miércoles, 30 de agosto de 2017

BREVES REFERENCIAS PERSONALES


REFERENCIAS PERSONALES

Jaime González Dobles

            Jaime González Dobles nació el 2 de marzo de 1938 en San José, Costa Rica. Hizo sus estudios secundarios en el Seminario Menor, de donde pasó al Seminario Mayor a cursar filosofía. En Lyon y París, cursó estudios de lengua y cultura francesa. En la Universidad de Lovaina, obtuvo la licenciatura en filosofía y efectuó estudios de postgrado en filosofía y sociología de los países en vías de desarrollo. En la Universidad para la Paz, aprobó los cursos de la maestría en comunicación para la paz.
            De 1965 a 1988, fue profesor de la Universidad de Costa Rica, de la cual fue catedrático, vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales, director de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva y subdirector de la Escuela de Filosofía. De 1974 a 1988 fue profesor en la Universidad Nacional, de la cual también fue catedrático, decano del Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística, director del Departamento de Filosofía y director del Ciclo Básico de la Facultad de Filosofía y Letras. En 1988 obtuvo su jubilación. De 1995 a 1998 colaboró con la Vicerrectorías de Docencia y de Vida Estudiantil de la Universidad Nacional en un Programa de Asesoría Académica en Trabajos de Graduación. Del 2010 al 2012 fue miembro del Comité Ético Científico de la Universidad Nacional.
            Jaime González se ha interesado fundamentalmente en asuntos relativos a la ética, la comunicación, la filosofía social, la política y la metodología de la investigación. Además, en la segunda parte del siglo XX fue uno ideólogo costarricense de relativa relevancia en el ámbito nacional y regional: fue vicepresidente, fiscal y vocal de la Asociación de Estudios Ideológicos, director del Instituto Costarricense de Estudios Políticos y presidente del Consejo, profesor y asesor del Instituto Centroamericano de Estudios Políticos. Por tal razón, participó como expositor en diversos Encuentros Internacionales en varios países latinoamericanos.
            En 1983, el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional le puso su nombre al Centro de Documentación e Investigación en Filosofía. En 1994, la Comisión de Carrera Académica de la Universidad Nacional estableció un Seminario sobre Universidad, Etica y Sociedad del futuro en su honor, el Ateneo Costarricense y el concurso Una Palabra le otorgaron menciones honoríficas a trabajos suyos. En el 2011, la escuela de Filosofía de la Universidad Nacional, hizo un coloquio en su honor.
            Actualmente está escribiendo varios libros y está también trabajando en la edición electrónica de algunos de sus trabajos anteriores. Unos han sido reimpresos en su forma original. Otros presentan una fusión de trabajos. Otros implican una nueva redacción. En esta bibliografía solo se reportan los ya terminados.

viernes, 18 de agosto de 2017

JAIME GONZALEZ DOBLES. Vida y Obra

Vida y Obra.

Jaime González Dobles


Un Seminario sobre Ética, Universidad y Sociedad del Futuro debe llevar el nombre de una persona cuya trayectoria y aporte al quehacer académico, expresa y proyecta el espíritu de las aspiraciones más nobles que sustentan la misión y vocación de la universidad, para contribuir al desarrollo-integral, material y espiritual, de nuestra sociedad. Jaime González Dobles, filósofo y académico, es uno de los pensadores y maestros más destacados de nuestro país.
Por su dedicación de toda una vida al cultivo de la academia y su contribución al desarrollo de un pensamiento propio, desde una visión humanista y crítica de los problemas de la vida social, el nombre de Jaime González Dobles, dignifica y honra este espacio de reflexión de alto nivel académico y trascendencia nacional.
Con una especial vocación por el quehacer filosófico, su labor profesional le define con un perfil de docente universitario, dispuesto siempre a enfrentar con rigor analítico, imaginación creadora y gran mística pedagógica los desafíos propios de la actividad académica. Sus escritos, nos ofrecen un análisis e interpretación consistente y actualizada de una diversidad de problemas filosóficos y sociales y son hoy lectura obligatoria del estudiante universitario y el profesional en general.
En la docencia, la investigación para la producción didáctica y la administración académica (en donde Jaime nos ha legado lo mejor de sus cualidades humanas y profesionales), los problemas relativos a la ética de la ciencia, la técnica, la cultura y la sociedad han ocupado un lugar preferencia]. Sus planteamientos en este campo y otros afines adquieren singular relevancia para enfrentar el reto de crear sociedades humanamente mejor desarrolladas.

Su Vida: Pensador y Maestro Humanista


Como intelectual y maestro, Jaime González Dobles, pertenece a una generación de profesionales costarricenses que, nutridos del pensamiento de los clásicos contemporáneos de la filosofía y las ciencias sociales (Kant, Weber, Marx, Mounier, Freud, entre otros) en universidades allende nuestras fronteras, se han destacado por su capacidad para crear un lenguaje y pensamiento propios: expresión de una tenaz búsqueda por la autenticidad y la asimilación crítica de los hechos de la vida social y los enfoques que sobre ella se hacen, sin endosamientos complacientes al status quo.
Cabe señalar, sin embargo, que las experiencias más significativas que han marcado su derrotero intelectual, como suele suceder, corresponden más propiamente al ámbito local. El Seminario Menor, donde realizó sus estudios secundarios, forjó su incipiente cultura intelectual; su paso por esta institución, a la postre, dejaría marcas imperecederas, como signos vivientes, en su personalidad y el carácter propio que asumiría su desarrollo intelectual posterior.
Rememorando sus tiempos de estudio en el seminario, Jaime nos relata el impacto que tuvo en sus particulares formas expresivas, el entorno geográfico y ecológico de aquel lugar: «El exuberante ambiente físico de aquel San Cristóbal me desarrolló el gusto por la frescura y el verdor de la naturaleza, lo que marcó mi pensamiento de un sabor más pictórico que literario y que se refleja con frecuencia en mi actitud por buscar más las imágenes insinuantes que encerrarme en rígidas precisiones conceptuales». (González, Jaime. La Filosofia como Arquitectura Intelectual. Inédito. Departamento de Filosofía. Universidad Nacional. 1992, p. 8.). Posiblemente, de ahí deriva ese particular estilo, que podemos apreciar en su discurso oral o escrito, donde recurre a la anécdota, a la sabiduría popular y, algunas veces, a las figuras metafóricas e hiperbólicas; recursos de lenguaje que otorgan fuerza didáctica y colorido a su pensamiento. Por ello, el diálogo con Jaime, personal o a través de sus obras, es siempre fluido, ameno y, por lo provocativo, desata en su interlocutor un sinfín de preguntas e inquietudes «reprimidas». Como en todo buen maestro, su pedagogía es liberadora. Asimismo en sus libros, pensados en función del lector, sin caer en el simplismo, no se deja atrapar por el abigarrado conceptualismo metateórico; provocan el diálogo, la conversación, el encuentro...
Estas entre otras cualidades, forjadas en su contacto con la naturaleza, nos ofrecen la semblanza de un pensador y maestro «interdisciplinario con sabor a criollo», como ha sido calificado por el presentador de una de sus obras más recientes.
El Seminario, en tanto comunidad académica, contribuyó especialmente a desarrollar hábitos y habilidades propias del trabajo intelectual: la disciplina de estudio y el rigor conceptual y analítico. Particular reconocimiento hace Jaime al presbítero Carlos Joaquín Alfaro por sus clases de latín y griego, con las que según él comenzó a comprender que «la lengua tiene una lógica interna a través de la cual se expresa el pensamiento, con una flexibilidad donde se enfrentan, debaten y combinan la rigidez de la precisión conceptual, la valentía de la imaginación creadora y la fluidez del pensamiento humano». (Ibid., p. 9).
En la Universidad de Lovaina (Bélgica), obtuvo su título de licenciado en filosofía y realizó estudios de posgrado en sociología y educación. A su vez, recibió la influencia del existencialismo humanista y del personalismo: corrientes de pensamiento que campeaban el ambiente intelectual europeo desde la posguerra. Nuevos enfoques sobre el quehacer filosófico, más ligados al análisis de los fenómenos histórico-sociales y en general a los aportes de las ciencias, incidieron en su dedicación e interés por la interdisciplinariedad, como acercamiento metodológico de trabajo intelectual. Por otra parte, cabe destacar su dinámica participación en la Asociación de Estudiantes Latinoamericanos en Lovaina, de la cual fue presidente en dos oportunidades; experiencia que, como él mismo lo reconoce, le sirvió de estímulo para ampliar sus estudios al área de las ciencias sociales.
En Europa también asimiló el debate alrededor de la Doctrina Social de la Iglesia, así como los aportes del diálogo entre marxistas y cristianos. Su opción cristiana y la influencia de corrientes de pensamiento político inspirados en la fe cristiana, le condujeron a buscar principios para fundamentar su práctica político-partidista, evitando reducir la fe cristiana a una ideología política y manipularla en términos políticos. (González, Jaime, Democracia Cristiana y Lucha de Clases. San José, Editorial Porvenir, 1981, pp. 145-147).
La preocupación por el quehacer político representa una faceta importante de su vida. Aún y cuando desempeñó puestos de alto rango, tales como Secretario General del Partido Demócrata Cristiano y fue candidato a diputado por dicho partido, Jaime, fiel a su vocación pedagógica prefirió constituirse en educador político. «El papel de político -nos comenta- me conduciría inevitablemente al confrontamiento y al juego de intereses, lo que me impedía formar al personal del movimiento, y por eso decidí dedicarme a la formación política». [2] En este campo fungió como director del Instituto de Formación Política del Partido Demócrata Cristiano y del Instituto de Estudios Políticos. Ha contribuido además con una amplia y significativa producción de materiales de estudio y como conferencista y conductor de experiencias formativas a nivel nacional e internacional.
El convulsionado contexto de los años 60 definió también la agenda de sus preocupaciones filosóficas, políticas y sociales. Jaime recoge y proyecta así críticamente algunos de los mejores aportes derivados de los procesos de afirmación sociocultural y política de los pueblos latinoamericanos en este período; especialmente de las teorías de la dependencia, el desarrollo y el cambio social y revolucionario, así como los correspondientes análisis ideológico-políticos del fenómeno de la dominación social.
Es importante poner de relieve que Jaime González es sobre todo un pensador en el que se destacan cualidades poco comunes en el mundo académico. No es el intelectual frío que transforma su biblioteca en «claustro monacal» y cuyos «contactos» humanos no pasan de ser epidérmicos. Todo lo contrario, Jaime es caluroso, acogedor e intenso en sus relaciones, lo que no va en desmedro del rigor y la disciplina académica que le han convertido en un escritor prolífico y en un maestro del diálogo que, aunque polémico las más de las veces, destaca por su proyección creadora, apertura crítica y actitud antidogmática. Sin duda, es su concepción humanista, que asume como actitud de vida, lo que le ha convertido en un pensador crítico de profunda sensibilidad social.
Como docente Jaime ha hecho una contribución sustantiva a la academia, especialmente por su concepción integral del quehacer universitario y por cimentar su práctica educativa en el diálogo como instrumento pedagógico fundamental para desarrollar el pensamiento propio.
Se resiste a pensar la universidad como espacio atomizado y disperso de instancias académicas. «Hacer universidad -nos dice- no es hacer una Escuela»; asimismo señala que «el quehacer universitario anda cojo porque necesita integrar coherentemente cuatro áreas académicas básicas: docencia, investigación, extensión y producción». Especial interés le presta al área de producción, concebida como una forma mejor planificada para responder a objetivos específicos y ámbitos más amplios de la sociedad. Atendiendo a las demandas de eficiencia universitaria, considera que «hay mucha investigación que, por su ritualismo, termina en niveles de muy baja productividad».
Esta concepción orgánica e integral del quehacer universitario representa, a su vez, una crítica a la tendencia que acentúa la especialización, creando fronteras innecesarias al interior de las ciencias particulares y entre éstas (v.g. ciencias naturales vs. ciencias sociales), con sus nefastas consecuencias para el desarrollo pleno de las condiciones materiales y espirituales del ser humano y su hábitat.
Esta manera de percibir y proyectar el quehacer universitario se alimentó esencialmente de una práctica docente que le llevó a dictar cursos en casi todas las facultades de la Universidad de Costa Rica y posteriormente, como consecuencia de su desempeño docente, llegó a ocupar diversos puestos de administración académica. Fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales, Subdirector de la Escuela de Filosofía y Director de la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva en la Universidad de Costa Rica. En la Universidad Nacional ha sido Director del Ciclo Básico de Filosofía y Letras, del Departamento de Filosofía y Decano del Centro de Investigación, Docencia y Extensión Artística (CIDEA).
En su labor docente Jaime no se ha distinguido por ser un profesor «estrella», a la manera tradicional; fue más bien el maestro de la pregunta capciosa y de la anécdota provocativa; por eso nos dirá que él cree que «se enseña más con el ejemplo que con el concepto; el concepto está en el libro, el ejemplo lo utiliza el maestro para que se entienda el libro». Nos cuenta que cuando los alumnos le reclamaban que él no les evaluaba lo que sabían, sino sólo su capacidad de pensamiento, entonces les contestaba relatándoles lo que un profesor de secundaria les decía: «...los datos son como el abrigo, lo que interesa es saber en qué clavo está». Para desarrollar la capacidad de pensamiento, considera el diálogo como un eficaz recurso pedagógico: «Sin diálogo no hay enriquecimiento. El ambiente de diálogo favorece la corrección de los defectos y la captación de las virtudes».
Como forjador de pensamiento y de pensadores ha procurado siempre no sólo señalar caminos sino contribuir a abrir espacios de realización profesional y académica.
Quienes fueron asistentes de sus cursos terminaron por ser profesores. El mismo nos dice que no quiso tener asistentes para que calificaran exámenes, sino para formarles para la docencia. Sin embargo, nunca pretendió contar con un séquito de discípulos incondicionales, todo lo contrario, tal actitud la califica como una «visión aristocrática» falseada del maestro, que lo concibe como aquel a quien se sigue. «Mi actitud como maestro -nos dice- no era contar con acólitos que me admiraran, sino desarrollar cualidades; por eso quise enseñarles filosofía a los que no eran filósofos, eso constituía para mí un desafío académico».
Asimismo, parte de una concepción no instrumentalista y antimercantil del papel del docente. Siguiendo a Erick Fromm, señala que el maestro moderno (profesor estrella») está dominado por el tipo de carácter improductivo, mercantil, en donde yo no soy yo, sino lo que valgo en el mercado y, por lo tanto, se deja de ser auténtico. Mientras que el carácter productivo se distingue por ser coherente con sus potencialidades y no se las supedita a las leyes del mercado. Lo importante es ser y no aparecer; esforzarse por ser uno mismo, auténtico. Esta búsqueda de autenticidad constituye una tarea fundamental especialmente en una época signada por un mimetismo cultural que empobrece y denigra el espíritu creador.
En su vida convergen así las cualidades del pensador agudo e incisivo, del maestro apasionado para comunicar su verdad sin dogmatismos ni prepotencias y del ser humano siempre abierto al otro para potencializar sus mejores virtudes. Asimismo, su entrega pasional a la academia, sólo interrumpida en algunos momentos por razones de salud, han modelado la personalidad de un intelectual y un maestro con una vocación especial por el cultivo del saber auténtico, el único que libera y dignifica al ser humano.

Su Obra: Contribución al Pensamiento Crítico y Humanista


La obra de Jaime González es vasta y de gran diversidad temática. Ha incursionado en los campos de la filosofía política, la ética, la comunicación social y la metodología de la investigación científica, entre otros. Sus escritos fueron concebidos no sólo en función de sus intereses particulares como autor, sino también como respuesta a las demandas académicas de ofrecer material didáctico actualizado a los estudiantes de sus cursos y contribuir al análisis y el debate sobre temas de relevancia filosófica y social en el país. En este sentido nos dice Jaime que sus obras no constituyen investigaciones meticulosas, en sentido estricto; más bien representan «esfuerzos de síntesis y de simplificación en ámbitos interdisciplinarios». De esta manera, procura poner la investigación al servicio de la producción, lo que hace que sus aportes respondan a objetivos específicos en el orden académico. Así por ejemplo, su libro El Proceso Investigativo lo concibió para llenar un vacío de textos con un enfoque global sobre la investigación científica, ya que prevalecía en la mayoría de los libros disponibles un énfasis en las técnicas de investigación. A partir de su interés de responder a demandas concretas es que deben ser valorados muchos de sus aportes, no sólo editados en libros, sino también en múltiples folletos, cuadernos de estudio y artículos periodísticos.
Entre sus principales obras se destacan cinco libros que abordan problemas fundamentales en los campos ya mencionados. Ellos son Persona y SociedadDemocracia Cristiana y Lucha de ClasesReflexiones Éticas,Comunicación Social y Dominación Ideológica, y El Proceso Investigativo. En toda su obra se puede apreciar un rigor analítico en el tratamiento de los problemas y un estilo diáfano y sugerente que, como hemos indicado, hacen que su producción sea una estimulante invitación al diálogo y a la reflexión creativa. Al mismo tiempo, su obra se distingue por un rasgo fundamental: su contribución al desarrollo del pensamiento crítico y humanista.
La concepción humanista constituye el cimiento y la columna vertebral de su producción intelectual. Desde sus primeros escritos podemos apreciar que el enfoque humanista es una cuestión de principio en la obra de Jaime González. En su artículo «El hombre y la técnica», escrito siendo aún estudiante en la Universidad de Lovaina, afirma la primacía y trascendencia del ser humano sobre las condiciones técnicas del trabajo. Esboza críticamente cómo la técnica, contraviniendo este principio, de hecho se convierte en factor de alienación del ser humano como sujeto del trabajo. De esta manera, se consigna el trabajo como derecho humano fundamental y a la técnica como instrumento objetivo destinado a garantizar ese derecho. Con este planteamiento anticipa una crítica a las sociedades modernas y a los tecnócratas y sus ideólogos, quienes hoy se atreven a postular el fin de las ideologías y de la «historia», obnubilados por los «avances» del desarrollo tecnológico.
Más recientemente Jaime vuelve a reivindicar lo humano en un atrevido y acertado cuestionamiento de la visión tecnocrática de las ciencias:
«De hecho, las limitaciones de las ciencias aparecen con mayor claridad en las profundas dificultades de abordar adecuadamente los aspectos más íntimos del ser humano (.. ) al acercarse al hombre el problema requiere cada vez más una interpretación integral, donde la ciencia tiene necesariamente que darse la mano con la filosofía, el arte y aún la religión. Pero con frecuencia en la vivencia tecnocrática del mundo intelectual moderno, los planteamientos filosóficos correlacionados son como sollozos de unos delfines de la existencia del espíritu que tratarán de decirles a los peces de las aguas profundas de lo concreto que el aire existe más allá de las pequeñas burbujas que ellos comprueban». (González, J. La Filosofía como Arquitectura..., op. cit., p. 24. Énfasis nuestro).
Sin duda la búsqueda de nuevas síntesis entre ciencia, arte, cultura y religión, teniendo como eje integrador al ser humano, constituye una de las demandas más sentidas para quienes perciben con gran visión crítica y prospectiva, como lo hace Jaime González, que las sociedades del futuro sólo tendrán asidero real en la medida en que se conviertan en verdaderos espacios de realización humana en plenitud. Desde esta posición humanista, para la construcción de nuevas síntesis, nos plantea que en «un mundo que ha tendido a fraccionarse, tecnificarse y a circunscribirse en ámbitos cada vez más restringidos, ha procurado presentar una visión más integral: de la teoría a la práctica, de lo conceptual a lo estético, de lo intelectual a lo afectivo…»
La concepción del ser humano, su vocación y responsabilidad existencial y social, son objeto de sus reflexiones ético-filosóficas a lo largo de toda su obra. En su libro «Reflexiones Éticas,> formula como principio que «toda ética supone la concepción del hombre como libertad autocreadora». (González, Jaime. Reflexiones Éticas. Heredia, Editorial Universidad Nacional. 1986, p. 76). Y señala, por lo tanto, que el problema de la ética tradicional radica en su conservadurismo, que obedece precisamente a esa falta de credibilidad y confianza en la potencialidad creadora del ser humano libre.
Refiriéndose de manera particular a la ética profesional, destaca el sentido humano profundo que debe animar el ejercicio responsable de la profesión:
«La responsabilidad del profesional es enorme... La profesión es un intercambio humano. Requiere una actitud de acogida para el otro y no sólo por razones de eficiencia. De esta abertura hacia el otro surgen el diálogo y el sentido humano de la profesión (...). La profesión no debe ser simplemente una producción de bienes materiales; debe ser creadora de humanidad en toda la plenitud de la palabra». (Ibid., p. 90. Énfasis nuestro).
Esta valoración del quehacer profesional asume particular importancia y actualidad, en un contexto en donde la «eficiencia», que se «computariza» y traduce a «valor económico», se ha constituido en e! criterio de más alto rango que rige el paradigma de la racionalidad moderna. La profesión como forjadora de humanidad, se nos plantea como un desafío ético, para trascender los reduccionismos economicistas y utilitaristas, en aras de proyectar sociedades humanistas, innovadoras y pluralistas.
Para no excedernos en referencias sobre este tema, aunque éstas son abundantes en su obra, mencionaremos una más que corresponde a su libro «Democracia Cristiana y Lucha de Clases». En esta obra polémica, el autor desde una opción social-cristiana progresista, critica a los partidos demócratas cristianos por carecer de un análisis de la realidad social desde una sociología del conflicto. Sin depender del marxismo, tiene la perspicacia crítica de recuperar sus aportes para el análisis del conflicto y la dominación social. Asimismo, inspirado en los principios cristianos de la dignidad del ser humano, la búsqueda de la equidad y la comunitariedad, afirma una vez más su concepción humanista, como fundamento para concretar el ideal de una sociedad pluralista y comunitaria. De ahí, su cuestionamiento al poder que margina: «Nosotros hemos partido de una opción valorativa previa: el reconocimiento de la suprema dignidad de todos los hombres. El análisis de la sociedad actual nos permitirá percibir una marginación alienante e injusta de gran parte de los hombres por culpa de la manera como se utiliza el poder social». (González, J.Democracia Cristiana y Lucha de Clases, op. cit., p. 93).
Con base en esta concepción humanista postula la necesidad de una ética social que, en el plano político, deberá garantizar el derecho real de participación y dignificación de los sectores sociales históricamente postergados y víctimas de sistemas de dominación, estructurados para legitimar la injusta distribución de los bienes materiales y espirituales.
Como podemos apreciar su pensamiento humanista es una invitación al reconocimiento de lo humano como sustrato de todo quehacer científico-tecnológico, como posibilidad creadora, cuando el ejercicio libre de sus potencialidades encuentra un espacio social y natural propicio, para proyectarse en esa dialéctica ineludible marcada por los jalones de la historia y de la utopía: la búsqueda de nuevos horizontes.
El enfoque crítico, rasgo distintivo de su obra, es un aspecto consustancial a su personalidad intelectual. Apacible y mesurado para exteriorizar sus juicios y opiniones, se convierte en un vehemente y apasionado crítico cuando se trata de confrontar el pensamiento dogmático de cualquier signo ideológico, filosófico o religioso. Con cierta ironía Jaime utiliza con frecuencia los calificativos de «ritual», «catecismo», «recetario», entre otros, para referirse a este tipo de pensamiento, así como a los convencionalismos que pretenden encasillar al ser humano, negándole el derecho a realizarse como sujeto libre.
Concibe el quehacer filosófico, ético y científico como esencialmente crítico y, por ello, como garantía para acceder a formas auténticas de conocimiento, es decir, de aquel que busca construir la verdad. Tal tarea implica el desarrollo del pensamiento propio, fruto del ejercicio permanente de la imaginación creadora. Es esta la aspiración más sublime para el intelectual que sabe que no es en la reproducción de conocimientos, sino en su producción, donde se puede encontrar no sólo el bienestar integral de los pueblos, sino la realización y dignificación más plena del ser humano: su libertad. De ahí que se haya interesado en la crítica a los procesos pedagógicos tradicionales, verticalistas y librescos, así como a las formas de pensamiento filosófico que no trascienden a la paráfrasis del discurso de los clásicos.
En su obra «El Proceso Investigativo» concibe el quehacer filosófico como esencialmente crítico e integrador:
«La filosofía ha sido un proceso teórico de cuestionamiento y problematización del conocimiento humano. Más que engendrar soluciones, la filosofía sopesa las respuestas enunciadas, las pretendidas evidencias o demostraciones, enjuicia la calidad o veracidad del conocimiento y de los procesos investigativos. Por su carácter de radicalidad, esta tarea epistemológica trata de llevar el cuestionamiento hasta sus últimas consecuencias teóricas». (González, Jaime.El Proceso Investigativo. San José, Editorial Alma Mater. 1986, p. 22).
En otro de sus escritos nos dirá que «cada cuestión filosófica es más un acto y una puerta abierta al dinamismo del espíritu, que una respuesta precisa y tranquila, sin misterios ni problemas, que se pudiera contemplar desde el cómodo y absurdo sillón de los que quieren encontrar la solución al desafío humano como pequeños artículos de venta en el supermercado». (González, J. La Filosofía como Arquitectura..., op. cit., p. 23).
Saludable ejercicio del pensador acucioso quien, a la manera de Sócrates, sabe que para encontrar la verdad hay que penetrar en los recónditos misterios de la vida, con la pregunta como único bisturí del conocimiento. Se trata, en todo caso, de un difícil ejercicio: crear nuevas preguntas para situaciones nuevas y cambiantes.
Al enfocar el marxismo lo hace desde esta misma perspectiva crítica; objeta su versión ortodoxa y dogmática y recupera lo que considera sus mejores aciertos teóricos y metodológicos. Así, por ejemplo, en su obra, «Democracia Cristiana y Lucha de Clases», reconoce la contribución del marxismo en la formulación de una sociología del conflicto. Y en su libro «Comunicación Social y Dominación Ideológica» asume explícitamente algunos supuestos fundamentales del marxismo en sus análisis de la dimensión ideológica de la dominación social. A su vez, cuestiona al máximo cuando se convierte en «ortodoxia religiosa». Veamos una opinión que expresa este acento críticoconstructivo:
«La visión del conflicto social que nos da el marxismo es esencial para entender los problemas actuales, independientemente de que aceptemos o no sus tesis políticas... Creo que al evaluar sus posibilidades científicas se cometen frecuentes tergiversaciones. Algunos toman a Carlos Marx como el punto de referencia forzoso, absoluto e indiscutible de la investigación científica... Se cita a El Capital como los sacerdotes citan la Biblia, casi de rodillas. Otros, por el contrario rechazan toda afirmación marxista pretendiendo que son tergiversaciones políticas o ignorando la grandeza científica de muchos de los análisis marxistas. Yo creo que la verdad está en el medio... Marx como todo científico es un punto de partida y no un punto de llegada». (González J. Democracia Cristiana y Lucha de Clases, op. cit., p. 64).
Con este juicio crítico, en otro de sus libros, utiliza el concepto marxista de ideología como inversión de la realidad social, advirtiendo que no se trata de «un dogma a aceptar» sino de una insinuación muy esclarecedora que debe ser demostrada». (González, Jaime. Comunicación Social y Dominación Ideológica. Heredia, Editorial Universidad Nacional. 1981, p. 4).
Podemos constatar así que Jaime no es el intelectual dogmático, aferrado a sus concepciones y posiciones filosófico-políticas, fundadas en los aportes de los autores más conspicuos de una determinada corriente de pensamiento con exclusión de otros. Su acercamiento crítico se traduce en un realismo social, como criterio para enjuiciar el alcance heurístico de determinadas corrientes de pensamiento y en un pragmatismo metodológico, en la recuperación de los mejores aportes que puedan ofrecer para el conocimiento científico de la realidad humana. Esta apertura crítica le creó problemas al interior de su propio partido: «Mi interés -nos dice- no era la búsqueda de soluciones inmediatistas, sino hacer que la gente pensara a largo plazo y más sólidamente. Esto me llevó, a que muchos me hayan criticado por mi apertura y diálogo con gente de las más diversas tendencias; pero por eso mismo he sido también una persona que ha facilitado el trabajo en épocas de conflicto entre grupos contrapuestos».
Una valoración y discernimiento crítico similar al que hace del marxismo es el que realiza respecto del cristianismo:
«Es evidente que los grupos cristianos han tenido frecuentemente horror a afrontar el desafío de entender los problemas estructurales que determinan los problemas actuales y que han recurrido a soluciones inmediatistas, solucionando con 'muy buen corazón' los efectos más detestables del sistema. Siempre el cristianismo ha tomado esa actitud de una caridad socorrista. Y la democracia cristiana no ha escapado a ello. Pero esta es una interpretación del cristianismo, no es el cristianismo mismo, cuyo mensaje humanista es más rico frecuentemente de lo que el clero mismo nos dice». (González, J. Democracia Cristiana y Lucha de Clases, op. cit., p. 63).
En un artículo publicado por el periódico Universidad en 1972, cuestiona al marxismo dogmático por su reduccionismo economicista; también lo hace de la versión reformista del cristianismo enarbolada por algunos pensadores socialcristianos:
«Reconozco que entre los pensadores que se llaman social-cristianos no todos defienden un socialismo de inspiración cristiana. Algunos se quedan en un reformismo que no afecta al sistema capitalista de producción sino en su superficie. Su error no puede ser echado a la inspiración cristiana, sino a la debilidad de su juicio histórico o a la falta de profundización o de fidelidad a las exigencias del cristianismo». (Ibid., p. 150).
Jaime reconoce así que hay una vertiente del cristianismo más prometedora en lo político y desde el punto de vista ético y social más eficaz. Sin referirse en forma explícita al aporte de las nuevas hermenéuticas histórico-críticas de las teologías de la liberación en América Latina, en su apreciación del cristianismo, aflora una concepción bastante afín con dichas teologías.
Su obra nos interpela de manera especial hoy, cuando las manifestaciones del pensamiento crítico y humanista han cedido espacio a los análisis cada vez más mediatizados por el cálculo económico desencarnado y por un comportamiento político, que sacraliza el consenso alrededor de la racionalidad tecnológica y del mercado: instrumentos «incuestionables» de reproducción de la vida de los mejor dotados, los que por «herencia» o «eficiencia» están predestinados, según el ideario neoliberal, a ser los garantes del desarrollo y, como tales, los únicos con derecho de ser los privilegiados de la historia.
Pensar críticamente -que es otra forma de decir creativamente- para enfrentar esta lógica «selectiva», y «excluyente» -que tiende a refinarse cada vez más- y para emprender, a la vez, la ingente tarea de hacer converger los intereses del desarrollo humano con los de la ciencia, la tecnología y la cultura en armónicas y constructivas relaciones con la naturaleza, constituye uno de los desafíos éticos fundamentales de nuestro tiempo. En este aspecto la obra de Jaime González es más que provocativa; es el testimonio del itinerario ininterrumpido de un pensador que sin dejarse atrapar por las modas intelectuales -como él mismo las califica- sabe sintonizar con su tiempo y utilizar sin dogmatismos los instrumentos que ofrece el desarrollo de las ciencias, la filosofía, el arte, la literatura, etc., para asumir con criterio propio el análisis e interpretación de la realidad, con sentido humano, visión crítica y prospectiva.
Para concluir este breve y limitado recorrido por la vida y obra de nuestro pensador y maestro no podemos dejar de señalar lo que ya hemos sugerido, pero que debemos hacerlo explícito: Jaime González por su calidad humana, su entrega a la academia, su fidelidad y consecuencia con sus principios y su humildad, que nunca está revestida de falsa modestia, es un intelectual y maestro ejemplar. Estas cualidades le han hecho merecedor del respeto, la admiración y la amistad de muchos. Y siendo que la humildad en Jaime es más fácilmente perceptible en sus gestos, ante la dificultad de traducirlos, quedémonos con sus palabras:
«Ahora cuando los años ya me pesan, yo no sé si soy un diletante; o si en mis venas corre algo de sangre de filósofo, artista o científico; o simplemente soy un ser humano en busca de sí mismo. Lo único que sé es que trato de ser auténticamente yo mismo, tal vez en algún momento llegue a ser filósofo». (González, J. La Filosofía como Arquitectura..., op. cit., p. 6).

ÁLVARO VEGA SÁNCHEZ

«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»«»



PRESENTACIÓN [3]


Con el propósito de contribuir a la reflexión académica sobre el quehacer universitario en las actuales circunstancias sociales, la Comisión de Carrera Académica de la Universidad nacional y el Programa de Revitalización del Pensamiento Universitario, convocan a la realización del Seminario Ética, Universidad y Sociedad del Futuro. Su cometido será analizar los fundamentos éticos de la práctica universitaria en relación con las distintas dimensiones de la vida social contemporánea, con el fin de visualizar y evaluar posibilidades de acción inmediata y de derroteros futuros.
La Comisión considera una necesidad esencial la presencia permanente de un pensamiento serio y responsable, comprometido con el presente y futuro de la sociedad costarricense, latinoamericana y mundial. Este evento además de ser una necesidad en la renovación y consolidación del pensamiento universitario, permitiría contar con el aporte de distinguidos académicos y académicas del país y el extranjero; los cuales expondrán sus puntos de vista sobre la problemática planteada, poniendo de relieve la dimensión humana solidaria que debe sustentar tanto el quehacer académico y científico-tecnológico, como la gestación y la práctica económico-sociales.
Al reflexionar sobre las características del Seminario, se consideró oportuno que fuese dedicado al Lic. Jaime González Dobles como un reconocimiento a sus valiosos aportes en el campo de la ética, de la filosofía y la administración universitarias, entre otros, y a su ejemplar desempeño como catedrático universitario, promoviendo e inspirando nuevas iniciativas.
En algunos de sus escritos, tales como Prolegómenos para una Ética profesional y Reflexiones Éticas, puntualiza que la ética profesional debe comprender tanto la conducta del profesional como la misión social de las profesiones; y por consiguiente, la finalidad moral de cualquier actividad profesional y académica, es buscar el desarrollo integral de lo humano en la convivencia y producción sociales.
Es un homenaje a un académico que ha contribuido, de manera decidida, a cultivar la dimensión humanista del trabajo académico y profesional.
En este Seminario la Comisión espera la contribución de todos los académicos y académicas y de los profesionales del sector público y privado preocupados e interesados en el debate por la revitalización del pensamiento universitario, por el establecimiento de sólidos fundamentos éticos para la actividad científica y para los modelos y estrategias de conducción económico-social, y los invita a participar escribiendo sus ponencias.
Los objetivos del Seminario son los siguientes:
1- Precisar los desafíos morales que presenta la sociedad actual, principalmente la latinoamericana y costarricense.
2- Discernir la problemática moral que plantea el quehacer universitario privado y estatal.
3- Reflexionar sobre la responsabilidad moral de la práctica científica.
4- Evaluar el compromiso de la universidad con las tareas nacionales de mejoramiento humano y ambiental.
5- Plantear nuevas alternativas para promover y fortalecer el compromiso moral de los universitarios con la sociedad.
6- Contribuir a la visualización de un futuro deseable para la humanidad.
Los principales ejes temáticos que se desarrollarán, son:
1- Compromiso ético universitario (en todos los ámbitos y sectores).
2- Ética y práctica científica y tecnológica.
3- Ética y estrategias de conducción económico-social.
4- Ética y desenvolvimiento cultural.
5- Ética y derechos humanos.
6- Ética y convivencia política.
Por razones operativas, las ponencias no deben superar las 20 páginas a doble espacio, y se entregarán en las oficinas de la Comisión de Carrera Académica antes del 15 de marzo de 1994; con preferencia, se agradece que los documentos sean acompañados de un disquete donde se señale el nombre del archivo y el programa utilizado.
La Comisión se propone editar un libro con las mejores exposiciones seleccionadas por un tribunal competente.
El Seminario se celebrará, entre el 20 y 25 de junio de 1994, en las instalaciones de la Biblioteca Central «Joaquín García Monge» de la Universidad Nacional.

DR. ADOLFO RUIZ C.



[1] La Comisión de Carrera Académica de la Universidad Nacional (Heredia, Costa Rica) y el Programa de Revitalización del Pensamiento Universitario, convocaron a la realización del Seminario Ética, Universidad y Sociedad del Futuro en honor a Jaime González Dobles. Este texto es parte del folleto de presentación del evento que se realizó los días 22-26 de agosto de 1994.
[2] Entrevista realizada al Lic. Jaime González Dobles, 16 de enero de 1993. Las citas que no están referidas a sus obras corresponden a esta entrevista.
[3] Como complemento del trabajo de Álvaro Vega Sánchez, se incluye además la presentación del documento que hizo el presidente de la Comisión de Carrera Académica. 

viernes, 11 de agosto de 2017

INSTITUTO INTERNACIONAL PARA LA CONVIVENCIA HUMANA

Autor: Jaime González Dobles


Este texto fue redactado y editado en febrero de 1994. Responde a una solicitud de un dirigente político.

La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana es una seria exigencia con un carácter sobre todo social y cultural. Sin embargo, a pesar de su posible interés, la propuesta de este proyecto se quedó en su formulación teórica. Amigos cercanos al mundo empresarial me indicaron que era necesario resumirlo pues los ejecutivos carecen de tiempo para leer escritos largos cargados de términos filosóficos. El autor comenzó a trabajar un intento inicial de resumen que se agrega al final. En esta edición se ofrece el texto para que quizá alguien acoja la idea y propicie su ejecución.

Ante el drama mundial es fundamental propiciar el intercambio humano entre personas de diferentes culturas y situaciones sociales. El problema mundial tiene un profundo trasfondo cultural. Pero la respuesta a esta situación es más educativa que política, más humana que institucional. La meta de este instituto sería propiciar una mejor convivencia humana. Para ello propone motivar, crear condiciones de intercambio, favorecer el conocimiento de lo ajeno e insitar a las instancias de poder a favorecer estas metas.

TÍTULO    SOLIDARIDAD   RELACIONES INTERNACIONALES  CULTURA   DESARROLLO



ÍNDICE





NOTA INTRODUCTORIA




El Lic. José Roberto Rodríguez Quesada me solicitó que redactara un proyecto sobre un instituto de "Convivencia Humana" con sede en Costa Rica e insinuó, por razones operativas, que era muy importante que dicho instituto estuviera adscrito a una institución de relaciones y prestigio internacionales como la Universidad para la Paz. La propuesta me pareció muy acorde con el espíritu de los tiempos, aunque la solicitud de que fuera yo quien escribiera el anteproyecto me sorprendió ya que su experiencia como exdiputado, profesor y autor de libros hacía del Lic. Rodríguez la persona más idónea para enfrentar ese compromiso como gestor de la idea. No obstante, el Lic. Rodríguez me planteó el desafío personal, con su habilidad dialogal, al sostener que la labor inicial en la redacción del anteproyecto era más bien tarea propia de un filósofo.
En este espíritu y en mi condición de pensador social, asumo la responsabilidad de plantear algunas ideas introductorias sobre este significativo proyecto. Tengo plena conciencia de que una obra de tal envergadura solamente es posible con el aporte colectivo de muchas personas e instituciones de bien social. En efecto, la elaboración progresiva de un adecuado proyecto sobre un Instituto Internacional para la Convivencia Humana requiere del talento creativo, de la dedicación generosa, del aporte contributivo, de la buena voluntad y del espíritu de solidaridad humana de todas aquellas personas e instituciones que comprendan el significado humano de este importante desafío. Este documento no tiene más intención que la de suscitar el debate sobre los fundamentos del proyecto.


1. JUSTIFICACIÓN DEL PROYECTO



La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana es una seria exigencia con un carácter sobre todo social y cultural. Esta exigencia responde a la necesidad mundial de encontrar respuestas compartidas ante el profundo desafío moral de un mundo que ha desarrollado extraordinarios progresos técnicos y que, sin embargo, mantiene un delicado nivel de violencia, de incomprensión, de desorientación, de deterioro cultural y moral, de explotación, de marginación, de miseria, de injusticia, de descoordinación, de falta de entendimiento y colaboración entre los seres humanos para resolver sus problemas de fondo. Ante esta dramática situación que podría desencadenar una catástrofe mundial, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana es un paso positivo en los caminos más sólidos de la esperanza humana.
Ciertamente, ante los diversos problemas de su realidad material concreta, el siglo XX se ha caracterizado por el desarrollo vertiginoso de su capacidad operativa en el manejo de las más diversas tecnologías destinadas a solventar problemáticas específicas. Sin embargo, este desarrollo funcional y operativo ha engendrado constantemente su propia contradicción interna al arrastrar en sus venas una profunda deficiencia en los aspectos personales, sociales y culturales de la convivencia que debe ser resuelta de manera decidida y valiente. Pero, esta conflictiva situación de incomprensión humana no se resuelve simplemente con exponerla, investigarla o estudiarla. En efecto, la resolución del problema de convivencia entre los seres humanos exige un cambio de mentalidad sobre la interrelación humana y una comprensión más integral que funcional, más existencial que racional, en la que la conceptualización no es más que una forma de su promoción.
Por efecto de los intereses económicos implicados, el desarrollo tecnológico actual ha desestimado el papel primordial de las dimensiones personales y culturales que sobrepasan su enfoque causal y operativo, las que sin embargo sostienen la apertura de la realidad humana hacia los valores más espirituales que puedan dar respuesta al cuestionamiento profundo sobre el sentido de la propia existencia. Por tal motivo, los seres humanos se entienden en el ámbito tecnológico en términos de resolver asuntos específicos; pero por ello no se comprenden necesariamente en el trasfondo más integralmente humano, ya que dicha relación es funcional y no vivencial. En su sentido más plenario, el enfoque que ha asumido la tecnología moderna puede permitir por sí mismo quizás la colaboración operativa, pero no necesariamente la comprensión humana, ya que las riquezas de la convivencia sobrepasan sus limitadas interrelaciones. En efecto, la tecnología no es más que un medio cuyas dimensiones humanas dependen de los valores y experiencias vitales que la impregnen de sentido.
Al ofrecer una instancia vivencial a todos aquellos que luchan por consolidar una auténtica interrelación, comprensión y cooperación entre los seres humanos, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana viene a colaborar en la búsqueda de soluciones a este profundo drama del mundo actual. En efecto, los progresos comunicativos, científicos y organizativos han facilitado un enfoque funcional de los problemas humanos desde una perspectiva que se ha consolidado en la creación de un mundo tecnológico correlacionado, fundamentalmente ligado a procedimientos objetivos que podrían ofrecer mejores perspectivas a la plena realización de lo humano si existiera un trasfondo valorativo y vivencial más sólido. Pero, al pretender solventar por sus mecanismos propios las carencias subjetivas de los seres humanos implicados, a pesar de aparecer a primera vista como la superación definitiva de las deficiencias del pasado, esta modalidad de acción centrada en simples condicionamientos tecnológicos presenta nuevos defectos en la convivencia humana, característicos de mundo actual. Por tal motivo, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende poner la ciencia y organización actuales al servicio de la interrelación cultural, psicológica y espiritual de los seres humanos con el fin de superar al menos en parte los defectos engendrados por el uso muchas veces deshumanizado que ha tomado la tecnología de los tiempos actuales.
En efecto, el mundo actual ha adquirido un profundo potencial operativo en el que las ciencias y técnicas afinan constantemente sus procedimientos e instrumentos desde una perspectiva funcional donde los seres humanos desempeñan tareas y obtienen productos, pero pierden sentido como realidades propias, subjetivas, espirituales. Por ausencia de una auténtica convivencia, de una real comunicación y comprensión en sus dimensiones más profundamente humanas, ese universo tecnológicamente desarrollado manifiesta, en forma dramática, el descuido injustificado de muchas necesidades humanas elementales en gran parte de la población de todo el mundo, así como una descoordinación interna y una incomprensión de la profunda realidad de la vida personal y comunitaria de los seres humanos más allá de sus funciones utilitarias.
De esta manera, el mundo actual se ha convertido en una enorme sociedad que, so pretexto de desarrollarse, encierra a su comunidad humana dentro de jaulas funcionales quizás tecnológicamente bien construidas, pero sobrecargadas de injusticia y desinterés por las necesidades, los sentimientos y aspiraciones de los seres humanos ajenos a sus intereses políticos o económicos. En este sentido, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende favorecer un medio de encuentro comunitario, nacional, regional y mundial a todas aquellas personas y dirigentes sociales, políticos y culturales que buscan sinceramente solventar los errores y deficiencias de convivencia humana que genera el mundo actual, poniendo un énfasis especial en recoger la experiencia y el aporte de todos los esfuerzos de voluntariado donde se generan convivencias, servicios e intercambios humanos sin fines de lucro.
Ciertamente, ante la dramática situación social, política y económica que padecen los habitantes de gran parte del planeta, algunos dirigentes políticos, religiosos y culturales, así como muchas personas con responsabilidad social insisten en solucionar las manifestaciones más trágicas de estas contradicciones humanas en un universo que posee las posibilidades técnicas para solucionar esos desequilibrios estructurales. Pero, al tratar de superar el problema social ligado al manejo deshumanizado del poder y del sistema productivo, a la inadecuada distribución de los beneficios y al uso también inadecuado de medios técnicos e institucionales donde la violación o ausencia de respeto a los derechos humanos, el uso de la violencia y la injusticia social es lo usual, donde el problema irresoluto de la miseria, de la desnutrición, de las condiciones insalubres de existencia, del analfabetismo y de muchas otras manifestaciones de la imcomprensión humana se desarrollan como un cáncer planetario, las soluciones nacionales e internacionales, estatales y privadas, suelen convertirse en un conjunto de remedios paliativos, pretendidamente fundamentados en un simple llamado a la solidaridad humana. Desgraciadamente, la mayoría de las soluciones propuestas son propias para eliminar los efectos más evidentes del desequilibrio constatado, pero no logran enfrentar sus causas reales, que están en un trasfondo más profundo donde se debaten los valores, las aspiraciones, las cosmovisiones y los sentimientos propios de la identidad y solidaridad humanas.
Por tal motivo, aún en muchos casos de la más generosa dedicación a los problemas humanos, la problemática suele ser enfocada desde una perspectiva en la que el manejo operativo, funcional o instrumental de la realidad material y social de la problemática humana choca con la carencia de una vivencia más integral, personal y comunitaria, más íntima y profunda de las dimensiones espirituales del ser humano. Desde esta perspectiva, la asistencia social manejada por la mayoría de las instituciones quizás entienda el problema particular de los seres humanos más desvalidos; pero no los comprende en el pleno sentido de la palabra, es decir, en las profundidades de su realidad personal y comunitaria.
La experiencia histórica nos muestra que la condición humana se caracteriza por presentar una realidad multivalente que no acepta respuestas simplistas, aunque éstas vengan encubiertas con impresionantes revestimientos tecnológicos. Ciertamente, los progresos políticos y tecnológicos modernos son un elemento esencial en la resolución de la problemática mundial. Pero, el problema de fondo del mundo actual es, en muchos aspectos, más vivencial que técnico, más espiritual que material, ya que su problemática central estriba sobre todo en asuntos ligados a su orientación y no tanto en la posible existencia de recursos a nivel mundial, y muchas veces regional, capaces de resolver los problemas concretos del sustrato material de una verdadera existencia a escala de los derechos fundamentales de los seres humanos.
Sin entrar en disquisiciones filosóficas academicistas, se podría señalar que la dialéctica existencial de los seres humanos implica necesariamente que las respuestas particulares de cada individuo o grupo humano juegan siempre un papel fundamental en la búsqueda del significado de lo verdaderamente humano y se convierten en elementos complementarios o contrapuestos del debate sustancial sobre el sentido de la coexistencia social. Su auténtica comprensión demanda una profunda reflexión, diálogo e intercambio humanos que permitan la captación sólida y reposada de su dialéctica interna en la que las respuestas existenciales efectivas de las diversas instancias humanas se perfilan como elementos del conflicto espiritual permanente de la realización humana en la que se genera, de las más diversas maneras, un estado dinámico de tensión entre polos contrapuestos, necesarios e irreductibles. En dicho sentido, con el fin de destacar las necesidades existenciales a las que trata de responder la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana, es conveniente establecer algunas breves reflexiones sobre ciertos ejes particulares de esta problemática existencial de los seres humanos.
La dialéctica existencial de los seres humanos comporta un profundo debate y relación complementaria entre las exigencias del "ser" y las demandas del "poder ser", donde cada modo de ser implica siempre una relación dialéctica con las posibilidades, asumidas o denegadas, en la que sus demandas propias se implican y contraponen continuamente. Así, al partir el desarrollo tecnológico actual de una captación energética, sustentada en la influencia de la física y química como paradigmas mentales del mundo occidental, las fuerzas dominantes del intercambio humano moderno en los ámbitos productivos, políticos y económicos han desquiciado en mucho la compresión global de las potencialidades humanas al encerrar sus planteamientos dentro de los parámetros circunscritos de sus llamadas "determinaciones", "constataciones" y "predicciones" científicas del desarrollo humano, con descuido del auténtico respeto y promoción de otras dimensiones ajenas a sus supuestos básicos.
Estas suposiciones de la tecnocracia actual ha limitado las posibilidades humanas a las modalidades de acción previstas por la captación tendenciosa de lo ya hecho desde ese esquema conceptual específico y el resto ha sido marginado y despreciado como si fuese manifestaciones de un "primitivismo" que debería ser superado. Por el contrario, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende ofrecer una instancia de diálogo e intercambio, abiertos y no prejuiciados, en todas las dimensiones de búsqueda sincera de la plena realización humana.
En efecto, en la concepción dominante en los organismos gestores del desarrollo económico, político y aún social imperante a nivel mundial, con frecuencia las religiones, las filosofías, las prácticas y los rituales de muchos pueblos han sido desvalorizados, amenazados o destruidos en nombre de una pretendida "cultura superior". Por tal motivo, para compensar este desequilibrio, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana viene a buscar puntos de encuentro e interrelación humana que permitan entablar un diálogo entre las posibilidades y limitaciones de las cosmovisiones dominantes y la gran riqueza de perspectivas humanas diferentes fundadas en valores menospreciados o arbitrariamente marginados por el sistema establecido.
Esta dialéctica humana permanente entre el ser y el poder ser humanos, se relaciona en forma precisa en el mundo actual con la contraposición dialéctica entre el "ser" y el "tener" que modula su dinámica interna. Ciertamente, la desnutrición, la falta de vivienda y muchas otras manifestaciones de la miseria que padece gran parte de la humanidad, ponen en evidencia que para ser es necesario tener las condiciones necesarias para serlo. Sin embargo, al reducir el ser al tener se suele propiciar un profundo desequilibrio en la verdadera comprensión del sentido de la existencia humana. Así, la sobrevaloración existente de las posesiones, materiales o sociales, en el mundo actual puede desarticular la significación humana. En este sentido, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende propiciar condiciones de intercambio humano donde ni la obsesión de poseer, ni las diferencias del tener, marquen limitaciones significativas en la búsqueda de una comprensión profunda y compartida del sentido auténtico de la condición de "seres humanos" en todas las personas participantes.
En la existencia personal y comunitaria, los "hechos" se enfrentan siempre con los "ideales", las aspiraciones, las ambiciones y los deseos que se proyectan hacia el futuro en búsqueda de la propia afirmación como seres humanos. Pero, la ambición de poder, el predominio de una pretendida eficiencia en la producción y la búsqueda de ganancias en el mercado suelen condicionar negativamente las realizaciones y tenencias humanas; por circuscripción parcializada en el mundo actual de los ideales en la demanda permanente de autorrealización humana, han implicado la pérdida del "sentido del ser". Al centrarse en una sobrevaloración del tener, el mundo actual ha perdido en gran parte el sentimiento de respeto por todos aquellos valores humanos que no se expresan en posesiones materiales. Pero, estos valores sustanciales tan fácilmente ignorados son la condición elemental para una adecuada convivencia humana.
De esta manera, una determinada manera de entender el poder ser y el tener humanos, que se ha impuesto por sus ventajas pragmáticas a corto plazo, ha propiciado un desequilibrio que debe ser compensado por medio de mecanismos y recursos institucionales que favorezcan la convivencia humana desde una perspectiva diferente, donde puedan expresarse las dimensiones humanas marginadas por los elementos dominantes del sistema establecido. En este sentido, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende propiciar condiciones de intercambio humano donde las personas participantes puedan comprender, expresar y apoyar los ideales y aspiraciones más profundos de la conciencia humana, ligados a su búsqueda personal y social de realización plenaria de lo humano.
Más allá de ciertas manipulaciones políticas o económicas a que puede prestarse, el concepto de "desarrollo sostenible" inspirado de las preocupaciones ecologistas tiene que enseñarnos mucho sobre las nuevas orientaciones que debe impulsar la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana. La visión tradicional de los seres humanos en su convivencia con la naturaleza se fundaba principalmente en su captación falseada como un conjunto de potencialidades que el hombre podía programar en función de sus necesidades, desconociendo su lógica interna de acción y subsistencia. Los planteamientos ecológicos nos recuerdan así que la naturaleza no es una cosa que se utiliza, sino una realidad con la que se convive. Pero, el planteamiento ecologista no es más que un destello que abre quizás las puertas a una búsqueda más integral de la convivencia humana no sólo con la naturaleza, sino también y sobre todo con los otros seres humanos.
En la situación actual, los pensamientos, sentimientos, aspiraciones y producciones humanas que no logran valorarse en el "mercado" económico, político y comunicativo, son artificiosa o maliciosamente desvalorizadas. De esta manera, los problemas y potencialidades humanas se circunscriben y convierten en simples productos estereotipados que se producen y distribuyen en el mercado espectacular de los objetos, de las noticias y programas comunicativos, y no en "desafíos" que se enfrentan vivencialmente para obtener las mejores soluciones desde una búsqueda plenaria de lo humano. La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana pretende así ofrecer un ambiente de diálogo abierto donde las manifestaciones humanas desvalorizadas por las demandas del mercado puedan tener alguna posibilidad de ofrecer sus aportes y riquezas espirituales y culturales, más allá de las limitaciones impuestas por la dinámica restrictiva del mercado.
Desde esta perspectiva, se pueden enfrentar muchos dilemas y conflictos internos del mundo actual en su perspectiva humana más trascendental, donde las demandas de convivencia se tienen que convertir en el eje central de la necesaria superación de las deficiencias detectadas en el vertiginoso movimiento de la interrelación humana actual. Por tal motivo, sin tratar de limitar o circunscribir las dimensiones propias de la institución, es quizás conveniente señalar algunas posibles tareas de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana en la promoción de una mejor convivencia humana con suficiente sentido de realidad.
La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que enfrentar problemas ligados a la dialéctica permanente entre la "individualidad" y la "colectividad". Por una parte, el desarrollo de ciertos medios de comunicación, tanto física como informativa, ha generado que la interrelación humana se haya hecho en cierto sentido planetaria. De tal manera, esta realidad comunicativa determina la existencia de ciertas dimensiones colectivas relativamente generalizadas en lo económico, lo político, lo institucional, lo científico, lo tecnológico, lo artístico, lo deportivo, lo informativo, etc. Así, el ser humano puede ahora "sentirse parte de un mundo" en aquellos aspectos donde las vivencias de los otros seres humanos lo afectan de modos diversos a través de las redes de comunicación establecidas. Pero, por otra parte, esta realidad también pone en jaque el "sentido de identidad humana" y el "sentimiento de lo propio" de las distintas vivencias personales, regionales, grupales, nacionales, etc.
La estructura comunicativa existente carece de modalidades y mecanismos adecuados a la profunda necesidad humana de encontrar los aspectos que definan una adecuada conjugación entre el encuentro y la diferenciación de los seres humanos. Por eso, al indagar sobre su realidad personal, los seres humanos se encuentran con frecuencia desvalidos ya que toda esa pléyade de datos y reportes colectivos no responden adecuadamente, en su mundo más íntimo y afectivo, a sus necesidades existenciales más profundas. Así vemos, por ejemplo, que a pesar de tener suficientes recursos materiales y posibilidades comunicativas, por falta de una orientación y conviencia adecuadas, muchos jóvenes de los países económicamente privilegiados no recurren a ellos para desarrollar creativamente sus potencialidades personales, sino que se refugian desesperadamente en bandas de conductas antisociales y expresan sus sentimientos de identidad de maneras alocadas e irreflexivas; mientras, por razones idénticas, el mundo actual está padeciendo el flagelo del narcotráfico y la drogadicción.
La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que enfrentar también el profundo desafío de la "masificación" intrínseca del mundo actual y de la desorientación personal correlacionada, que se intensifican gracias a los procedimientos propios de su situación humana. Ante esta realidad, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene necesariamente que fundamentar su acción en la solidaridad con aquellos esfuerzos humanos, presentes a pesar de todo dentro del desconcierto actual, que recurren de las más diversas maneras al aporte creativo de la convivencia; como sucede, por ejemplo, con muchas de las organizaciones de auxilio a los accidentados, a los drogadictos, a los alcohólicos, a los discapacitados, a los moribundos, a los enfermos crónicos, etc. En este sentido, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana debe poner de relieve la importancia que asume una convivencia bien orientada en la solución de dichos problemas, personales y sociales, así como favorecer condiciones de interrelación entre los pueblos e individuos que permitan desarrollar una auténtica convivencia humana.
La creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que enfrentar así la disgregación personal, social y cultural que supone el mundo actual, cuya dinámica propia implica un predominio de las dimensiones más "societarias" sobre las "comunitarias". En efecto, las diversas manifestaciones del intercambio societario dependen de una maquinaria racionalmente programada donde cada cosa cumple funciones determinadas, mientras la comunidad es un sustrato espiritual en donde las personas se sienten parte al compartir una visión del mundo y sostener valores similares como pautas de existencia. Para decirlo en términos de Ortega y Gasset, la sociedad maneja "ideas", mientras que la comunidad sostiene las "creencias más profundas" en las que la vida humana se sostiene como el pez en el agua. Por eso, la sociedad crea "utilidad", en tanto que la comunidad da "sentido".
Desde esta perspectiva, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que establecer posibilidades de desarrollar en todos los niveles la convivencia humana sobre el trasfondo de las riquezas comprendidas en las vivencias comunitarias. En realidad, las condiciones operativas de la vivencia utilitaria y funcional de las instancias societarias del mundo actual han generado la precipitación, las tensiones y el aislamiento existencial, característicos de las "grandes concentraciones urbanas". Este predominio de la urbe ha suscitado el deterioro de muchas de las instituciones y valores humanos integrados en las vivencias quizás más sopesadas y solidarias que generaban las condiciones existenciales de la típica convivencia de los pueblos y hogares tradicionales, donde el sustrato comunitario tenía un papel predominante. Sin pretender resucitar tiempos pasados para solventar estas deficiencias, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene que centrar sus preocupaciones por las condiciones de la "vida comunitaria" en los núcleos más naturales de su gestación: la familia, las comunidades habitacionales y laborales, las comunidades religiosas y culturales, en donde los seres humanos no sólo comparten tareas por cumplir, sino que encuentran o debieran encontrar apoyos existenciales que sostengan los "ideales" y "valores" que orienten su realidad personal y comunitaria.
Por estas razones, la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana tiene en su misma esencia un sustrato profundo de cercanía con los objetivos e intenciones de la Universidad para la Paz, ya que sus implicaciones, nacionales e internacionales, se hayan intrísecamente ligadas a la idea de la paz. Pero, la realización de la paz integral como un deber moral de cada persona y una exigencia política, nacional y mundial, supone un fundamento comunitario de apoyo, de solidaridad, de respeto mutuo y de servicio a la vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta.
Hace unos veinte y cinco años, una de las figuras espirituales del mundo occidental, el Papa Pablo VI, correlacionaba la paz con el desarrollo al sostener que " la paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres" ( Populorum Progressio). Pero, tanto la paz como el desarrollo implican necesariamente el establecimiento previo y constante de una auténtica comprensión y convivencia humanas entre los seres humanos más diversos . Por esto, en las condiciones actuales, se puede reinterpretar este planteamiento humanista sosteniendo que la convivencia humana es la condición indispensable para alcanzar una auténtica paz y un verdadero desarrollo.


2. OBJETIVOS DE LA INSTITUCIÓN



Aparentemente la creación de un Instituto Internacional para la Convivencia Humana no parece responder a las supuestas necesidades prioritarias del mundo actual, ya que su dinámica interna no se adhiere estructuralmente a planteamientos societarios específicos, con tareas y resultados evaluables en términos contables. Sin embargo, si se percibe la problemática humana con una visión más amplia, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana puede ofrecer un apoyo esencial en la búsqueda de un adecuado intercambio humano sobre experiencias e ideales orientados hacia la globalidad de los requerimientos de la plena realización de la auténtica condición humana en todos los pueblos, sin distingos de raza, lengua, religión, sexo, edad, condición económica o trasfondo cultural.
En efecto, la única suposición básica que requiere el Instituto Internacional para la Convivencia Humana consiste en la aceptación honesta y responsable por parte de los participantes de una búsqueda de lo plenamente humano a través de la convivencia interpersonal y social. Desde esta perspectiva se precisan sus objetivos fundamentales:
1. Propiciar una mejor convivencia humana en todos los niveles y dimensiones del mundo actual.
2. Propiciar mayor humanización en el uso de las tecnologías, de los mecanismos comunicativos y organizativos del aparato estatal e institucional, de la industria, del comercio y de todas las interrelaciones sociales, culturales y educativas de los seres humanos.
3. Motivar a todos los seres humanos sobre la necesidad de mejorar la convivencia como prerrequisito y medio fundamentales del adecuado desarrollo humano.
4. Facilitar el diálogo profundo dentro de las más diversas comunidades e instancias sociales sobre las ventajas y perspectivas ligadas a un adecuado manejo de la convivencia humana.
5. Promocionar el estudio y la reflexión sincera sobre las condiciones y modalidades de conducta, personal y social, más favorables para la mejor convivencia humana.
6. Defender los derechos a la plena realización de todos los seres humanos en una convivencia respetuosa de las virtualidades propias de las diferencias particulares de cada uno.
7. Buscar el enriquecimiento del conocimiento y comprensión de las condiciones favorables al mejor desarrollo de la convivencia humana.
8. Crear condiciones de intercambios entre las personas y movimientos orientados a promover la convivencia entre los seres humanos.
9. Desarrollar la producción de técnicas de grupo que favorezcan la creación de mejores niveles de convivencia entre los participantes.
10. Divulgar información por los medios pertinentes sobre experiencias exitosas de convivencia humana con el fin de motivar y apoyar todos los esfuerzos orientados hacia su promoción.
11. Buscar los apoyos societarios necesarios para crear encuentros que faciliten la convivencia entre personas de ámbitos sociales y culturales diferentes.
12. Convocar a dirigentes políticos, culturales, sociales y económicos con poder de mando en sus naciones, en instituciones regionales o internacionales, con el propósito de que de su encuentro salgan resoluciones y un apoyo sustentables para mejorar la convivencia humana a nivel nacional, regional y mundial.




3. ESTRUCTURA ORGANIZATIVA



El Instituto Internacional para la Convivencia Humana poseerá las siguientes estructuras organizativas.

a. La Asamblea General


La Asamblea General será la responsable de definir las políticas generales del Instituto Internacional para la Convivencia Humana, de aceptar la integración a la institución de los Institutos Nacionales, de escoger el Consejo y el Coordinador General del Instituto.
La Asamblea General estará constituida por un representante de la Asamblea de cada Instituto Nacional de los países miembros, por dos representantes de los miembros fundadores ( durante los primeros 10 años), por los miembros del Consejo y por el Rector de la Universidad para la Paz.

b. El Consejo del Instituto


Como instancia de dirección, el Instituto Internacional para la Convivencia Humana tendrá un Consejo constituido por un Coordinador General, elegido por períodos de tres años renovables por un máximo de dos veces, y cuatro miembros de nacionalidades diferentes, elegidos por perídos de dos años renovables.
El Consejo determinará las estrategias de acción del Instituto Internacional para la Convivencia Humana , establecerá sus presupuestos generales y controlará las labores de la
institución.

c. La Oficina de Coordinación Mundial


El Instituto Internacional para la Convivencia Humana tendrá una oficina central, con sede en Costa Rica, que funcionará bajo la dirección de un Coordinador General, en lazo estrecho con la Universidad para la Paz.

d. Los Institutos Nacionales para la Convivencia Humana


Los Institutos Nacionales para la Convivencia Humana están constituidos por todos los miembros que así lo soliciten y respondan a los requerimientos impuestos por su Asamblea General.

e. Las Asambleas Nacionales


La Asamblea General de los Institutos Nacionales para la Convivencia Humana de cada país será la responsable de definir sus políticas generales, de aceptar la integración de filiales, de escoger el Consejo y el Coordinador del Instituto Nacional.
Las Asambleas Generales estarán constituidas, en una primera instancia, por todos los miembros de los Institutos Nacionales hasta un máximo de cien. Cuando se sobrepase esta cifra, se creará una Asamblea General Representativa de cincuenta miembros, elegidos por los miembros de su sede central y de sus filiales, por los mecanismos que la misma Asamblea decida.

d. El Consejo Nacional


Como instancia de dirección, cada Instituto Nacional para la Convivencia Humana tendrá un Consejo constituido por un Coordinador General, elegido por períodos de cuatro años renovables una sola vez consecutiva, y cuatro miembros residentes en el respectivo país, elegidos por perídos de dos años renovables.
El Consejo determinará las estrategias de acción del Instituto Nacional para la Convivencia Humana , establecerá sus presupuestos generales y controlará las labores de la institución.

e. La Oficina de Coordinación Nacional


Cada Instituto Nacional para la Convivencia Humana tendrá una oficina central está bajo la dirección de un Coordinador Nacional.

f. Comando Organizativo


Con el fin de producir los documentos de base, establecer los procedimientos organizativos y gestar los contactos, nacionales e internacionales, necesarios para constituir realmente el Instituto Internacional para la Convivencia Humana se creará un Comando Organizativo; el que se disolverá con la creación concreta del Instituto. No obstante, las personas e instituciones que participen efectivamente en dicho comando serán reconocidos como socios fundadores del Instituto Internacional para la Convivencia Humana.



PROPUESTA DE RESUMEN



INSTITUTO INTERNACIONAL PARA LA CONVIVENCIA HUMANA

 


El Instituto Internacional para la Convivencia Humana es una institución, sin fines de lucro, orientada al mejoramiento de las relaciones humanas entre personas y pueblos del mundo sin distingo de credo, raza, género o condición social, cultural, política o económica.
La mejor convivencia humana es una necesidad mundial. A pesar de los éxitos informáticos y comunicativos, la incomprensión humana es enorme. El uso de tecnologías oculta el desinterés por las necesidades, los sentimientos y las aspiraciones de las personas ajenas a sus intereses económicos. Los progresos políticos correlacionados no resuelven los problemas de miseria, violencia, explotación y marginación padecidos por muchos seres humanos. La dramática situación del mundo actual denota severas carencias de entendimiento y colaboración solidaria entre países, comunidades y seres humanos.
La urgencia de respuestas compartidas ante este profundo desafío, moral y cultural, justifica la existencia del Instituto Internacional para la Convivencia Humana. Su objetivo fundamental es propiciar encuentros comunitarios de personas y dirigentes culturales, sociales o políticos, interesados en solventar deficiencias nacionales, regionales o mundiales de convivencia humana. Su compromiso es propiciar el aporte de las instituciones, los grupos y las personas comprometidos con la solidaridad humana.
El drama de la incomprensión e incomunicación humanas es grave. Al no afrontar las exigencias de una auténtica convivencia, los remedios paliativos de muchas políticas asistenciales eliminan determinados efectos. Pero, al no respetarse el verdadero sentido de la vida personal y comunitario, los aspectos medulares de la existencia humana son desvalorizados.
Una comprensión integral de la realidad concreta de los seres humanos debe llegar hasta las raíces: los valores, las aspiraciones, los sentimientos y las visiones del mundo que sostienen la identidad, personal y comunitaria, de cada cual.
El Instituto Internacional para la Convivencia Humana promueve así el diálogo como expresión de las aspiraciones más profundas de cada persona o comunidad. Una auténtica cooperación humana requiere comprensión mutua, buena voluntad, dedicación generosa, talento creativo, espíritu fraterno y aporte contributivo de todos. Por tales razones, dicho diálogo otorga un papel especial a las experiencias derivadas de los esfuerzos de convivencia generados en el voluntariado humano sin fines de lucro. En el diálogo humano propuesto, cada respuesta sincera juega una tarea fundamental, sin que las diferencias del acervo intelectual, cultural o material, marquen limitaciones significativas en la comprensión profunda y compartida del sentido auténtico de la condición de ‘seres humanos’ de sus gestores.
Solo el aporte fraterno de todos, personas e instituciones, permite la superación de las deficiencias detectadas en la convivencia humana. Más allá de los intereses creados, la posibilidad de una convivencia integral es el desafío más profundamente humano. Requiere una acción solidaria con los otros seres humanos y con el medio ambiente. Ni los seres humanos, ni la naturaleza son cosas utilizables en función de necesidades, sino realidades vitales con las que se convive.
Pero las modalidades comunicativas existentes no facilitan el sentido de identidad y el sentimiento de lo propio en las distintas vivencias personales, comunales, nacionales e internacionales. Por eso hay que propiciar una convivencia humana más acorde con las necesidades existenciales, racionales y afectivas, de la población humana. Esta debe conjugar, de la manera más adecuada, la necesidad del mutuo encuentro entre los seres humanos, con el peso espiritual de las diferencias, personales y culturales.
El Instituto Internacional para la Convivencia Humana propicia la convivencia humana desde las riquezas más profundas de las vivencias espirituales y comunitarias. Con proyección dinámica, genera encuentros de convivencia donde las personas comparten una visión abierta y respetuosa de los valores asumidos por cada cual como pauta de existencia auténtica, en lo personal y en lo comunitario. Enfrenta así la desorientación personal, social y cultural, reflejada en la masificación intrínseca del mundo actual.
Una sólida convivencia humana es la condición indispensable para alcanzar la paz y el desarrollo verdaderos. Una auténtica comprensión y convivencia entre los seres humanos más diversos es el mejor fundamento del intercambio comunitario, de la solidaridad, del respeto mutuo y del apoyo a la propia vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta.
El Instituto Internacional para la Convivencia Humana propicia y promueve experiencias con ideales orientados hacia la promoción de la plena realización de la auténtica condición humana en todos los pueblos. Su única demanda básica es la aceptación, honesta y responsable, por parte de los participantes de una búsqueda de lo plenamente humano a través de la convivencia, personal y socialmente compartida. Sin despreciar la utilidad, dicha convivencia demanda, sobre todo, sentido.

Desde esta perspectiva se precisan sus objetivos fundamentales:
1. Promover una mejor convivencia humana en todos los niveles y dimensiones del mundo actual.
2. Propiciar diálogos profundos sobre las ventajas de un adecuado manejo de la convivencia humana.
 3. Motivar a todos los seres humanos sobre la necesidad de mejorar la convivencia como requisito y medio fundamentales del desarrollo humano.
4. Favorecer usos más humanos en todas las instancias sociales, culturales y educativas, en las tecnologías y mecanismos comunicativos, en los recursos organizativos (el aparato estatal e institucional, la industria, el comercio, etc.).
5. Enriquecer el conocimiento y la comprensión de las condiciones favorables al mejor desarrollo de la convivencia humana.
6. Defender los derechos a la plena realización de todos los seres humanos en una convivencia respetuosa de las virtualidades particulares de cada uno.
7 Promover el estudio y la reflexión sobre las condiciones, modalidades y alternativas para una convivencia humana más favorable.
8. Crear condiciones de intercambios entre las personas y movimientos orientados a promover la convivencia entre los seres humanos.
9. Desarrollar técnicas de grupo que favorezcan la creación de mejores niveles de convivencia entre los participantes.
10. Motivar e informar, por los medios pertinentes, sobre experiencias exitosas de convivencia humana.
11. Buscar el apoyo necesario para crear encuentros que faciliten la convivencia entre personas de ámbitos sociales y culturales diferentes.
12. Buscar el apoyo de los dirigentes con poder de mando en instituciones políticos, culturales, sociales y económicos, nacionales, regionales o internacionales.