DISPUTA SOBRE LOS CRISTIANOS POR EL SOCIALISMO
1. Los "Cristianos por el Socialismo" se enfrentan al Socialismo Cristiano [1]
Recientemente, a propósito de la discusión sobre la politización de los colegios, se ha traído a colación el documento final del Primer Encuentro Latinoamericano de Cristianos por el Socialismo. Los directores de los colegios, escandalizados por el tono revolucionario del mismo, objetaron su uso en las clases de religión y acusaron a los jocistas de favorecer su difusión. Esta ocasión polémica ha despertado en mí el interés, que he tenido desde hace tiempo, de hacer algunos comentarios sobre este texto para clarificar algunos malentendidos.
Mi intención, al comentar dicho documento, no se centra en el análisis que nos ofrece de la realidad latinoamericana porque, en un plano teórico, considero que no nos aporta nada nuevo. Repite lo que los estudiosos de la situación latinoamericana hemos leído en múltiples ocasiones, generalmente en los análisis de los autores marxistas y, en especial en las consideraciones de casi todos los pensadores de avanzada. El aporte específico de dicho documento es esencialmente circunstancial. Lo importante no es lo que se dice, sino quiénes lo dicen. Sacerdotes, religiosas y laicos, miembros de una iglesia que frecuentemente le tiene horror a afrontar los problemas actuales, han tomado posición por una actitud revolucionaria.
El interés fundamental del documento reside, a mi parecer, en la posición que toman los autores con respecto al aporte específico del cristianismo a la revolución latinoamericana. El Primer Encuentro de Cristianos por el Socialismo, realizado en Santiago de Chile, manifiesta un profundo clima de pesimismo con respecto a las posibilidades del cristianismo para darle un contenido específico al proceso revolucionario. "Los cristianos -afirman- no tenemos y no queremos tener un camino político propio que ofrecer”. Este rechazo de la fecundidad de la visión cristiana en la interpretación y orientación de la vida social se basa en una situación de hecho, la utilización del pensamiento socialcristiano por parte de las clases dominantes para el mantenimiento de la injusticia social; lo que los lleva, en forma absurda y precipitada, a condenar la visión socialcristiana de la sociedad, considerándola como esencialmente ligada a una perspectiva conservadora y antirrevolucionaria.
En esta asimilación, comprensible pero injustificable, se asienta la debilidad de su posición: el extrañamiento del cristianismo dentro de la adopción indiscriminada de la visión marxista de la sociedad.
En forma certera constatan los firmantes del documento que los principios de la filosofía cristiana han sido malinterpretados al ligárselos al mantenimiento del sistema capitalista, al empleárselos para esconder la injusticia y la explotación, mediante una falsa acción social que trata de corregir los defectos del sistema, sin atacar las verdaderas causas insertas en el sistema mismo. Estoy de acuerdo con ellos, cuando afirman que "la ideología dominante penetra en cierta medida la expresión de la fe cristiana, en particular la doctrina social cristiana, la teología, las organizaciones de la Iglesia".
Pero esta triste constatación es un desafío para la conciencia cristiana. Una actitud revolucionaria se impone a los cristianos como una necesidad, no solamente como una exigencia histórica, sino como una obligación de la propia fidelidad a las convicciones y a la misión del cristiano.
Sin embargo, la respuesta de los llamados Cristianos por el Socialismo es una huida de las riquezas del cristianismo, para refugiarse bajo las tiendas del marxismo. La visión del cristianismo se convierte entre sus manos en una perspectiva individualista e intimista, que justifica su compromiso personal con la revolución, pero que no proyecta ninguna luz sobre la organización social. La parcialidad de su enfoque del cristianismo los lleva a considerar el aporte cristiano como un elemento puramente formal motivacional desligado de todo contenido real.
Pero, como escribe Claudio Orrego al comentar el documento del grupo Manuel Larraín presentado en dicho encuentro, "si algo define al socialcristianismo es que constituyó la toma de conciencia del mundo cristiano de que los problemas éticos rebalsaban la dimensión individual y también tenían una dimensión social. Se trataba de aclarar que el cristianismo como vocación no terminaba en los límites de la conciencia individual sino que también se proyectaba en todos los ámbitos del quehacer humano".
Los firmantes del documento reconocen que "el compromiso revolucionario implica un proyecto histórico global de transformación de la sociedad. No basta la generosidad ni la buena voluntad. La acción política exige un análisis científico de la realidad, creándose entre la acción y el análisis una constante interrelación". En esta sección estamos todos de acuerdo.
El problema para los socialistas que se pretenden cristianos, es que asumen como una tesis a priori la afirmación marxista de que la única y exclusiva posibilidad de un socialismo es el modelo marxista; lo cual es comprensible en su caso, porque han renunciado a priori a toda posibilidad de una visión cristiana de la sociedad socialista. Su descorazonamiento con respecto al cristianismo es explicable por la carencia de algunos elementos de interpretación científica en muchos de los análisis de los pensadores cristianos. Esto los lleva a condenar la ética social fundada en los valores cristianos. Como dice Orrego, "si no sienten la falta de una ética cristiana es porque en la práctica, han asumido ya una diferente, en este caso la marxista."
Ante la angustia de una sociedad latinoamericana que se deteriora crecientemente, estos Cristianos por el Socialismo "prefieren la seguridad psicológica de refugiarse en el ‘bien absoluto’, para enfrentar ‘el mal absoluto’. El mal ‘per se’ es el capitalismo y el bien, el socialismo". Su sentimiento de culpabilidad como cristianos, que no han afrontado el desafío de la historia, los lleva a asumir, en forma simplista, un refugio contra su mala conciencia, negando el verdadero compromiso con su fe cristiana.
Los Cristianos por el Socialismo reconocen que "el compromiso revolucionario tiene una función crítica y dinamizadora respecto de la fe cristiana. Crítica de sus complicidades históricas, abiertas o sutiles con, la cultura dominante. Dinamizadora en cuanto obliga a la vivencia de la fe, cristiana a tomar caminos inéditos e inesperados". Pero convierten esta dinamización y esta creatividad de la fe cristiana en un extrañamiento, en una alienación (tomada en su sentido etimológico, estar en otro).
El socialismo no es un problema puramente técnico o sociológico, implica una visión del universo, una filosofía. Por esto, según los valores humanos que estén en juego, podemos hablar de diferentes tipos de socialismo, como hablamos de diferentes tipos y formas de democracia. Pero los socialistas que se llaman cristianos caen en un historicismo y en un relativismo cándidos. En lugar de profundizar en el cristianismo y adecuarlo a los momentos históricos que vivimos, sobrevaloran la historia, negándole todo sentido cristiano, al desechar toda ética socialcristiana.
Si estos Cristianos por el Socialismo fueran realmente cristianos en su visión de la sociedad, como escribe Claudio Orrego, "a lo más debieran reivindicar, tan sólo, el hecho de que una ética no basta para transformar la realidad y que por ello se hace necesario asumir una tesis científica por añadidura". Pero, por el contrario, lo que hacen es sobrevalorar los aportes científicos del marxismo, quedándose en una visión dogmática de la verdad marxista.
Ciertamente, el pensador actual que no ha asimilado a Marx está fuera de época. La visión conflictual de la sociedad que nos da la interpretación científica de Marx es fundamental para entender los problemas actuales. Pero toda revolución es un partir de un tipo de sociedad para ir hacia otro tipo de sociedad que engendra valores nuevos. Aceptar a Marx indiscriminadamente no es sólo servirse de sus aportes científicos, es comulgar con su filosofía. Y realmente no comprendo como puede haber personas tan cándidas que consideren que la visión marxista coincide en todo con el cristianismo. Pero si no se da tal coincidencia entre todos los valores cristianos y los valores marxistas, nos quedará a los cristianos la obligación de hacer la revolución cristiana para encaminar la sociedad comunista hacia una sociedad más humana, es decir, más cristiana (si es que creemos que el. cristianismo es una visión humanista). En el caso contrario, llamemos las cosas por su nombre, reconozcámonos abiertamente marxistas y dejemos de emplear el cristianismo en una forma desvirtuada para justificar nuestra adhesión a visiones del mundo que le son extrañas.
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Los verdaderos cristianos por el socialismo son aquellos que encuentran en su cristianismo la fuerza para ser revolucionarios y propiciar una nueva sociedad inspirada de los valores cristianos que tendrá que ser en las condiciones actuales una sociedad de tipo socialista. Pero entonces los cristianos por el socialismo tendrán que ser cristianos por el socialismo cristiano. En caso contrario, podrán ser socialistas, pero no cristianos. ,
2. Manipulación Electoral de la Fe Cristiana [2]
A "La Nación" se ha unido el Lic. Jaime González, Secretario General del Partido Demócrata Cristiano, en la "defensa" de la ortodoxia cristiana y la condena del "extrañamiento" de la fe cristiana en una opción socialista (sin apellido). Ahora resulta que los únicos "verdaderos cristianos" son los que buscan un socialismo cristiano, es decir, son los demócratas cristianos.
Si esto no es manipulación electoral de la fe cristiana, no sabría qué es. El que no es demócrata cristiano no sólo no es cristiano sino que es incapaz de construir una sociedad nueva.
Este juicio lo lanza el Secretario de la Democracia Cristiana en nombre de los "valores cristianos", de la "visión cristiana" del mundo, de la "visión social cristiana de la sociedad", de la "ética cristiana", etc. Es decir, que la fe cristiana, para Jaime González, no es más que una "visión humanista", una filosofía, aunque lo diga entre paréntesis.
A los cristianos que creemos que hay una única revolución socialista, y no una buena que es la cristiana y otra mala que es la marxista, nos condena a la "mala conciencia" a través de un análisis de carácter efectivo o psicológico y no de razones teológicas o de hechos.
Pero en ningún momento dice el Secretario de la Democracia Cristiana en qué consiste esa "visión cristiana" de la sociedad, esos "valores cristianos" que están excluidos de la nueva sociedad socialista. No dice tampoco en qué consiste el aporte específico y original del cristianismo a la interpretación y orientación de la vida social.
No son ciertamente las realizaciones políticas de la Democracia Cristiana, en los distintos países del mundo occidental donde ha tenido el poder, las que demostrarían la eficiencia de esa "visión cristiana" en la construcción de una sociedad nueva. No sería tampoco el reciente intento del socíalcristianismo criollo de aliarse con tendencias políticas de extrema derecha, siguiendo el ejemplo de sus correligionaríos chilenos.
Le queda por decir a Jaime González en qué consiste el "socialismo cristiano". Tendrá que demostrar que hay un socialismo que no sea marxista. Y tendrá que demostrar que el socialismo científico que inventó Marx es incompatible con la auténtica fe cristiana; no con la caricatura que él insinúa, sino la fe del Evangelio, la de los profetas, la de los santos dé la iglesia. Creo que para eso tendrá que superar la teología y la filosofía de Emmanuel Mounier o de Jacques Maritain. Y digo que no sólo la teología sino esa visión del mundo o del hombre castrado por la Revelación. De un hombre incapaz de hacer la revolución sin la "ayuda" de Dios, de un hombre de segunda categoría si no es cristiano, de un cristiano dominador llamado a dirigir el proceso revolucionario.
Me pregunto si en el "cristianismo" de Jaime González hay un Dios gratuito, pura gracia, que sólo se le conoce si se le ama libremente.
Le devuelvo a Jaime su misma recomendación: "llamemos las cosas por su nombre... y dejemos de emplear el cristianismo en forma desvirtuada para justificar nuestra adhesión a visiones del mundo que le son extrañas".
Javier Solís.
3. Javier Solís se sale por la Tangente [3]
Lamento que el Padre Javier Solís haya eludido cuidadosamente la justificación, teológica o filosófica, de sus opciones políticas. En su respuesta a mi artículo sobre los Cristianos por el Socialismo, se refugia principalmente en los argumentos ad hominem. Pero tal tipo de argumentos no son sino una mampara que esconde la problemática de fondo. Los argumentos ad hominem, cuando son empleados con tino, lo más qué hacen es sostener una defensa provisional finalmente dudosa y de escaso valor demostrativo.
El padre Solís elude la justificación de sus posiciones y me devuelve el problema cuando dice: "Le queda por decir a Jaime González en qué consiste el "socialismo cristiano". Tendrá que demostrar que hay un socialismo que no sea marxista. Y tendrá que demostrar que el socialismo científico que inventó Marx es incompatible con la auténtica fe cristiana". A pesar de la falta de justificación de sus opciones, el artículo del Padre Solís tiene el valor del desafío. El reto es interesante y la problemática planteada fundamental. Espero que Javier Solís responda de frente en un debate de ideas y razones. Quisiera verlo como teólogo y no simplemente como confesor o político de frases hechas por los propagandistas de los partidos comunistas. Trataré de demostrar la incompatibilidad parcial entre la fe cristiana y la visión del universo de Marx, ensayaré de precisar la originalidad de un socialismo cristiano y cuestionaré la identificación pura y simple del socialismo con el marxismo. Espero, sin embargo, de su parte las razones por las cuales identifica la fe cristiana con la afiliación de hecho a las líneas políticas marxistas, los argumentos para negar la proyección del cristianismo en la organización de la vida social y la precisión de lo que entiende él por una nueva teología y sus validaciones.
Las afirmaciones de Javier Solís me fuerzan a esclarecer algunos puntos antes de responderle a su pregunta fundamental. El tema central del sentido del socialismo cristiano lo dejaré para próximos artículos. Empezaré por sentar bases y aclarar malentendidos.
3.1. La demagogia no es análisis político válido
En su afán de desvirtuar las posibilidades de una línea revolucionaria de inspiración socialcristiana, Javier Solís recurre demagógicamente al ataque de la Democracia Cristiana. `
En primer lugar, identifica el socialismo cristiano con los partidos Demócrata Cristianos. Este procedimiento es inválido, porque no es lo mismo un ideal político que los movimientos que tratan de encarnarlo. Además, el socialcristianismo se expresa de diversas maneras entre las cuales la Democracia Cristiana es ciertamente la más importante, pero no la única.
En segundo lugar, el partidarismo de sus observaciones y la consiguiente falta de objetividad en el análisis de los movimientos demócratas cristianos le restan seriedad a sus posiciones y no hace más que confirmar sus prejuicios. Maliciosamente trata de identificar a los partidos Demócratas cristianos con las derechas, siguiendo en esto las consignas partidaristas de los comunistas. Pero un análisis no tendencioso de la realidad política de América Latina arroja directamente un resultado diferente. Los partidos Demócratas cristianos han formado, en el Uruguay y en El Salvador, dos frentes amplios en los cuales fueron aceptados los partidos comunistas. En Chile, los demócratas cristianos no se oponen tanto a Allende por las reformas que propone, como por la forma en que las ejecuta. Su oposición no es al socialismo, sino al estatismo que injertan los comunistas en el proceso de socialización, desvirtuando sus posibilidades de democratización y de participación efectiva del pueblo. ,
En tercer lugar, como dice un viejo proverbio, "por la aurora se saca el día". Usted me atribuye un puesto político que no desempeño. Si ignora hasta ese punto la realidad de la Democracia Cristiana nacional no es de esperar que conozca a fondo la situación general y las posiciones de la Democracia Cristiana en el continente. Para agregarle otro proverbio al primero, traigamos aquel de "zapatero a tus zapatos". Quedémonos en lo nuestro, la teología y la filosofía, y no convirtamos nuestra ignorancia en seudo ciencia.
En cuarto lugar, Javier Solís insiste constantemente en su artículo en presentar mis reflexiones como consecuencias de mi afiliación política, cuando en realidad mí afiliación política es consecuencia de mis reflexiones filosóficas.
3.2. El recurso a fórmulas vacías no es teología
Javier Solís habla de la fe de los Evangelios, de los profetas y de los padres de la iglesia, sin darle ningún contenido específico a estas denominaciones. Pero todos los teólogos, de alguna manera, tienen que recurrir a dichas fuentes para justificar las particularidades de su construcción teológica sobre la fe.
La teología es un esfuerzo humano para entender y esclarecer el dato revelado. Es por esto un riesgo personal y una labor relativa. Su diferencia con la filosofía está en el grado de validez que se le dé a dicho dato. El filósofo lo acepta como hipótesis de trabajo, el teólogo como punto de partida indiscutible. Pero la teología y la filosofía se sostienen finalmente, por las razones que aducen y por la coherencia de sus construcciones mentales.
En lugar de sostener sus posiciones teológicas o filosóficas, el Padre Solís se dedica a atacar la teología en que supone me apoyo: Maritain y Mouníer. Pero, de hecho, con el primero son más las discrepancias que las coincidencias que tengo. Con Mounier sí simpatizo más.
Javier Solís parece condenar a Mounier apoyándose en nuevas teologías que no explícita. Pero lo novedoso no es garantía de verdad. Si se tomara el tiempo de leer a Mounier a fondo, antes de descartarlo, tal vez el Padre Solís podría aprender de él cómo un cristiano se compromete con la revolución, sin negarle posibilidades al cristianismo en la organización social y cómo este espíritu revolucionario puede llevar a un diálogo amplio y fecundo con el marxismo, sin necesidad de capitular ante él.
El compañero de Mounier, Jean Lacroix, escribía sobre el diálogo lo siguiente, en el libro del marxista Garaudy: "Todo diálogo auténtico es a la vez lucidez y participación. En el límite, las dos cosas corren el riesgo de excluirse: la lucidez siempre puede matar a la participación, y la participación a la lucidez. Una y otra están presentes en el verdadero diálogo, y constituyen el interés, a la vez que la dificultad del mismo. Dialogar no puede ser, pues, ni refutar el pensamiento de otro ni integrarlo simplemente en el propio, sino someterse a revisión uno mismo para progresar en el contacto del otro... Todo diálogo es enfrentamiento y Mounier al escribir El Enfrentamiento Cristiano, escribió, sin duda, su libro más hermoso. La persona es capacidad de enfrentarse a las cosas y a los entes humanos. En la base del ser están la oposición y la lucha. El diálogo se esfuerza en sublimarlas, pero no las destruye. El diálogo es siempre arriesgar el ser propio, más para asegurarlo, no para perderlo; es salir de uno mismo para venir a ser el otro sin dejar de ser uno mismo".
Mounier fue un hombre de diálogo, en una perspectiva cristiana abierta al marxismo, pero con la finalidad de profundizar su compromiso cristiano. El arzobispo de París le reprende en 1933 por considerarle en la línea marxista. En la cárcel un sacerdote le rehúsa la comunión por rebelión contra el orden establecido y Mounier responde con estas palabras a la iglesia aburguesada: "Puesto que el sacerdote visible no quiere que yo comulgue bajo las especies visibles, Dios quiere darme un reflejo eucarístico en mi presencia en la Iglesia sufriente y abandonada."
Realmente creo que el grito de Mounier de hace cuarenta años es válido actualmente: "Mí evangelio es el evangelio de los pobres." Pero si Mounier aceptó la lucha de clases y la necesidad de la revolución, lo hizo para alcanzar una sociedad en la que se plasmaran los valores más genuinos del cristianismo y no solamente los supuestos del materialismo histórico.
3.3. La revolución no es única
El argumento de Javier Solís es falaz cuando pretende que yo sostengo una "visión del mundo o del hombre castrado por la Revelación. De un hombre incapaz de hacer la revolución sin la "ayuda" de Dios, de un hombre de segunda categoría si no es cristiano, de un cristiano dominador llamado a dirigir el proceso revolucionario". Lo que afirmo es que la transformación de la sociedad capitalista en que vivimos puede llevarnos a diversos tipos de sociedad. Puede existir y existe una revolución marxista. Pero también existen otras posibles soluciones revolucionarias. Y lo que afirmo es que los cristianos tienen en cuanto cristianos un compromiso para que la solución revolucionaria se fundamente en su visión del hombre y no en una que le sea extraña. Los demócratas cristianos tratamos de buscar una solución inspirada del cristianismo. Nuestra meta puede ser profundizada y mejorada, pero dentro de la visión cristiana. Otros cristianos pueden buscar otras soluciones también respetuosas del cristianismo. Podremos diferir políticamente y sólo los hechos nos darán las razones a largo plazo. No sostengo un monopolio de la Democracia Cristiana sobre los recursos sociales del cristianismo. Lo que afirmo es que todo cristiano tiene el deber de profundizar su fe, encontrando en ella la inspiración para sus opciones políticas. Mantener esta tesis no es de ninguna manera manipular la fe en términos partidistas. Es, por el contrarío, no apartar la fe de la vida real.
4. ¿Puede existir una Política Cristiana? [4]
En mi último artículo le solicitaba a Javier Solís que no se saliera por la tangente y que enfocara como teólogo o como filósofo las razones de sus opciones políticas en favor de una adhesión a la revolución marxista. Desconozco si sus múltiples ocupaciones le han impedido consultar sus libros de teología o si, por el contrario, espera como político calculador que le ofrezca una construcción sería y sólida en la cual apoyarse parasitariamente, como el comején, para tratar de minarla desde dentro. Pero el que se contenta con rebatir sin construir en profundidad a lo más que puede aspirar es a debilitar a su adversario. El auténtico pensamiento y la acción valedera no pueden ser una simple reacción, sino una creación.
Me pregunto si la desorientación de los Cristianos por el Socialismo proviene de que su pensamiento es un pensamiento esencialmente reactivo. Conozco personalmente a muchos de los costarricenses que se autodenominan con ese nombre tan inspirador de Cristianos por el Socialismo. No dudo de la buena voluntad y de la generosidad con que han emprendido la crítica de un cristianismo sin dinamismo, comodón y sometido, consciente o inconscientemente, a las estructuras de poder capitalistas. Aprecio y alabo sus esfuerzos por promover la creación de una Costa Rica de corte socialista, más justa y más humana. Pero la generosidad no puede dispensarnos de ser racionales y consecuentes con nuestros propios ideales cristianos: la buena voluntad no es garantía de acierto teológico, ni de verdadera eficiencia humanista.
Las críticas que he emitido en contra de los Cristianos por el Socialismo no derivan de una actitud conservadora, ni mucho menos de un enjuiciamiento negativo de sus intenciones revolucionarias. Lo que me interesa es la orientación clara y sólida de un movimiento revolucionario en lo que concierne a los cristianos que participamos en él. La carencia de una posición filosófica y teológica profunda y nítida, lo mismo que las consecuencias ambiguas y dudosas que se desprenden de tal situación es lo que, a mi modo de ver, compromete las buenas intenciones de los llamados Cristianos por el Socialismo. Javier Solís me respondió en un tono de debate político, circunstancial y superficial. Cuando le pido una reflexión seria se calla. No creo que sus posiciones tan osadas puedan defenderse simplemente diciendo que los que defendemos una influencia del cristianismo en la organización de la vida social tengamos que dar las razones de nuestras aserciones.
Tampoco es un argumento válido señalar las fallas de los esfuerzos emprendidos hasta ahora. El problema que se plantea se refiere a cuestiones de derecho y no a asuntos simplemente de hecho. Si las preocupaciones de los Cristianos por el Socialismo son algo más que una reacción sentimental o un pragmatismo ilustrado, no pueden eludir las exigencias teóricas de sus proyectos históricos.
4.1. El cristianismo no es una ideología política
Los Cristianos por el Socialismo se muestran muy sensibles ante una concepción estática de la fe cristiana que termina finalmente confundiendo ciertas creaciones culturales y sociales, siempre defectuosas como toda empresa humana, con la esencia del cristianismo. Su crítica en este sentido es válida. Pero, desgraciadamente, los Cristianos por el Socialismo tienden a negarle al cristianismo toda posibilidad de orientación de la acción social. Caen así en la parcialidad característica de todo pensamiento reactivo.
Los Cristianos por el Socialismo se autodefinen a sí mismos como la vanguardia de los revolucionarios cristianos y rechazan de un plumazo todos los esfuerzos de los otros cristianos que no adhieren como ellos a la política marxista. Cuando escriben que "los cristianos comprometidos con el proceso revolucionario reconocen el fracaso final del tercerismo social cristiano y procuran insertarse en la única historia de la liberación del continente", los Cristianos por el Socialismo pecan de un mesianismo gratuito. Hablar de un fracaso final implica un juicio histórico que sobrepasa el presente y se proyecta hacia un futuro, lo que no es válido sino para quien ya ha escogido de antemano dogmáticamente una interpretación de los procesos históricos. Ellos condenan como "ingenuidad política, activismo y voluntarismo" el tener una visión humanista de la política inspirada de los valores cristianos de dignidad de la persona humana, de libertad, de justicia. Por eso, al quedarse sin apoyo dentro de la visión cristiana de la existencia, se encuentran forzados de recurrir a otros universos interpretativos para recoger retoños extraños. Se refugian así en la aceptación indiscriminada del marxismo que presentan como ciencia. Pero al afirmar que procuran insertarse en lo que ellos llaman "la única historia de la liberación del continente" asimila y promueve no solamente los valores teóricos de la ciencia social marxista, sino que se pliegan a las líneas estratégicas y a las consecuencias antropológicas de la política comunista.
Condenando las posibilidades de convertir el cristianismo en una ideología política, caen en el abuso de convertir la fe en el motor de una adhesión a una línea política de inspiración materialista y atea; aunque, es necesario reconocerlo, en su afán de justicia y en su llamado a la solidaridad humana se acercan más del cristianismo que del materialismo burdo y el egoísmo institucionalizado del capitalismo. Pierden así las posibilidades de un auténtico diálogo entre marxistas y cristianos, en lo que el diálogo tiene de aceptación y oposición simultáneas.
4.2. La inspiración cristiana de la política
Los pensadores cristianos de avanzada reconocen que el cristianismo no puede ser reducido a una ideología política sin deformar su esencia. Pero afirman, al mismo tiempo, que el cristianismo es una fuente de inspiración de toda política vivida por los cristianos. De aquí ha surgido una serie de términos que, cuando se los entiende mal se prestan a confusiones. Ante los problemas sociales que han engendrado el desarrollo tecnológico y la fuerte concentración de capitales en pocas manos, los cristianos han tratado de dar una respuesta inspirada en la riqueza humanista y moral del cristianismo. Tal es el sentido del socialcristianismo. Este ha de ser entendido como la respuesta polivalente del mundo cristiano ante los problemas sociales. Solamente por razones de comodidad de lenguaje se puede hablar de socialcristianismo. Lo que realmente existe son respuestas a los problemas sociales inspiradas del cristianismo. Lo que Mounier escribía del personalismo puede repetirse mutatis mutandis del socialcristianismo: "El personalismo -afirmaba- no es para nosotros más que un santo y seña significativo, una cómoda designación colectiva para doctrinas distintas, pero que, en la situación histórica en que estamos situados, pueden ponerse de acuerdo en las condiciones elementales, físicas y metafísicas de una nueva civilización. El personalismo no anuncia, pues, una escuela, la apertura de una capilla, la invención de un sistema cerrado. Testimonia una convergencia de voluntades, y se pone a su servicio, sin afectar su diversidad, para buscar los medios de pesar eficazmente sobre la historia".
Recurriendo a las fuentes de inspiración del cristianismo, Mounier nos habla, siguiendo a Maritain, de un personalismo comunitario. Para él no hay propiamente una filosofía cristiana, ni una política cristiana, sino que "hay una inspiración cristiana que atraviesa la historia como una vasta proeza de donde recae una lluvia de filosofías cambiantes". Lo que se llama una filosofía cristiana o una política cristiana no son sino una filosofía o una política dentro del cristianismo. La misión del pensador cristiano y del político cristiano es de buscar frente a las respuestas ajenas al cristianismo y en constante diálogo, "algunos puntos esenciales, la piedra de toque de las exigencias cristianas fundamentales, aquellas que se imponen a toda filosofía de resonancia cristiana". Indudablemente esto es obra de entes humanos siempre falibles e imperfectos. De aquí la necesidad de renovación constante y de diálogo abierto.
4.3. Hacia un socialismo de inspiración cristiana
Toda política es una búsqueda de organización social en función de principios orientadores. La política ciertamente implica una técnica de acción. Pero su esencia está en la realización humana en común. Pero el hombre no se hace sino al adherir a una escala de valores que depende finalmente de una visión del universo. Por esto, la política está supeditada a una ética social.
Los Cristianos por el Socialismo tienden a centrar sus preocupaciones en los elementos técnicos y políticos del quehacer social. Por esto miran con recelo el necesario trasfondo moral y antropológico de toda política. Su llamado parcialmente válido se centra en la necesidad de tomar en serio la ciencia social para hacer una política eficaz. Su crítica tiene pues un valor positivo, cuando dicen que para muchos la política se reduce a un moralismo ineficaz. "Desconociendo los mecanismos estructurales de la sociedad y los aportes necesarios de una teoría científica quieren reducir lo político a una cierta concepción humanística". Este reclamo sería totalmente acertado si no dejara entrever un menosprecio de esa concepción humanista que debe estar en la base de toda política y si no significara una reducción apriorística de la teoría social al sistema marxista.
En mi primer artículo sostenía que los cristianos por el socialismo tenían que ser cristianos por un socialismo inspirado del cristianismo. Entiendo por socialismo la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción que sirven para la explotación del hombre por el hombre.
El pensamiento cristiano tradicional ya reconocía que la propiedad originaria de los bienes materiales era comunitaria, al servicio de todos los entes humanos. Santo Tomás mismo reconocía que la propiedad privada es una creación social que se justifica por los beneficios que otorgue a la organización de la sociedad. Los argumentos de oportunidad de Santo Tomás se revierten, en los momentos actuales, en contra de la apropiación privada de los medios de producción. Esta, en lugar de favorecer el desarrollo humano y social ha engendrado la explotación del hombre por el hombre y la consiguiente deshumanización. Por eso es necesario cambiar radicalmente el sistema económico. Pero esta transformación puede hacerse por diversas vías y puede integrarse en diversos tipos de sociedad. Solamente para un marxista dogmático, la sociedad puede reducirse a lo puramente económico.
Reconozco que entre los pensadores que se llaman socialcristianos no todos defienden un socialismo de inspiración cristiana. Algunos se quedan en un reformismo que no afecta al sistema capitalista de producción sino en su superficie. Su error no puede ser achacado a la inspiración cristiana, sino a la debilidad de su juicio histórico y a la falta de profundización o de fidelidad a las exigencias del cristianismo.
del 16 de octubre de 1972.
[2] Esta es la réplica del entonces presbítero Javier Solís al artículo de Jaime González. Apareció en el periódico Universidad del 23 de octubre de 1972.
[3] Esta es la respuesta de Jaime González a la réplica de Javier Solís. Apareció en el periódico Universidad del 30 de octubre de 1972.
[4] Este es un artículo de Jaime González, aparecido en el periódico Universidad del 20 de noviembre de 1972.
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