, honesta y responsable, por parte de los posibles participantes de una búsqueda de lo plenamente humano a través de producción de una instancias de una convivencia, personal y socialmente compartida.
Sin despreciar la importancia de generar utilidad, esta convivencia demanda, sobre todo, la creación de un mejor sentido humano. Por tal motivo, su acción y su organización se orientan al servicio de una mejor interrelación cultural, psicológica y espiritual de los entes humanos con el fin de superar los defectos engendrados por una comunidad humana sobrecargada de injusticia y desinterés por las necesidades, los sentimientos y aspiraciones de los entes humanos ajenos a los intereses políticos o económicos dominantes.
Para compensar el desequilibrio reinante, hay que propiciar un mejor intercambio humano desde un ambiente de diálogo, abierto y no prejuiciado, donde se puedan comprender, expresar y apoyar las aspiraciones profundas de la conciencia humana ligadas a la búsqueda sincera de la realización plenaria de lo humano, sin las obsesiones y las diferencias de un tener y de un poseer instaurado que suscitan limitaciones significativas en la comprensión profunda y compartida del sentido auténtico de la condición de ‘entes humanos’ en todas las personas participantes.
Buscar un diálogo entre la gran riqueza de las perspectivas y de las cosmovisiones de la humanidad suscita que la respuesta sincera de cada ser humano juegue siempre un papel fundamental en la búsqueda de lo verdaderamente humano. Para eso, hay que organizar encuentros y experiencias que contribuyan en la solución de los problemas personales y sociales del mundo actual al propiciar unas condiciones de interrelación entre los pueblos y los individuos que permitan desarrollar un mundo más íntimo y afectivo acorde con las necesidades existenciales de la población mundial.
La convivencia propuesta pretende establecer ciertas posibilidades de desarrollar y de dar sentido al trasfondo de las riquezas comprendidas en las ricas vivencias comunitarias. Se enfrenta así con la disgregación personal, social y cultural que supone el mundo actual, cuya dinámica implica el predominio de una maquinaria racionalmente programada con funciones societarias en detrimento de un sustrato espiritual comunitario en donde las personas se sienten parte al compartir una visión del mundo y sostener valores similares como pautas de existencia.
Una auténtica convivencia debe enfrentarse con el profundo desafío de la masificación intrínseca del mundo actual y de la desorientación personal correlacionada. Ante esta realidad, la acción humana debe suscitar la solidaridad con aquellos esfuerzos presentes a pesar de todo dentro del desconcierto actual, que recogen de las más diversas maneras el aporte creativo de una adecuada vivencia comunitaria.
Se requiere enfrentar con suficiente sentido de realidad la estructura comunicativa existente, cuyas modalidades y mecanismos publicitarios no son muchas veces adecuados a la profunda necesidad humana de encontrar una adecuada conjugación entre el encuentro sincero y la diferenciación respetuosa de los entes humanos. Para esto, hay que definir y sostener el sentido de identidad y el sentimiento de lo propio en las distintas vivencias personales, regionales, grupales, nacionales e internacionales.
Por eso, hay que favorecer encuentros comunitarios, nacionales, regionales y mundiales entre personas y dirigentes sociales, políticos y culturales que busquen solventar las deficiencias de convivencia humana en el mundo actual, con un énfasis especial en la experiencia y contribución de todos los esfuerzos de voluntariado donde se originan convivencias, servicios e intercambios humanos sin fines de lucro.


3. JUSTIFICACIÓN DE LA PROPUESTA



La mejor convivencia humana es una obligación mundial ya que su ambiente actual está dominado por una historia de guerras y explotación humana, de egoísmos e incomprensiones humanas. La presente propuesta es así una necesidad esencial para aprovechar las ventajas y corregir los errores del mundo actual.
A pesar de los éxitos comunicativos actuales, la falta de comprensión entre los humanos sigue siendo un grave problema que debe ser abordado de diversas maneras. De hecho, el uso actual de las tecnologías informáticas suele ocultar detrás de todo su brillo cierto desinterés por las necesidades, por los sentimientos y por las aspiraciones de las personas ajenas a sus intereses de dominación política y económica vigente. De hecho, los progresos técnicos correlacionados no resuelven adecuadamente los problemas de la miseria, de la violencia, de la explotación y de la marginación padecidos por muchos entes humanos.
El desarrollo de los medios de comunicación actuales, tanto físicos como informativos, ha generado que la interrelación humana se haya hecho en cierto sentido un asunto planetario. Su realidad comunicativa ha determinado así la existencia de ciertas dimensiones colectivas relativamente generalizadas en lo económico, lo político, lo institucional, lo científico, lo tecnológico, lo artístico, lo deportivo, lo informativo, etc. El humano puede ahora ‘sentirse parte de un mundo’ en aquellos aspectos donde las vivencias de los otros lo afectan de modos diversos a través de las redes de comunicación establecidas. Pero, por otra parte, esta realidad también ha puesto en jaque el ‘sentido de identidad humana’ y el ‘sentimiento de lo propio’ de las distintas vivencias personales, regionales, grupales, nacionales, etc. Este es el drama más serio del mundo actual.
Nuestra propuesta enfrenta también los problemas ligados con la dialéctica permanente entre la individualidad y la colectividad del mundo actual. Debe abordar el profundo desafío de la ‘masificación’ intrínseca y de la desorientación personal correlacionada con una situación humana que se intensifica gracias a los procedimientos propios. Ante esta realidad, los humanos tienen que fundamentar su acción en la solidaridad con aquellos esfuerzos dentro del desconcierto actual que recurren de las más diversas maneras al aporte creativo de una auténtica convivencia; como sucede, por ejemplo, con muchas de las organizaciones de auxilio a los accidentados, a los drogadictos, a los alcohólicos, a los discapacitados, a los moribundos, a los enfermos crónicos, etc.
En este sentido, hay que poner de relieve la importancia de asumir una relación bien orientada en la solución de los problemas, personales y sociales, así como de favorecer las condiciones de interrelación entre los pueblos e individuos que permitan desarrollar una auténtica convivencia humana. Con este fin, hay que enfrentar la disgregación personal, social y cultural que supone el mundo actual, cuya dinámica implica un predominio de las dimensiones más ‘societarias’ sobre las más ‘comunitarias’.
En efecto, las manifestaciones del intercambio societario dependen de una maquinaria racionalmente programada donde cada cosa cumple funciones determinadas, mientras la comunidad es un sustrato espiritual en donde las personas se sienten parte al compartir una visión del mundo y sostener valores similares como pautas de existencia. Para decirlo en términos de Ortega y Gasset, la sociedad maneja ‘ideas’ operativas mientras que la comunidad sostiene las ‘creencias más profundas’ en las que la vida humana se sostiene como el pez en el agua. Por eso, la sociedad solo crea ‘utilidad’, en tanto que la comunidad engendra sobre todo ‘sentido’.
Las condiciones operativas de la vivencia utilitaria y funcional de las instancias societarias del mundo actual han generado una precipitación y unas tensiones con el aislamiento existencial más característico de las ‘grandes concentraciones urbanas’. Este predominio de la urbe ha suscitado el deterioro de muchas de las instituciones y valores humanos integrados en las vivencias quizás más sopesadas y solidarias que generaban las condiciones existenciales de la típica convivencia de los pueblos y hogares tradicionales, donde el sustrato comunitario tenía un papel predominante.
Sin pretender resucitar tiempos pasados para solventar estas deficiencias, hay que centrar las preocupaciones en las condiciones de la ‘vida comunitaria’ y en los núcleos más naturales de su gestación: la familia, las comunidades habitacionales y laborales, las comunidades religiosas y culturales, en donde los entes humanos no sólo tenían tareas por cumplir, sino que encontraban o debían encontrar ciertos apoyos existenciales que sostuvieran los ‘ideales’ y ‘valores’ que orienten su realidad personal y comunitaria.
Una auténtica comprensión y convivencia entre los entes humanos más diversos es el mejor fundamento del intercambio comunitario, de la solidaridad, del respeto mutuo y del apoyo a la propia vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta. Desde esta perspectiva, hay que establecer posibilidades de desarrollar los niveles de una mejor convivencia humana sobre el trasfondo de las riquezas comprendidas en las vivencias comunitarias.
Por estas razones, la esencia del proyecto tenía un sustrato profundo de cercanía con los objetivos, las intenciones y las implicaciones de las instancias, nacionales e internacionales, que se hayan intrínsecamente ligadas a las ideas de la paz y de la solidaridad humana, cuya realización integral es un deber moral de cada persona y una exigencia política de cada instancia, nacional y mundial. El esfuerzo de mejorar el mundo supone un fundamento comunitario de apoyo, de solidaridad, de respeto mutuo y de servicio a la vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta. De hecho, una sólida convivencia humana es la condición indispensable para alcanzar la paz y el desarrollo verdaderos.  
Una comprensión integral de la realidad concreta de los entes humanos debe llegar hasta las raíces más profundas: los valores, las aspiraciones, los sentimientos y las visiones del mundo que sostienen la identidad, personal y comunitaria, de cada cual. Por eso, la resolución de los problemas humanos concretos requiere una real convivencia y una profunda comprensión de los derechos fundamentales de los entes humanos.
La búsqueda de soluciones debe llegar hasta el trasfondo donde se debaten los valores, las aspiraciones, las cosmovisiones y los sentimientos propios de la identidad y solidaridad humanas. Pero, muchas de las respuestas nacionales e internacionales, estatales y privadas, ante los problemas actuales se convierten en un pobre conjunto de unos simples remedios paliativos, que solo eliminan los efectos más evidentes del desequilibrio constatado; pero no logran enfrentar sus causas reales.
En el mundo actual, los aspectos medulares de la existencia plenamente humana son desvalorizados. Por eso, el drama de la incomprensión y de la incomunicación humana es grave. De hecho, al no respetar el verdadero sentido de la vida personal y comunitaria, al no afrontar las exigencias de una auténtica convivencia, los remedios paliativos de muchas políticas asistenciales vigentes son insuficientes.
La dramática situación del mundo actual denota una severa carencia de entendimiento y de colaboración solidaria entre países, comunidades y entes humanos, en la que esta propuesta trata de ser una de las ayudas necesarias. De hecho, la urgencia de respuestas compartidas ante este profundo desafío, moral y cultural, justifica la existencia de diversas instancias que resuelvan en parte el problema psicológico y cultural del mundo actual: tenemos aprender a ver los otros entes humanos como personas con las que convivimos, no como cosas que usamos.
El desafío humano más profundo de esta propuesta está en la posibilidad de una convivencia integral cuya meta es colaborar más allá de los intereses creados. Por eso, la búsqueda de soluciones al profundo drama actual debe centrar su acción en una auténtica interrelación, comprensión y cooperación entre los entes humanos. Se requiere una acción solidaria con los otros entes humanos y con el medio ambiente. En efecto, ni los entes humanos, ni la naturaleza son cosas utilizables en función de unas necesidades contables, sino realidades vitales con las que se convive. Por eso, solo el aporte fraterno de todos, personas e instituciones, permite la superación de las deficiencias detectadas en la convivencia humana actual.
Como las instancias societarias del mundo actual generan la precipitación, las tensiones y el aislamiento existencial, característicos de sus concentraciones urbanas y suscitan el deterioro de muchas instituciones y valores humanos más sopesados y solidarios con el sustrato comunitario, hay que centrar sus preocupaciones por las condiciones y el papel predominante de la vida comunitaria en los núcleos más naturales de su gestación: la familia, las comunidades habitacionales y laborales, las comunidades religiosas y culturales, en donde los entes humanos no sólo comparten tareas por cumplir, sino que encuentran o debieran encontrar apoyos existenciales que sostengan los ideales y valores que orienten su realidad personal y comunitaria.
Pero las modalidades comunicativas existentes no facilitan el auténtico sentido de identidad y el sentimiento de lo propio en las distintas vivencias personales, comunales, nacionales e internacionales. Por eso hay que propiciar una convivencia humana más acorde con las necesidades existenciales, racionales y afectivas, de la población humana. Esta debe conjugar, de la manera más adecuada, la necesidad del mutuo encuentro entre los entes humanos, con el peso espiritual de las diferencias, personales y culturales.
En la solución de la problemática mundial, los progresos tecnológicos son elementos esenciales. Pero, sus condiciones, físicas y sociales no pueden ser una cosa utilizada en contra de la lógica interna de la acción y subsistencia de todos los humanos. El problema concreto de una necesaria coexistencia a escala de los derechos humanos más fundamentales es la cuestión existencial de fondo del mundo actual. Su solución más profunda no estriba solo en la existencia formal de recursos materiales como en el manejo de asuntos ligados a la vivencia humana en función de las necesidades de una realidad integral en la que se convive unos con otros.
Al desestimar el papel primordial de las realidades personales y culturales que sobrepasan el enfoque operativo del sustrato productivo y tecnológico, el intercambio político, económico y social del mundo actual ha terminado así por desquiciar, marginar, desvalorizar y amenazar muchas de las potencialidades más fundamentales de la humanidad. De hecho, las respuestas o soluciones, estatales y privadas, nacionales e internacionales, a esta trágica situación son con frecuencia unos simples remedios paliativos que no enfrentan las causas reales que están en el trasfondo más profundo donde se debaten los valores, las aspiraciones, las cosmovisiones y los sentimientos propios de la identidad y solidaridad humanas.
Por eso, la dramática situación del mundo actual exige cambios radicales, ya que la incomprensión entre los entes humanos no se resuelve simplemente con exponerla, investigarla o estudiarla. Hay que actuar a fondo para corregir sus efectos. De hecho, en ausencia de una convivencia y de una comunicación en sus dimensiones más profundas, aunque desempeñen ciertas tareas sociales y obtengan ciertos productos materiales, muchos pierden fácilmente sentido como auténticas realidades humanas.
La falta de entendimiento y de colaboración entre los entes humanos para resolver sus problemas de fondo genera un profundo deterioro moral y cultural. En efecto, la verdadera comprensión social del significado de la coexistencia entre los entes humanos necesita sobre todo de un ambiente social donde los valores espirituales propicien mejores respuestas al profundo cuestionamiento sobre el sentido de la existencia, con base en las experiencias vitales que la impregnen de sentido.
Esto demanda una profunda interacción donde las diversas instancias, personales y comunitarias, se perfilen como elementos significativos de una búsqueda compartida de mejores horizontes sociales. Pero, ante los diversos problemas de su realidad material concreta, el siglo XX se ha caracterizado por el desarrollo vertiginoso de su capacidad operativa en el manejo de las más diversas tecnologías destinadas a solventar problemáticas específicas de su mundo financiero. Sin embargo, este desarrollo funcional y operativo ha engendrado constantemente su propia contradicción interna al arrastrar en sus venas una profunda deficiencia en los aspectos personales, sociales y culturales de la convivencia que debe ser resuelta de manera decidida y valiente. Pero la resolución del problema de esta conflictiva situación de incomprensión humana exige un cambio de mentalidad sobre la interrelación humana y el aporte de una comprensión más integral que funcional, más existencial que racional, en la que el juego de conceptos no sea más que una forma inicial de su promoción.
Por eso, al enfocar la problemática humana con una visión amplia, hay que ofrecer un apoyo esencial en la búsqueda de un adecuado intercambio humano sobre experiencias e ideales orientados hacia la globalidad de los requerimientos de la plena realización de la auténtica condición humana en todos los pueblos e individuos humanos. En efecto, la suposición básica de esta demanda consiste en la aceptación honesta y responsable por parte de las personas participantes de una búsqueda de lo plenamente humano a través de la convivencia interpersonal y social.
Por estas razones, esta demanda tiene en su misma esencia un sustrato profundo de cercanía con los objetivos e intenciones de la búsqueda mundial de un desarrollo y de una paz integral, ya que esto es un deber moral de cada persona y una exigencia política, nacional y mundial, que supone un fundamento comunitario de apoyo, de solidaridad, de respeto mutuo y de servicio a la vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta.
Desde esta perspectiva, con la imaginación, el aporte y la decisión de todos se pueden enfrentar los desafíos, dilemas y conflictos internos del mundo actual en su perspectiva humana más trascendental, para obtener una respuesta plenaria, más allá de las limitaciones impuestas por la dinámica restrictiva de los intereses creados.
Sin entrar en disquisiciones filosóficas academicistas, se podría señalar que la dialéctica existencial de los entes humanos implica necesariamente que las respuestas particulares de cada individuo o grupo humano juegan siempre un papel fundamental en la búsqueda del significado de lo verdaderamente humano y se convierten en elementos complementarios o contrapuestos del debate sustancial sobre el sentido de su necesaria coexistencia social.
Su auténtica comprensión demanda una profunda reflexión, diálogo e intercambio humanos que permitan la captación sólida y reposada de una dinámica interna en la que las respuestas existenciales efectivas de las diversas instancias humanas se perfilan como elementos centrales del conflicto espiritual permanente de la realización humana en la que se genera, de las más diversas maneras, un estado dinámico de tensión entre polos contrapuestos, necesarios e irreductibles.
En dicho sentido, con el fin de destacar las necesidades existenciales a las que trata de responder esta propuesta, es conveniente establecer algunas breves reflexiones sobre ciertos ejes particulares de esta problemática existencial de los entes humanos.
La relación existencial de los entes humanos comporta un profundo debate y una dialéctica complementaria entre las exigencias del deseo de ‘ser’ y las demandas del ‘poder ser’, donde cada modo de ser implica siempre una relación dialéctica con las posibilidades, asumidas o denegadas, en la que sus demandas propias se implican y contraponen continuamente. Así, al partir del siglo XIX, el desarrollo tecnológico goza de una captación energética, sustentada en la influencia de la física y química como paradigmas mentales del mundo occidental. Las fuerzas dominantes del intercambio humano moderno en los ámbitos productivos, políticos y económicos han desquiciado así en muchos aspectos la compresión global de las potencialidades humanas al encerrar sus planteamientos dentro de los parámetros circunscritos de sus llamadas ‘determinaciones’, ‘constataciones’ y ‘predicciones’ científicas de un supuesto ‘desarrollo humano’, con un descuido profundo del auténtico respeto y promoción de otras dimensiones ajenas a sus supuestos básicos.
Esta dialéctica humana permanente entre el ser y el poder ser se relaciona en forma precisa en el mundo actual con la contraposición dialéctica con el conflicto entre el ‘ser’ y el ‘tener’ que modula su dinámica interna. Ciertamente, la desnutrición, la falta de vivienda y muchas otras manifestaciones de la miseria que padece gran parte de la humanidad, ponen en evidencia que para ‘ser’ verdaderamente humano es necesario tener las condiciones necesarias para serlo. Sin embargo, al reducir socialmente el ser a un simple tener en manos de unos pocos se suele propiciar un profundo desequilibrio en la verdadera comprensión del sentido de la existencia humana.
Así, la valoración existente de las posesiones, materiales o sociales, en el mundo actual ha desarticulado la significación humana. En este sentido, hay que propiciar las condiciones necesarias de un intercambio humano donde ni la obsesión de poseer, ni las diferencias del tener, marquen limitaciones significativas en la búsqueda de una comprensión profunda y compartida del sentido auténtico de la condición de ‘entes humanos’ en todas las personas implicadas.
En efecto, el mundo actual ha adquirido un profundo potencial operativo en el que las ciencias y técnicas afinan constantemente sus procedimientos e instrumentos desde una perspectiva funcional donde los humanos desempeñan tareas y obtienen productos de una manera tan dispareja que sus vivencias pierden sentido como realidades propias, subjetivas, espirituales. Por ausencia de una auténtica convivencia, de una real comunicación y comprensión en sus dimensiones más profundamente humanas, el actual universo tecnológico manifiesta, en forma dramática, el descuido injustificado de muchas necesidades humanas elementales en gran parte de la población de todo el mundo, así como una descoordinación interna y una incomprensión de la profunda realidad de la vida personal y comunitaria de los entes humanos más allá de sus funciones utilitarias.
Estas suposiciones de la tecnocracia actual han limitado las posibilidades humanas a las modalidades de acción humana prevista. Por la captación tendenciosa de lo ya hecho desde ese esquema conceptual específico, el resto de las demandas humanas ha sido algo marginado y despreciado como si fuese unas simples manifestaciones de un ‘primitivismo’ que debería ser superado.
Por el contrario, nuestra propuesta pretende ofrecer una instancia de diálogo e intercambio, abiertos y no prejuiciados, en todas las dimensiones de búsqueda sincera de la plena realización humana. En efecto, en la concepción dominante en los organismos gestores del desarrollo económico, político y aún social imperante a nivel mundial, con frecuencia las religiones, las filosofías, las prácticas y los rituales de muchos pueblos han sido desvalorizados, amenazados o destruidos en nombre de una pretendida ‘cultura superior’. Por tal motivo, para compensar este desequilibrio, hay que busca puntos de encuentro e interrelación humana que permitan entablar un diálogo entre las posibilidades y limitaciones de las cosmovisiones dominantes y la gran riqueza de las perspectivas humanas diferentes fundadas en los valores menospreciados o arbitrariamente marginados por el sistema establecido.
Hace ya bastantes años, una de las figuras espirituales del mundo occidental, el Papa Pablo VI, correlacionaba ( Populorum Progressio) la paz con el desarrollo al sostener que “la paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres”. De hecho, tanto la paz como el desarrollo implican necesariamente el establecimiento previo y constante de una auténtica comprensión y convivencia humanas entre los entes humanos más diversos.
En las condiciones actuales, se puede reinterpretar este planteamiento humanista sosteniendo que la convivencia humana es la condición indispensable para alcanzar una auténtica paz y un verdadero desarrollo. De hecho, la paz como el desarrollo implica necesariamente el establecimiento previo y constante de una auténtica comprensión y convivencia humanas entre los entes humanos más diversos, ya que estas son la condición indispensable para alcanzar una auténtica paz y un verdadero desarrollo.
La experiencia histórica nos muestra que la condición humana se caracteriza por presentar una realidad multivalente que no acepta respuestas simplistas, aunque éstas vengan encubiertas con impresionantes revestimientos teóricos o tecnológicos. Ciertamente, los progresos políticos y tecnológicos modernos son un elemento esencial en la resolución de la problemática mundial. Pero, el problema de fondo del mundo actual es, en muchos aspectos, más vivencial que técnico, más espiritual que material. La problemática central del problema estriba sobre todo en asuntos ligados a su orientación y no tanto en la posible existencia de recursos a nivel mundial, y muchas veces regional, capaces de poder resolver los problemas concretos de una verdadera existencia a escala de los derechos fundamentales de los entes humanos.
Por efecto de los intereses económicos implicados, el desarrollo tecnológico actual ha desestimado el papel primordial de las dimensiones personales y culturales que sobrepasan su enfoque causal y operativo, las que sin embargo sostienen la apertura de la realidad humana hacia los valores más espirituales que puedan dar respuesta al cuestionamiento profundo sobre el sentido de la propia existencia.
De esta manera, el mundo actual se ha convertido en una enorme sociedad que, so pretexto de desarrollarse, encierra a su comunidad humana dentro de jaulas funcionales quizás tecnológicamente bien construidas, pero sobrecargadas de injusticia y desinterés por las necesidades, los sentimientos y aspiraciones de los entes humanos ajenos a sus intereses políticos o económicos. En su sentido más plenario, el enfoque que ha asumido la tecnología moderna puede permitir por sí mismo quizás la colaboración operativa, pero no necesariamente la comprensión humana, ya que las riquezas de la convivencia sobrepasan sus limitadas interrelaciones. Por tal motivo, los entes humanos se suelen entender en el ámbito tecnológico en términos de resolver asuntos específicos; pero no suelen comprender necesariamente el trasfondo más integralmente humano.
La tecnología no es más que un medio cuyas dimensiones humanas dependen de los valores y experiencias vitales que la impregnen de sentido. En consecuencia, hay que defender la necesidad de favorecer los encuentros comunitarios, nacionales, regionales y mundiales de todas aquellas personas y dirigentes sociales, políticos y culturales que busquen sinceramente solventar los errores y las deficiencias de convivencia humana que ha generado el mundo actual. Hay que poner un énfasis especial en recoger la experiencia y el aporte de todos los esfuerzos de voluntariado donde se generan convivencias, servicios e intercambios humanos sin fines de lucro.
La defensa de la convivencia humana debe centrarse en la promoción de una auténtica comprensión, interrelación y cooperación entre los entes humanos, con la intención de colaborar en la búsqueda de soluciones al profundo drama del mundo actual. Sus tareas centrales responden a la necesidad de encontrar respuestas compartidas ante el serio desafío de un mundo, con extraordinarios progresos técnicos, que mantiene sin embargo un delicado y tonto nivel de incomprensión, de desorientación, de violencia, de explotación, de marginación y de injusticia.
Al buscar a todos aquellos que luchan por consolidar una auténtica interrelación, comprensión y cooperación entre los entes humanos, esta propuesta trata de propiciar la necesidad de establecer unas instancias vivenciales que colaboren en la búsqueda de soluciones profundas. En efecto, los progresos comunicativos, científicos y organizativos han facilitado un enfoque funcional de los problemas humanos. Pero, para ofrecer mejores perspectivas a la plena realización de lo humano, se requiere un trasfondo valorativo y vivencial más sólido. Al tratar de solventar ciertas carencias subjetivas de los entes humanos implicados, los mecanismos rituales de muchos condicionamientos tecnológicos tienen defectos severos sobre la convivencia humana. Por tal motivo, hay que poner la ciencia y la organización social actual al servicio de la interrelación cultural, psicológica y espiritual de los entes humanos con el fin de superar al menos en parte los defectos engendrados por el uso muchas veces deshumanizado que ha tomado la tecnología de estos tiempos.
Ante la dramática situación social, política y económica que padecen los habitantes de gran parte del planeta, algunos dirigentes políticos, religiosos y culturales, así como muchas personas con responsabilidad social insisten en solucionar las manifestaciones más trágicas de estas contradicciones humanas en un universo que posee las posibilidades técnicas para solucionar esos desequilibrios estructurales. Pero, al tratar de superar el problema social ligado al manejo deshumanizado del poder y del sistema productivo, a la inadecuada distribución de los beneficios y al uso también inadecuado de medios técnicos e institucionales donde la violación o ausencia de respeto a los derechos humanos, el uso de la violencia y la injusticia social es lo usual.
Por eso, el problema irresoluto de la miseria, de la desnutrición, de las condiciones insalubres de existencia, del analfabetismo y de muchas otras manifestaciones de la incomprensión humana se desarrollan como un cáncer planetario, las soluciones nacionales e internacionales, estatales y privadas, suelen convertirse en un conjunto de remedios paliativos, pretendidamente fundamentados en un simple llamado a la solidaridad humana. Pero la mayoría de las soluciones propuestas solo logra eliminar algunos pocos de los efectos más evidentes, sin enfrentar las causas reales del desequilibrio constatado.
La valoración del tener ha perdido en el mundo actual gran parte el sentimiento de respeto por todos aquellos valores humanos que no se expresan en posesiones materiales. Pero, estos valores sustanciales tan fácilmente ignorados son la condición elemental para una adecuada convivencia humana. Por eso, el necesario debate está en un trasfondo más profundo donde se debaten los valores, las aspiraciones, las cosmovisiones y los sentimientos propios de la identidad y solidaridad humanas.
De hecho, la ambición de poder que se esconde detrás del predominio de una pretendida eficiencia en la producción y la búsqueda de ganancias en el mercado suele condicionar negativamente muchas realizaciones humanas. Pero en la existencia personal y comunitaria, los ‘hechos’ se enfrentan siempre con los ‘ideales’, las aspiraciones, las ambiciones y los deseos que se proyectan hacia el futuro en búsqueda de la propia afirmación como entes humanos. De esta manera, una determinada manera de entender el poder ser y el tener humanos, que se ha impuesto por sus ventajas pragmáticas a corto plazo, ha propiciado un desequilibrio que debe ser compensado por medio de mecanismos y recursos institucionales que favorezcan la convivencia humana desde una perspectiva diferente, donde puedan expresarse las dimensiones humanas marginadas por los elementos dominantes del sistema establecido.
En este sentido, hay que propiciar condiciones de intercambio humano donde las personas participantes puedan comprender, expresar y apoyar los ideales y aspiraciones más profundos de la conciencia humana, ligados a su búsqueda personal y social de realización plenaria de lo humano.
Más allá de ciertas manipulaciones políticas o económicas a que puede prestarse, el concepto de ‘desarrollo sostenible’ inspirado de las preocupaciones ecologistas tiene que enseñarnos mucho sobre las nuevas orientaciones que se debe impulsar. Los planteamientos ecológicos nos recuerdan que la naturaleza no es una cosa que se utiliza, sino una realidad con la que se convive mientras la visión tradicional de la vivencia de los entes humanos en la naturaleza se fundaba principalmente en una captación falseada como un conjunto de potencialidades que el hombre podía programar en función de sus necesidades, desconociendo la lógica interna de la acción y la subsistencia implicadas en el ambiente.
Pero el planteamiento ecologista es así un destello que abre las puertas a una búsqueda más integral de la convivencia humana no sólo con la naturaleza, sino también y sobre todo con los otros entes humanos. En la situación actual, los pensamientos, los sentimientos, las aspiraciones y las producciones humanas que no logran valorarse en el ‘mercado’ económico, político y comunicativo, son artificiosa o maliciosamente desvalorizadas. De esta manera, los problemas y potencialidades humanas se circunscriben y convierten en simples asuntos estereotipados que se producen y distribuyen en el mercado espectacular de los objetos, de las noticias y programas comunicativos, y no en los ‘desafíos’ que se debe enfrentar para obtener las mejores soluciones desde una búsqueda plenaria de lo humano.
Nuestra propuesta pretende favorecer un ambiente de diálogo abierto donde las manifestaciones humanas desvalorizadas por las demandas del mercado puedan tener alguna posibilidad de ofrecer sus aportes y riquezas espirituales y culturales, más allá de las limitaciones impuestas por la dinámica restrictiva del mercado. Desde esta perspectiva, se pueden enfrentar muchos dilemas y conflictos internos del mundo actual desde una perspectiva humana más trascendental, donde las demandas de convivencia se conviertan en el eje central de la necesaria superación de las deficiencias detectadas en el vertiginoso movimiento de la interrelación humana actual.
Por tal motivo, es quizás conveniente señalar algunas posibles tareas de la promoción de una mejor convivencia humana con suficiente sentido de realidad. De hecho, la estructura comunicativa existente carece de modalidades y mecanismos adecuados a la profunda necesidad humana de encontrar los aspectos que definan una adecuada conjugación entre el encuentro y la diferenciación de los entes humanos.
Por eso, al indagar sobre su realidad personal, los entes humanos se encuentran con frecuencia desvalidos ya que toda la pléyade de datos y reportes colectivos no responden adecuadamente, en su mundo más íntimo y afectivo, a sus necesidades existenciales más profundas. Así vemos, por ejemplo, que a pesar de tener suficientes recursos materiales y posibilidades comunicativas, por falta de una orientación adecuada, muchos jóvenes de países económicamente privilegiados no recurren a ellos para desarrollar creativamente ni sus potencialidades personales, ni mucho menos las de las personas maltratadas por el sistema. Con frecuencia, se refugian desesperadamente en bandas de conductas antisociales y expresan sus sentimientos de identidad de maneras alocadas e irreflexivas. Por razones idénticas, el mundo actual está padeciendo el flagelo del narcotráfico y la drogadicción.
Por tal motivo, aún en muchos casos de la más generosa dedicación a los problemas humanos, su problemática suele ser enfocada desde una perspectiva en la que el manejo operativo, funcional o instrumental de la realidad material y social de la problemática humana choca con la carencia de una vivencia más integral, personal y comunitaria, más íntima y profunda de las dimensiones espirituales de lo humano.
Desde esta perspectiva, la asistencia social manejada por la mayoría de las instituciones quizás entienda el problema particular de los entes humanos más desvalidos; pero no los resuelve en el pleno sentido de la palabra, es decir, en las profundidades de su realidad personal y comunitaria.
Ante esta dramática situación, hay que abrir caminos a la esperanza. Más allá de exponer, de investigar o estudiar la incomprensión humana, el problema de convivencia exige un cambio de mentalidad y una comprensión integral. El entendimiento entre los entes humanos requiere respuestas al cuestionamiento profundo sobre el sentido de la propia existencia. Por eso, hay que favorecer medios de encuentro comunitario, nacional, regional y mundial a personas y dirigentes sociales, políticos o culturales que buscan solventar las deficiencias de convivencia humana del mundo actual.
De hecho, la auténtica comprensión humana demanda una profunda interacción donde las diversas instancias y respuestas se perfilen como elementos significativos. Por eso, hay que un diálogo abierto entre la gran riqueza de perspectivas y cosmovisiones humanas, donde cada respuesta sincera juegue siempre un papel fundamental. Hay que propiciar un intercambio humano que permita expresar y apoyar las aspiraciones profundas, sin que las obsesiones del mundo actual marquen limitaciones significativas en la comprensión profunda y compartida del sentido auténtico de la condición de ‘entes humanos’.
Las preocupaciones ambientalistas nos recuerdan que la naturaleza no es sólo una cosa que se utiliza en función de necesidades, sino una realidad con la que se convive. Pero, la verdadera convivencia humana no es sólo con la naturaleza, sino también y sobre todo con los otros entes humanos, cuyos problemas y potencialidades son desafíos que se deben enfrentar para obtener una respuesta plenaria.
Desde esta perspectiva, con el aporte y decisión de todos se pueden enfrentar muchos dilemas y conflictos internos del mundo actual en su perspectiva humana más trascendental, donde las demandas de convivencia se convierten en el eje central de la necesaria superación de las deficiencias detectadas en el vertiginoso movimiento de la interrelación humana actual.
Para favorecer condiciones de interrelación entre los pueblos e individuos que permitan desarrollar una auténtica convivencia humana, la convivencia humana propuesta debe contribuir en la solución de los problemas personales y sociales al promover un mundo más íntimo y afectivo acorde con las profundas necesidades existenciales. Para eso, hay que enfrentar con suficiente sentido de realidad la estructura comunicativa existente, cuyas modalidades y mecanismos no son adecuados a la profunda necesidad humana de encontrar una adecuada conjugación entre el encuentro y la diferenciación de los entes humanos, que permita definir el sentido de identidad y el sentimiento de lo propio en las distintas vivencias personales, regionales, grupales, nacionales e internacionales.
Tanto la paz como el desarrollo requeridos implican necesariamente el establecimiento previo y constante de una auténtica comprensión y convivencia humanas entre los entes humanos más diversos, ya que estas son la condición indispensable para alcanzar una auténtica paz y un verdadero desarrollo. Por estas razones, la realización de la paz y del desarrollo integral es un deber moral de cada persona y una exigencia política, nacional y mundial, que supone la necesidad de un fundamento comunitario de apoyo, de solidaridad, de respeto mutuo y de servicio a la vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta.
Al enfocar la problemática humana con una visión amplia, esta propuesta trata de ofrecer un apoyo esencial en la búsqueda de un adecuado intercambio humano sobre experiencias e ideales orientados hacia la globalidad de los requerimientos de la plena realización de la auténtica condición humana en todos los pueblos, sin distingos de raza, lengua, religión, sexo, edad, condición económica o trasfondo cultural.


4. OBJETIVOS DE LA PROPUESTA



En efecto, la única suposición básica que requiere la creación de instancias de convivencia humana consiste en la aceptación honesta y responsable por parte de los participantes de una búsqueda de lo plenamente humano a través de una auténtica relación interpersonal y social. Desde esta perspectiva se precisan sus objetivos fundamentales de este proyecto:

1. Propiciar una mejor convivencia humana en todos los niveles y dimensiones del mundo actual.

2. Favorecer una mayor humanización en el uso de las tecnologías, de los mecanismos comunicativos y organizativos del aparato estatal e institucional, de la industria, del comercio y de todas las interrelaciones sociales, culturales y educativas de los entes humanos.

3. Motivar a todos los entes humanos sobre la necesidad de mejorar la convivencia como prerrequisito y medio fundamental del adecuado desarrollo humano.

4. Facilitar el diálogo profundo dentro de las más diversas comunidades e instancias sociales sobre las ventajas y perspectivas ligadas a un adecuado manejo de la convivencia humana.

5. Promocionar el estudio y la reflexión sincera sobre las condiciones y modalidades de una conducta, personal y social, más favorables para una mejor convivencia humana.

6. Defender los derechos a la plena realización de todos los entes humanos en una convivencia respetuosa de las virtualidades propias y de las diferencias particulares de cada uno.

7. Buscar el enriquecimiento del adecuado conocimiento y de la comprensión de las condiciones favorables al mejor desarrollo de la convivencia humana.

8. Crear condiciones de intercambios entre las diversas personas y movimientos orientados a promover la convivencia entre los entes humanos.

9. Desarrollar la producción de técnicas de grupo que favorezcan la creación de mejores niveles de convivencia entre los participantes de ambientes y culturas diferentes.

10. Divulgar información por los medios pertinentes sobre experiencias exitosas de convivencia humana, obtenidas o constatadas, con el fin de motivar y apoyar todos los esfuerzos orientados hacia su promoción.

11. Buscar los apoyos societarios necesarios para crear encuentros que faciliten la convivencia entre personas de ámbitos sociales y culturales diferentes.

12. Propiciar la convocatoria de dirigentes políticos, culturales, sociales y económicos con poder de mando en sus naciones, en instituciones regionales o internacionales, con el propósito de que de su encuentro salgan resoluciones y un apoyo sustentables para mejorar la convivencia humana a nivel nacional, regional y mundial.


5. PAUTAS ORGANIZATIVAS



Con el fin de producir los documentos de base, hay que establecer los procedimientos organizativos con el fin de gestar los contactos, nacionales e internacionales, necesarios para constituir realmente instancias de convivencia humana. En cada caso, se debe crear el respectivo comando organizativo. No obstante, las personas e instituciones que participen efectivamente en dicho comando deben ser reconocidas públicamente con el fin de ofrecer una estructura organizativa con las instancias necesarias
Al constituir entidades con alcances mundiales o con presencia particular en sus diversos niveles, debe haber una instancia responsable de definir las políticas generales de la institución como una organización ligada a favorecer la mejor convivencia humana.
Con el objetivo de alcanzar la mejor integración de diversas instancias regionales, nacionales y locales, una institución más global debe propiciar los mejores mecanismos de coordinación general en los niveles logrados en su crecimiento. Con este fin debe haber las oficinas y los comandos organizativos requeridos.
Las asambleas de cada país serán las responsables de definir las políticas de aceptar la integración de filiales y de establecer las normas de la inclusión de nuevos miembros.


5. POR UN NUEVO CAMINO



De acuerdo con el espíritu de los tiempos, la consolidación de este proyecto requiere del aporte solidario de todas las personas e instituciones de bien social en el mundo entero. En efecto, sólo la dedicación generosa, el talento creativo, el aporte contributivo, la buena voluntad y el espíritu de solidaridad humana de todos darán vigencia y significado humano a este importante desafío.
Creo que el Internet puede crear un gran apoyo solidario en estas tareas. Por él estamos en contacto con mucha gente, aunque solo encontremos frecuentemente lo que responde a nuestros prejuicios e intereses creados. El resto lo solemos desechar como algo inútil o estúpido. Por eso, lo fundamental es el cambio de mentalidad.
De otra manera, no nos damos cuenta que la mayor estupidez humana es la falta de criterios adecuados para reconocer la parte de verdad que tienen todos aquellos que parecen pensar de manera diferentes.
En estas condiciones, podemos empezar por establecer lazos con nuestra comunidad para entablar lazos abiertos con su población y favorecer la búsqueda de lugar de encuentro entre gente de diversos niveles sociales, de diversas religiones, de diversas orientaciones políticas.
Cada país, cada cultura, cada estrato social, cada formación intelectual, es realmente un aporte. Pero esto es como las limitaciones de aquellos que piensan que las únicas flores bonitas son las rosas.
En todo caso, hace falta buscar dos cosas. Por una parte, está el trasfondo económico: cómo organizar y financiar los eventos. Por otro lado, hay que propiciar los facilitadotes: los coordinadores de los diálogos.