jueves, 3 de agosto de 2017

POR UNA ÉTICA DE LA LIBERACIÓN


Autor: Jaime Gónzalez Dobles

En este trabajo ofrezco algunas reflexiones personales sobre una primera reacción de Horacio Cerutti [1]ante la interpretación efectuada por David A. Crocker con respecto a su concepción de la Filosofía Latinoamericana de la Liberación. [2] Como persona ligada durante muchos años a la ética, las objeciones de Crocker despertaron mi interés profundo: tocaban las razones personales que me han llevado a acercarme a la filosofía de la liberación (a saber, mis inquietudes por la ética social). [3]
         Espero que mis observaciones sean tomadas -en un diálogo creativo- como insinuaciones o sugerencias que permitan superar algunas deficiencias del pasado. Por su propia naturaleza, la filosofía de la liberación implica -para mí- una búsqueda constante y renovada de su orientación, personal y comunitaria, fundada en la apertura franca y decidida hacia la construcción de un mejor futuro social. La respuesta a este desafío constituye así un problema ético insoslayable: esta demanda es una condición estructural del quehacer filosófico (no una autojustificación subjetiva de aquellos que nos dedicamos a la ética).
         Por temperamento, me desagrada la polémica: pan nuestro de los filósofos (o más correctamente, de los profesores de filosofía) "profesionales". Me motiva la creación: la reflexión y la innovación enriquecedoras que abren nuevas puertas en la búsqueda de lo plenamente humano. Con frecuencia me molesta el acopio de citas, las finezas terminológicas y los debates formales de los autodenominados "filósofos". Personalmente, en mis escritos recurro solamente a indicar algunas referencias bibliográficas que puedan orientar el juicio crítico del lector y trato de hablar con la mayor simpleza posible. No obstante, dadas las condiciones del caso, creo pertinente tener que recurrir al procedimiento tradicional de la cita textual. Después de todo, ¡la creación de un estilo propio no puede ser tampoco la adopción de procedimientos rituales!
         A pesar de haber escrito algunos trabajos sobre el método científico, no me obcecan las exigencias del rigor académico. Con frecuencia, las demandas de precisión -las que modelan el debate universitario- sugieren a mi imaginación fantasías macrabras: contemplo un cúmulo creciente de cabezas inclinadas ante una "honorable" Mentalidad Académica que tritura infatigablemente (como un rumiante) algunos conceptos sin que se pueda fácilmente distinguir, en el producto final, los nutrientes de la boñiga. ¡Ese no puede ser el ideal de Academia de una persona como yo que, en los últimos quince años, quizás he leído más libros de comunicación que de filosofía!
         Al hacer el esfuerzo de pulir y mejorar la savia histórica de mi pensamiento (esa mezcla sutil de un pensar latinoamericano con una formación filosófica y académica propia de un ambiente europeo), como escritor no pretendo ser filósofo: solamente deseo llegar a ser un buen ensayista latinoamericano. A pesar de las connotaciones negativas que refleja el "ensayismo" atribuido al carácter latinoamericano (entendido como el intento por hacer cualquier cosa sin fundamentos suficientes), creo que el ensayo político-social, filosófico o literario (la reflexión libre y creativa sobre una temática) es la manera más propia de expresar el más auténtico pensamiento latinoamericano. En mi caso particular, esta actitud tiene un trasfondo existencial profundo: no quisiera ser ubicado en la historia de mi patria como un profesor de filosofía, sino como un comunicador honesto con inquietudes filosóficas (un educador que enseña a pensar).
         Quizás sea esto lo que recogían mis palabras en La filosofía como arquitectura intelectual: "La filosofía, como la ciencia o el arte, no es una cosa que se tiene; sino algo que se hace y rehace, constante y creativamente. Por eso, los simples profesores que suelen contar las disciplinas como si fueran una historia ya hecha, no son sus auténticos gestores. Con su fría rigidez documental, las obras ya hechas sólo son recuerdos empedrados de pensamiento más o menos desactualizado, caduco o al menos envejecido; ya que su razón vital va progresivamente desapareciendo y sólo viven en la estima y consideración de los otros (...) Ahora, cuando los años ya me pesan, yo no sé si sólo soy un diletante; o en mis venas corre algo de sangre de filósofo, artista o científico; o simplemente soy un ser humano en busca de sí mismo. Lo único que sé es que trato de ser auténticamente yo mismo y por eso, tal vez, en algún momento llegue a ser filósofo." [4]  
         Mi intención no es discutir todos los alcances temáticos o las sutilezas, lingüísticas y conceptuales, reflejados en el escrito de Cerutti sobre el artículo de Crocker. En grandes líneas, sus ejes temáticos parecen ser la dimensión polémica de la temática, la inconsistencia en el caso específico del término "metacrítica", la variedad de concepciones dentro de la filosofía de la liberación, la dependencia (y no la opresión) como el contrapolo estricto de la liberación, la autoidentificación de Cerutti en su propia clasificación, la capacidad argumental, el fundamento de la taxonomía empleada, el alcance del uso de metáforas, el althusserianismo de Cerutti, el papel fundamental de la epistemología, la diferencia entre el género utópico y la utopía operante en la historia, la discriminación (del fútbol y del filosofar) en la situación actual, el llamado de lo concreto, el balance entre generalización y especificación, el lazo con la movilización y protesta populares y la elaboración de una propuesta ética. Como se ve, la riqueza de matices es amplia. Sin embargo, en este trabajo, solamente voy a expresar mi pensamiento en un punto que me parece central del diálogo entre los dos autores: la importancia de una ética social en una filosofía de la liberación (asunto sobre el cual ambos expositores no parecen entenderse: Crocker la destaca y trata de fundamentarla mientras Cerutti parece eludir el asunto con interpretaciones puntuales ajenas al debate de fondo).
         En la selección del tema y del enfoque asumidos reflejo mis propias convicciones personales: la interpretación de la filosofía desde su motivación y función éticas. En 1982, en mi libro Reflexiones Éticas, sostenía algo que puede ser entendido como lazo entre la ética y la utopía social: "Tenemos que comprometernos con el momento histórico en que vivimos y responder a sus desafíos (...) El conservadurismo termina consagrando la moral cerrada como la única moral y se refugia en el código moral, es decir, en el conjunto de normas socialmente instituidas, como en un refugio aparentemente válido (...) El gran problema para la moral actual es realmente saber a dónde queremos ir y por qué. Mientras no exista un pleno convencimiento de la sociedad a la que queremos llegar, nuestras acciones estarán regidas por los instintos o por las normas heredadas de sociedades antiguas, que no funcionan en el ambiente actual".  [5] Aunque se viva desde un presente, la ética solo tiene sentido en función del futuro: por eso es un desafío vital, creativo y continuamente renovado por hacer realidad una utopía. En esto espero establecer un punto de encuentro con Cerutti: su dedicación al tema de la utopía. No obstante, diferimos en la interpretación relativa a la dimensión ética intrínseca del quehacer utópico.
         Cuando Crocker aborda la problemática ética, Cerutti se pone a la defensiva: "No se puede fracasar -responde- en lo que uno nunca se ha propuesto" [6]; "no se puede fallar -agrega- en lo que no se ha intentado. No sólo Cerutti ha tomado en serio la ética, sino que quizá demasiado en serio y por eso no se ha propuesto avanzar todavía en ese terreno." [7] Pero la intención de Crocker no es una condenatoria personal (la que justifique una defensa ad hominem), sino un desafío al quehacer reflexivo del autor: un llamado a llenar un vacío constatado desde la visión de Crocker. La respuesta más lógica a nivel temático, hubiera sido que Cerrutti cuestionara o ampliara las interpretaciones que insinúa Crocker: “¿Qué significa -pregunta- para la filosofía convertirse en instrumento e incluso en un arma social e intelectual para la liberación?” [8] Asumir con responsabilidad un compromiso social y explicitarlo con conciencia de sus implicaciones éticas.
         Crocker plantea cuatro razones por la cuales él considera que Cerutti no ha abordado hasta ahora "esas cuestiones éticas sustantivas"  [9]: su reacción contra el enfoque populista, la crítica de la Ética de Dusssel, el enfoque del ethos latinoamericano y la función opresora de las normativas concretas. De estas razones me parece fundamental rescatar la segunda y la respectiva insinuación de Crocker: "la defectiva concepción de la Ética en Dussel y la valorable crítica de Roig al moralismo puede continuar contaminando el concepto que Cerutti tiene de Ética. Sin embargo, así como Cerutti puede hacernos cambiar el concepto de Filosofía, así él debe cambiar su concepto de Ética, en lugar de una Ética fundacional, autónoma, ahistórica, elistista y/o privatística, podemos proponer y practicar un diálogo moral, autocrítico, falible, historicista con nuestros conciudadanos, activistas, científicos y filósofos." [10] Pero  ¿tendrá Cerutti las motivaciones para abordar este desafío? Hasta donde conozco su manera de filosofar, me permito dudarlo.
         En realidad, para entender esta planteamiento de Crocker, es menester recordar las pautas metodológicas asumidas por Cerutti en sus análisis críticos del filosofar, fundamentalmente argentino, expresados en su obra más connotada, La filosofía de la liberación latinoamericana: "Trabajar al interior de un determinado campo o ámbito teórico, supone disponer de una determinada imagen de ese mismo campo o teoría, la organización interna de sus elementos, el lugar que ocupa con relación al resto del conocimiento, etcétera. A esta auto-imagen de la disciplina que dispone o supone, el investigador está enfrentada, generalmente como contrapartida, otra imagen contraria o contrapuesta, la imagen que el investigador mismo pone en cuestión o contra-imagen. (...) Se debe hacer aquí una acotación de la mayor importancia: si bien la auto-imagen y la contra-imagen están más o menos claras para el investigador que la sustenta o ataca, a veces la imagen que se desprende de la práctica científica suele estar en contradicción con la auto-imagen que el mismo investigador se hace de ella." [11]

         En su libro La filosofía de la liberación latinoamericana, Cerutti presenta, metodológicamente, una fluctuación entre dos contra-imágenes diferentes. Por una parte, está la contra-imagen de la filosofía de la liberación latinoamericana como totalidad: los condicionamientos del filosofar impuestos por la dependencia generada por el sistema capitalista. Con base en esta perspectiva, se entiende que Cerutti adopte un término en singular para ubicar en forma unitaria los diversos enfoques analizados. Pero, por otra parte, están los condicionamientos impuestos por el hegelianismo y el kantismo a los enfoques populistas: contra-imagen del enfoque del sector crítico del populismo con el que se identifica Cerutti. Pero, al tomar partido en contra de una parte de la filosofía de la liberación (el sector populista representado por lo que primero llamó el dogmatismo de la “ambigüedad” concreta y más tarde el subsector ontologicista, y lo que llamó de previo como el populismo de la ambigüedad concreta y posteriormente denominó el subsector analéctico), el análisis de Cerutti -"mi lectura" como él lo llama [12] -da fundamento al discurso crockeriano: el uso de la contra-imagen en dos niveles diferentes, justifica que Crocker pueda también usar el concepto de filosofías de la liberación en plural.  
         El enfrentamiento interno dentro de la filosofía de la liberación determina la marginación y aun el rechazo efectivo de la problemática ética en los enfoques de Horacio Cerutti. En efecto, su identificación práctica de la contra-imagen populista con Dussel explica las razones (consciente o inconscientes, poco importa) de Cerutti para rechazar -de sus inquietudes constructivas en el nivel filosófico- el ámbito de la ética: refugio conceptual de Dussel. Como un argumento en favor de la identificación señalada, se puede constatar que Cerutti dedica casi la cuarta parte de su obra al análisis crítico del pensamiento de Dussel (más de 40 páginas): cosa que no hace con ningún otro autor (entre los más cuidadosamente analizados, a Gunter Rodolfo Kusch le dedica  unas 10 páginas y a su maestro Arturo Andrés Roig, alrededor de 20).
         El rechazo del manejo explícito del término "ética", quizás explique el interés de Cerutti por la utopía ya que esta retoma, de alguna manera, los planteamientos de la ética social (eje sobre el cual debiera reflexionar más abiertamente Cerutti, como consecuencia de sus opciones teóricas por la liberación). En efecto, la filosofía y la moral son condiciones fundamentales de una praxis orientada hacia la liberación. Pero la acción libre sólo puede ejercerse si ha sido previamente posibilitada y la utopía apunta hacia ese objetivo:  " La concepción de lo utópico como una relación entre la realidad y el ideal, el momento del diagnóstico y el momento de la propuesta, el ser y del deber ser, constituye un paso decisivo en el esclarecimiento conceptual del tercer nivel propuesto: lo utópico operante a nivel histórico." [13]
         Para concluir estas breves reflexiones, me voy a permitir hacer algunas consideraciones (espero que  Horacio Cerutti las perciba como sugerencias):
1.  Presentar la llamada filosofía de la liberación como si fuese la primera manifestación significativa del quehacer filosófico latinoamericano es una trampa a la que puede llevar el permanecer encerrado en el círculo vicioso generado por la referencia permanente a un proceso histórico particular: la Argentina de los años setenta.  Ya es hora de dejar atrás la autodenominada filosofía de la liberación (ubicarla como un simple capítulo de una investigación más integral) para recuperar, con el mismo procedimiento metodológico usado en Filosofía de la liberación latinoamericana,  la realidad  de un quehacer filosófico y de un pensamiento reflexivo suficientemente estructurado que se ha efectuado en toda América Latina orientado a entender lo nuestro: una filosofía en Latinoamérica, sobre Latinoamérica y, supuestamente -al menos en la auto-imagen de sus autores- para Latinoamérica (como totalidad o, al menos ,como países, regiones, estratos sociales, etc.), Una lectura sistemática de la producción latinoamericana en términos de la auto-imagen y la contra-imagen (desde los determinantes sociales, políticos y económicos que la determinan o condicionan y de las funciones sociales que desempeñan o han desempeñado) es un tarea fundamental.  Para  ubicarme, por ejemplo, en la realidad de mi país, es urgente estudiar un pensador como Luis Barahona que dedicó la mayor parte de su producción a reflexionar sobre lo nuestro: verbi gratia, en 1959 publicó su tesis de doctorado: El ser hispanoamericano.
2.  Una historiografía de la filosofía de lo latinoamericano debe tener criterios amplios: no debe restringir en exceso las pautas de interpretación de lo nuestro. Debe partirse de la auto-imagen de los mismos autores, sin que los supuestos del historiador sobrepasen desmedidamente el nivel interpretativo de su sentido latinoamericano (con restricciones apriorísticamente condicionadas en el nivel selectivo). Esta historia debe cubrir al menos algunas áreas fundamentales ligadas a la praxis social de pensamiento filosófico: las concepciones de nuestra historia, de nuestro sentido estético, de nuestra educación, de nuestra comunicación social, de nuestra convivencia (social, política, económica y cultural), de nuestro carácter, de nuestros valores, de nuestra conducta moral, etc. Desde esta perspectiva habría que incluir en nuestro país a pensadores como Joaquín García Monge u Omar Dengo.
3. Analizada desde la praxis social,  la ética como disciplina filosófica no puede consistir en la fabricación de códigos morales, sino en una reflexión muy seria. Debe ser establecida con fundamento en el conocimiento de la historia y en una evaluación, provisional y permanente, de la lógica interna de la producción de las axiologías y valoraciones de las conductas humanas. El bien debe ser visto como una visión utópica que actúa en la historia: su supuesta culminación. Formalmente, el bien se identifica con lo plenamente humano. Pero lo humano no es solo un hecho, sino una aspiración cuyo conocimiento concreto es siempre impreciso e incompleto. En cada momento histórico,  el conocimiento de lo verdaderamente humano es relativo: está condicionado por los antecedentes y posibilidades objetivas de cada situación histórica. La historia nos enseña lo que los seres humanos han podido hacer, con sus logros y sus errores, y nos insinúa posibles pautas de solución, revestidas de consideraciones y exigencias morales. Todas nuestras elaboraciones éticas deben evitar la trampa del moralismo (visión impositiva de soluciones morales)  y orientarse por criterios, bien fundamentados, que esclarezcan el sentido de responsabilidad de cada actor moral concreto, sin pretender definir las pautas específicas de su conducta.  Creo que si Cerutti enfocara la ética como el manejo racional de criterios morales históricamente condicionados podría enriquecer sus planteamientos sobre la utopía sin que los lectores sintamos que elude la explicitación del trasfondo ético. Si ya lo hizo, espero que perdone mi desinformación: el estudio de lo latinoamericano tiene sus incunables fechados con  cifras recientes (publicaciones de muy difícil acceso por las limitaciones bibliográficas propias de nuestra situación de dependencia) y no todos tenemos los recursos y la paciencia para trabajar con ellos.




[1] CERUTTI GULDBERG Horacio, ¿Crítica a la Metacrítica o dificultades de interpretación?, Respuesta provisoria a David Crocker, texto facilitado por el mismo autor (sin fecha, ni lugar). Aunque el autor dijo que el texto de este manuscrito iba a aparecer en la misma revista que el artículo de Crocker, el subtítulo me confirma calificarlo de "primera reacción": espero que mis reflexiones le ayuden a sopesar la pertinencia de publicarlo tal cual.
[2] CROCKER David A., "La metacrítica de Horacio Cerutti a las filosofías latinoamericanas de la liberación", Cuadernos de Filosofía, Universidad de San Carlos, Nº6, 1993, pp. 64‑111.
[3] En 1981 apareció un libro mío (el que recogía sobre todo apuntes escritos entre 1975 y 1978): Democracia Cristiana y lucha de clases, San José, Ed. El Porvenir. Para cualquier lector crítico, este libro debe ser ubicado dentro de la producción latinoamericana de lo que se ha dado en llamar una "filosofía de la liberación" (aunque yo no hablo de liberación, sino de revolución). Ignoro cómo me clasificaría Cerutti ya que mi enfoque presenta características que lo pueden llevar a ser ubicado como populista (a pesar de que en mi auto-imagen, yo me percibía y me percibo todavía como bastante cuestionador de su propia posición cuestionadora).
[4] En MOLINA, Carlos (editor), La voluntad de pensar: La palabra de doce filósofos costarricenses, Heredia C.R., Efuna, 1993, pp. 114‑115.
[5] Reflexiones éticas, Heredia, Euna, 1982, pp. 66‑67.
[6] CERUTTI GULDBERG Horacio, op. cit., p. 5.
[7] CERUTTI GULDBERG Horacio, op. cit., p. 19.
[8] CROCKER David A., op. cit., p. 81.
[9] CROCKER David A., op. cit., p. 101
[10] CROCKER David A., op. cit., p. 102.
[11] CERUTTI GULDBERG Horacio, Filosofía de la Liberación Latinoamericana, México, Fondo de Cultura Económica, 2ª edición, 1992, pp. 26‑27.
[12] CERUTTI GULDBERG Horacio, op. cit., p. 17.
[13] CERUTTI GULDBERG Horacio, ¿Teoría de la Utopía? ponencia en el Simposio "Utopía y América Latina", Estocolmo, 4‑9 de julio de 1994, p. 12 del manuscrito original facilitado por el autor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario