POR
UNA BUENA CONVIVENCIA HUMANA
Jaime González Dobles
Con la esperanza de encontrar el apoyo de diversas instituciones y
personas, propuse en 1994 la creación de un Instituto Internacional para la
Convivencia Humana con una supuesta sede en Costa Rica. Su fin era mejorar las
relaciones humanas con el aporte de todos los pueblos del mundo sin distingos
de credo, raza, género o condición social, política, económica o cultural.
1.
NOTA INTRODUCTORIA
De acuerdo con el espíritu de los tiempos, la propuesta buscaba propiciar
el aporte solidario de personas, grupos e instituciones de bien social en el
mundo entero. Pero, su vigencia efectiva dependía de la dedicación generosa,
del talento creativo, de la buena voluntad, del espíritu de solidaridad humana
y del aporte contributivo de todos los que comprendieran el significado humano
de este importante desafío. De hecho, la propuesta inicial era solo una
insinuación al imaginario colectivo.
Aparentemente tal propuesta no ha parecido responder a las supuestas
necesidades prioritarias del mundo actual, ya que su dinámica interna no se ha adherido
estructuralmente a los planteamientos societarios específicos de su dinámica.
Esta está dominada básicamente por tareas y resultados evaluables en términos
contables.
Sin embargo, si se percibe la problemática humana con una visión más
amplia, la propuesta ofrecía un apoyo esencial en la búsqueda de un adecuado
intercambio humano sobre unas experiencias e ideales orientados hacia la
globalidad de los requerimientos de la plena realización de la auténtica
condición humana en todos los pueblos del mundo, más allá de las diferencias económicas,
políticas, culturales, sociales, lingüísticas, religiosas, etc. que afectan
dramáticamente a la población mundial.
En efecto, la única suposición básica que requiere una propuesta sobre una
buena convivencia humana es la aceptación honesta y responsable por parte de un
grupo importante de personas que busque los participantes necesarios de una
búsqueda solidaria de lo plenamente humano a través de una mejor convivencia
interpersonal y social.
No creo que el fracaso real de la primera idea se haya debido a un
planteamiento equivocado: defender una buena convivencia humana no es un
absurdo. Creo que el problema ha sido más bien un error político. Hacía falta
encontrar a las personas que asumieran el desafío de llevarlo a cabo, aquí en
Costa Rica o en cualquier país del mundo, sobre todo en este momento que
estamos padeciendo el drama mundial de las migraciones, de la violencia, de la discriminación,
etc.
Por eso, he considerado conveniente reasumir la idea inicial del texto
original con algunos agregados con la esperanza de tener una mejor acogida
desde un planteamiento más general.
2.
INTENCIONES DEL PROYECTO
En 1994, el Lic. José Roberto Rodríguez Quesada me solicitó que redactara
un proyecto sobre un instituto de ‘Convivencia Humana’ con sede en Costa Rica e
insinuó, por razones operativas, que era muy importante que dicho instituto
estuviera adscrito a alguna institución de relaciones y prestigio internacional
como la Universidad para la Paz.
La propuesta me pareció muy acorde con el espíritu de los tiempos, aunque
la solicitud de que fuera yo quien escribiera el anteproyecto me sorprendió ya
que su experiencia como exdiputado, profesor y autor de bastantes libros
sociales hacía del Lic. Rodríguez la persona más idónea para enfrentar ese
compromiso como gestor de la idea. No obstante, con su habilidad dialogal, el
Lic. Rodríguez me planteó el desafío personal al sostener que la labor inicial
en la redacción del anteproyecto era más bien tarea propia de un filósofo como
yo.
En este espíritu y en mi condición de pensador social, asumí la cruda responsabilidad
de plantear algunas pocas ideas introductorias. No obstante, mi buen amigo, el
empresario y también exdiputado Óscar Manuel Saborío Vega, me señaló que estaba
cometiendo un error táctico en mi propuesta. Tenía que resumirlo ya que “los
políticos y los empresarios no tienen tiempo para leer más de una página. De
otra manera, lo botan o lo archivan (que es otra manera de botarlo)”. Por eso,
ahora como filósofo, dejo en otras manos el proyecto y trato de recuperar sus
fundamentos.
Yo tenía plena conciencia de que una obra de tal envergadura solamente era
posible con el aporte colectivo de muchas personas e instituciones de bien
social. Pero lograr esa meta no era mi objetivo. Yo solo me limitaba a lanzar
ideas con la esperanza de que otros las asumieran. De hecho, con un proyecto
social, pasa lo mismo que con el deporte, para que haya un campeonato deben
haber muchas personas, muchos equipos e instalaciones. Por eso, reinicio esta
propuesta teórica con la esperanza de que haya quizá algunas cuantas personas
que quieran asumir el esfuerzo de su posible implementación operativa. En efecto,
la elaboración progresiva de un adecuado proyecto de una buena convivencia humana
requiere del talento creativo, de la dedicación generosa, del aporte
contributivo, de la buena voluntad y del espíritu de solidaridad humana de muchas
personas e instituciones que comprendan el significado humano de un importante
desafío de esa envergadura.
Por tal motivo, este documento no tiene más intención que la de suscitar
el debate de un intercambio humano sobre los fundamentos de unas ideas que
parecen responder a una seria necesidad mundial. De hecho, la posible creación de unos auténticos institutos
para una buena convivencia humana es una seria exigencia con un carácter mundial
que responde sobre todo a la necesidad social y cultural de encontrar
respuestas compartidas ante el profundo desafío moral de un mundo que ha
desarrollado extraordinarios progresos técnicos y que, sin embargo, mantiene un
delicado nivel de violencia, de incomprensión, de desorientación, de deterioro
cultural y moral, de explotación, de marginación, de miseria, de injusticia, de
descoordinación, de falta de entendimiento y colaboración entre los entes
humanos para resolver sus problemas de fondo.
Ante la
dramática situación de la incomprensión y de la agresión humana que están desencadenando
una catástrofe mundial, la creación de unas instituciones orientadas al
mejoramiento de las relaciones entre las personas y los pueblos del mundo es un
paso positivo en los caminos más sólidos de la esperanza humana.
Dicha propuesta pretende promover un diálogo interpersonal
abierto como la expresión de las aspiraciones más profundas de toda persona o
comunidad humana. Su auténtica cooperación requiere comprensión mutua, buena
voluntad, dedicación generosa, talento creativo, espíritu fraterno y aporte
contributivo de todos. Por tales razones, el diálogo esperado debe otorgar un
papel especial a las experiencias derivadas de los esfuerzos de convivencia
generados sobre todo en el voluntariado humano sin fines de lucro.
En el diálogo humano propuesto, cada respuesta
sincera juega una tarea fundamental, sin que las diferencias del acervo
intelectual, cultural o material, marquen limitaciones significativas en la
comprensión profunda y compartida del sentido auténtico de la condición humana
de sus gestores.
El objetivo fundamental de esta propuesta es propiciar
la necesidad de encuentros comunitarios de personas y dirigentes culturales,
sociales o políticos, interesados en solventar las deficiencias nacionales,
regionales o mundiales de convivencia humana. Su compromiso es promover el
aporte de las instituciones, de los grupos y de las personas comprometidas con una
mejor convivencia humana con el fin de favorecer una mentalidad solidaria de
apoyo y de reconocimiento mutuo a todas las iniciativas de mejoramiento.
Con una proyección dinámica, su fin es generar
la necesidad de establecer encuentros de convivencia donde las personas compartan
una visión abierta y respetuosa de los valores asumidos por cada cual como
pauta de existencia auténtica, en lo personal y en lo comunitario.
Esta propuesta pretende enfrentar así la
desorientación personal, social y cultural, reflejada en la masificación
intrínseca del mundo actual, con el fin de propiciar una mejor convivencia
humana desde las riquezas más profundas de las vivencias espirituales y
comunitarias que existen camufladas detrás de la pobreza vital del mundo actual.
Su meta es promover experiencias con ideales
orientados hacia la plena realización de la auténtica condición humana en todos
los pueblos y comunidades. Su única demanda básica es la aceptación, honesta y
responsable, por parte de los posibles participantes de una búsqueda de lo
plenamente humano a través de producción de una instancias de una convivencia,
personal y socialmente compartida.
Sin despreciar la importancia de generar utilidad,
esta convivencia demanda, sobre todo, la creación de un mejor sentido humano.
Por tal motivo, su acción y su organización se orientan al servicio de una
mejor interrelación cultural, psicológica y espiritual de los entes humanos con
el fin de superar los defectos engendrados por una comunidad humana
sobrecargada de injusticia y desinterés por las necesidades, los sentimientos y
aspiraciones de los entes humanos ajenos a los intereses políticos o económicos
dominantes.
Para compensar el desequilibrio reinante, hay que propiciar un mejor
intercambio humano desde un ambiente de diálogo, abierto y no prejuiciado,
donde se puedan comprender, expresar y apoyar las aspiraciones profundas de la conciencia
humana ligadas a la búsqueda sincera de la realización plenaria de lo humano,
sin las obsesiones y las diferencias de un tener y de un poseer instaurado que
suscitan limitaciones significativas en la comprensión profunda y compartida
del sentido auténtico de la condición de ‘entes humanos’ en todas las personas
participantes.
Buscar un diálogo entre la gran riqueza de las perspectivas y de las cosmovisiones
de la humanidad suscita que la respuesta sincera de cada ser humano juegue
siempre un papel fundamental en la búsqueda de lo verdaderamente humano. Para
eso, hay que organizar encuentros y experiencias que contribuyan en la solución
de los problemas personales y sociales del mundo actual al propiciar unas condiciones
de interrelación entre los pueblos y los individuos que permitan desarrollar un
mundo más íntimo y afectivo acorde con las necesidades existenciales de la
población mundial.
La convivencia propuesta pretende establecer ciertas posibilidades de
desarrollar y de dar sentido al trasfondo de las riquezas comprendidas en las ricas
vivencias comunitarias. Se enfrenta así con la disgregación personal, social y
cultural que supone el mundo actual, cuya dinámica implica el predominio de una
maquinaria racionalmente programada con funciones societarias en detrimento de
un sustrato espiritual comunitario en donde las personas se sienten parte al
compartir una visión del mundo y sostener valores similares como pautas de
existencia.
Una auténtica convivencia debe enfrentarse con el profundo desafío de la
masificación intrínseca del mundo actual y de la desorientación personal
correlacionada. Ante esta realidad, la acción humana debe suscitar la
solidaridad con aquellos esfuerzos presentes a pesar de todo dentro del
desconcierto actual, que recogen de las más diversas maneras el aporte creativo
de una adecuada vivencia comunitaria.
Se requiere enfrentar con suficiente sentido de realidad la estructura
comunicativa existente, cuyas modalidades y mecanismos publicitarios no son muchas
veces adecuados a la profunda necesidad humana de encontrar una adecuada
conjugación entre el encuentro sincero y la diferenciación respetuosa de los entes
humanos. Para esto, hay que definir y sostener el sentido de identidad y el
sentimiento de lo propio en las distintas vivencias personales, regionales,
grupales, nacionales e internacionales.
Por eso, hay que favorecer encuentros comunitarios, nacionales, regionales
y mundiales entre personas y dirigentes sociales, políticos y culturales que
busquen solventar las deficiencias de convivencia humana en el mundo actual,
con un énfasis especial en la experiencia y contribución de todos los esfuerzos
de voluntariado donde se originan convivencias, servicios e intercambios
humanos sin fines de lucro.
3.
JUSTIFICACIÓN DE LA PROPUESTA
La mejor convivencia humana es una obligación
mundial ya que su ambiente actual está dominado por una historia de guerras y
explotación humana, de egoísmos e incomprensiones humanas. La presente propuesta
es así una necesidad esencial para aprovechar las ventajas y corregir los
errores del mundo actual.
A pesar de los éxitos comunicativos actuales,
la falta de comprensión entre los humanos sigue siendo un grave problema que
debe ser abordado de diversas maneras. De hecho, el uso actual de las tecnologías
informáticas suele ocultar detrás de todo su brillo cierto desinterés por las
necesidades, por los sentimientos y por las aspiraciones de las personas ajenas
a sus intereses de dominación política y económica vigente. De hecho, los
progresos técnicos correlacionados no resuelven adecuadamente los problemas de la
miseria, de la violencia, de la explotación y de la marginación padecidos por
muchos entes humanos.
El desarrollo de los medios de comunicación
actuales, tanto físicos como informativos, ha generado que la interrelación
humana se haya hecho en cierto sentido un asunto planetario. Su realidad
comunicativa ha determinado así la existencia de ciertas dimensiones colectivas
relativamente generalizadas en lo económico, lo político, lo institucional, lo
científico, lo tecnológico, lo artístico, lo deportivo, lo informativo, etc. El
humano puede ahora ‘sentirse parte de un mundo’ en aquellos aspectos donde las
vivencias de los otros lo afectan de modos diversos a través de las redes de
comunicación establecidas. Pero, por otra parte, esta realidad también ha puesto
en jaque el ‘sentido de identidad humana’ y el ‘sentimiento de lo propio’ de
las distintas vivencias personales, regionales, grupales, nacionales, etc. Este
es el drama más serio del mundo actual.
Nuestra propuesta enfrenta también los problemas ligados con
la dialéctica permanente entre la ‘individualidad’ y la ‘colectividad’ del mundo actual. Debe abordar el profundo desafío de la ‘masificación’ intrínseca y de la
desorientación personal correlacionada con una situación humana que se
intensifica gracias a los procedimientos propios. Ante esta realidad, los
humanos tienen que fundamentar su acción en
la solidaridad con aquellos esfuerzos dentro del desconcierto actual que
recurren de las más diversas maneras al aporte creativo de una auténtica
convivencia; como sucede, por ejemplo, con muchas de las organizaciones de
auxilio a los accidentados, a los drogadictos, a los alcohólicos, a los
discapacitados, a los moribundos, a los enfermos crónicos, etc.
En este sentido, hay que poner de relieve la importancia de asumir una relación
bien orientada en la solución de los problemas, personales y sociales, así como
de favorecer las condiciones de interrelación entre los pueblos e individuos
que permitan desarrollar una auténtica convivencia humana. Con este fin, hay
que enfrentar la disgregación personal, social y cultural que supone el mundo
actual, cuya dinámica implica un predominio de las dimensiones más ‘societarias’
sobre las más ‘comunitarias’.
En efecto, las manifestaciones del intercambio societario dependen de una
maquinaria racionalmente programada donde cada cosa cumple funciones
determinadas, mientras la comunidad es un sustrato espiritual en donde las
personas se sienten parte al compartir una visión del mundo y sostener valores
similares como pautas de existencia. Para decirlo en términos de Ortega y
Gasset, la sociedad maneja ‘ideas’ operativas mientras que la comunidad
sostiene las ‘creencias más profundas’ en las que la vida humana se sostiene
como el pez en el agua. Por eso, la sociedad solo crea ‘utilidad’, en tanto que
la comunidad engendra sobre todo ‘sentido’.
Las condiciones operativas de la vivencia utilitaria y funcional de las
instancias societarias del mundo actual han generado una precipitación y unas
tensiones con el aislamiento existencial más característico de las ‘grandes
concentraciones urbanas’. Este predominio de la urbe ha suscitado el deterioro
de muchas de las instituciones y valores humanos integrados en las vivencias
quizás más sopesadas y solidarias que generaban las condiciones existenciales
de la típica convivencia de los pueblos y hogares tradicionales, donde el
sustrato comunitario tenía un papel predominante.
Sin pretender resucitar tiempos pasados para solventar estas deficiencias,
hay que centrar las preocupaciones en las condiciones de la ‘vida comunitaria’ y
en los núcleos más naturales de su gestación: la familia, las comunidades
habitacionales y laborales, las comunidades religiosas y culturales, en donde
los entes humanos no sólo tenían tareas por cumplir, sino que encontraban o debían
encontrar ciertos apoyos existenciales que sostuvieran los ‘ideales’ y ‘valores’
que orienten su realidad personal y comunitaria.
Una
auténtica comprensión y convivencia entre los entes humanos más diversos es el
mejor fundamento del intercambio comunitario, de la solidaridad, del respeto
mutuo y del apoyo a la propia vocación humana de cada uno de los habitantes del
planeta. Desde esta perspectiva, hay que
establecer posibilidades de desarrollar los niveles de una mejor convivencia
humana sobre el trasfondo de las riquezas comprendidas en las vivencias
comunitarias.
Por estas razones, la esencia del proyecto tenía un sustrato profundo de
cercanía con los objetivos, las intenciones y las implicaciones de las
instancias, nacionales e internacionales, que se hayan intrínsecamente ligadas
a las ideas de la paz y de la solidaridad humana, cuya realización integral es
un deber moral de cada persona y una exigencia política de cada instancia, nacional
y mundial. El esfuerzo de mejorar el mundo supone un fundamento comunitario de
apoyo, de solidaridad, de respeto mutuo y de servicio a la vocación humana de
cada uno de los habitantes del planeta. De hecho, una sólida convivencia humana es la condición indispensable
para alcanzar la paz y el desarrollo verdaderos.
Una comprensión integral de la realidad
concreta de los entes humanos debe llegar hasta las raíces más profundas: los
valores, las aspiraciones, los sentimientos y las visiones del mundo que
sostienen la identidad, personal y comunitaria, de cada cual. Por eso, la
resolución de los problemas humanos concretos requiere una real convivencia y
una profunda comprensión de los derechos fundamentales de los entes humanos.
La búsqueda de soluciones debe llegar hasta el
trasfondo donde se debaten los valores, las aspiraciones, las cosmovisiones y
los sentimientos propios de la identidad y solidaridad humanas. Pero, muchas de
las respuestas nacionales e internacionales, estatales y privadas, ante los
problemas actuales se convierten en un pobre conjunto de unos simples remedios
paliativos, que solo eliminan los efectos más evidentes del desequilibrio
constatado; pero no logran enfrentar sus causas reales.
En el mundo actual, los aspectos medulares de
la existencia plenamente humana son desvalorizados. Por eso, el drama de la
incomprensión y de la incomunicación humana es grave. De hecho, al no respetar
el verdadero sentido de la vida personal y comunitaria, al no afrontar las
exigencias de una auténtica convivencia, los remedios paliativos de muchas
políticas asistenciales vigentes son insuficientes.
La dramática situación del mundo actual denota
una severa carencia de entendimiento y de colaboración solidaria entre países,
comunidades y entes humanos, en la que esta propuesta trata de ser una de las
ayudas necesarias. De hecho, la urgencia de respuestas compartidas ante este
profundo desafío, moral y cultural, justifica la existencia de diversas instancias
que resuelvan en parte el problema psicológico y cultural del mundo actual:
tenemos aprender a ver los otros entes humanos como personas con las que
convivimos, no como cosas que usamos.
El desafío humano más profundo de esta
propuesta está en la posibilidad de una convivencia integral cuya meta es colaborar
más allá de los intereses creados. Por eso, la búsqueda de soluciones al
profundo drama actual debe centrar su acción en una auténtica interrelación,
comprensión y cooperación entre los entes humanos. Se requiere una acción
solidaria con los otros entes humanos y con el medio ambiente. En efecto, ni
los entes humanos, ni la naturaleza son cosas utilizables en función de unas necesidades
contables, sino realidades vitales con las que se convive. Por eso, solo el
aporte fraterno de todos, personas e instituciones, permite la superación de
las deficiencias detectadas en la convivencia humana actual.
Como las instancias societarias del mundo
actual generan la precipitación, las tensiones y el aislamiento existencial,
característicos de sus concentraciones urbanas y suscitan el deterioro de
muchas instituciones y valores humanos más sopesados y solidarios con el
sustrato comunitario, hay que centrar sus preocupaciones por las condiciones y
el papel predominante de la vida comunitaria en los núcleos más naturales de su
gestación: la familia, las comunidades habitacionales y laborales, las
comunidades religiosas y culturales, en donde los entes humanos no sólo
comparten tareas por cumplir, sino que encuentran o debieran encontrar apoyos
existenciales que sostengan los ideales y valores que orienten su realidad
personal y comunitaria.
Pero las modalidades comunicativas existentes
no facilitan el auténtico sentido de identidad y el sentimiento de lo propio en
las distintas vivencias personales, comunales, nacionales e internacionales. Por
eso hay que propiciar una convivencia humana más acorde con las necesidades
existenciales, racionales y afectivas, de la población humana. Esta debe
conjugar, de la manera más adecuada, la necesidad del mutuo encuentro entre los
entes humanos, con el peso espiritual de las diferencias, personales y
culturales.
En la solución de la problemática mundial, los progresos tecnológicos son
elementos esenciales. Pero, sus condiciones, físicas y sociales no pueden ser
una cosa utilizada en contra de la lógica interna de la acción y subsistencia
de todos los humanos. El problema concreto de una necesaria coexistencia a
escala de los derechos humanos más fundamentales es la cuestión existencial de
fondo del mundo actual. Su solución más profunda no estriba solo en la
existencia formal de recursos materiales como en el manejo de asuntos ligados a
la vivencia humana en función de las necesidades de una realidad integral en la
que se convive unos con otros.
Al desestimar el papel primordial de las realidades personales y
culturales que sobrepasan el enfoque operativo del sustrato productivo y
tecnológico, el intercambio político, económico y social del mundo actual ha terminado
así por desquiciar, marginar, desvalorizar y amenazar muchas de las potencialidades
más fundamentales de la humanidad. De hecho, las respuestas o soluciones,
estatales y privadas, nacionales e internacionales, a esta trágica situación
son con frecuencia unos simples remedios paliativos que no enfrentan las causas
reales que están en el trasfondo más profundo donde se debaten los valores, las
aspiraciones, las cosmovisiones y los sentimientos propios de la identidad y
solidaridad humanas.
Por eso, la dramática situación del mundo actual exige cambios radicales,
ya que la incomprensión entre los entes humanos no se resuelve simplemente con
exponerla, investigarla o estudiarla. Hay que actuar a fondo para corregir sus
efectos. De hecho, en ausencia de una convivencia y de una comunicación en sus
dimensiones más profundas, aunque desempeñen ciertas tareas sociales y obtengan
ciertos productos materiales, muchos pierden fácilmente sentido como auténticas
realidades humanas.
La falta de entendimiento y de colaboración entre los entes humanos para
resolver sus problemas de fondo genera un profundo deterioro moral y cultural.
En efecto, la verdadera comprensión social del significado de la coexistencia
entre los entes humanos necesita sobre todo de un ambiente social donde los
valores espirituales propicien mejores respuestas al profundo cuestionamiento
sobre el sentido de la existencia, con base en las experiencias vitales que la
impregnen de sentido.
Esto demanda una profunda interacción donde las diversas instancias,
personales y comunitarias, se perfilen como elementos significativos de una
búsqueda compartida de mejores horizontes sociales. Pero, ante los diversos
problemas de su realidad material concreta, el siglo XX se ha caracterizado por
el desarrollo vertiginoso de su capacidad operativa en el manejo de las más
diversas tecnologías destinadas a solventar problemáticas específicas de su
mundo financiero. Sin embargo, este desarrollo funcional y operativo ha
engendrado constantemente su propia contradicción interna al arrastrar en sus
venas una profunda deficiencia en los aspectos personales, sociales y
culturales de la convivencia que debe ser resuelta de manera decidida y
valiente. Pero la resolución del problema de esta conflictiva situación de
incomprensión humana exige un cambio de mentalidad sobre la interrelación
humana y el aporte de una comprensión más integral que funcional, más
existencial que racional, en la que el juego de conceptos no sea más que una
forma inicial de su promoción.
Por eso, al enfocar la problemática humana con una visión amplia, hay que
ofrecer un apoyo esencial en la búsqueda de un adecuado intercambio humano
sobre experiencias e ideales orientados hacia la globalidad de los
requerimientos de la plena realización de la auténtica condición humana en
todos los pueblos e individuos humanos. En efecto, la suposición básica de esta
demanda consiste en la aceptación honesta y responsable por parte de las personas
participantes de una búsqueda de lo plenamente humano a través de la
convivencia interpersonal y social.
Por estas razones, esta demanda tiene en su misma esencia un sustrato
profundo de cercanía con los objetivos e intenciones de la búsqueda mundial de un
desarrollo y de una paz integral, ya que esto es un deber moral de cada persona
y una exigencia política, nacional y mundial, que supone un fundamento
comunitario de apoyo, de solidaridad, de respeto mutuo y de servicio a la
vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta.
Desde esta perspectiva, con la imaginación, el aporte y la decisión de
todos se pueden enfrentar los desafíos, dilemas y conflictos internos del mundo
actual en su perspectiva humana más trascendental, para obtener una respuesta
plenaria, más allá de las limitaciones impuestas por la dinámica restrictiva de
los intereses creados.
Sin entrar en disquisiciones filosóficas academicistas, se podría señalar
que la dialéctica existencial de los entes humanos implica necesariamente que
las respuestas particulares de cada individuo o grupo humano juegan siempre un
papel fundamental en la búsqueda del significado de lo verdaderamente humano y
se convierten en elementos complementarios o contrapuestos del debate
sustancial sobre el sentido de su necesaria coexistencia social.
Su auténtica comprensión demanda una profunda reflexión, diálogo e
intercambio humanos que permitan la captación sólida y reposada de una dinámica
interna en la que las respuestas existenciales efectivas de las diversas
instancias humanas se perfilan como elementos centrales del conflicto
espiritual permanente de la realización humana en la que se genera, de las más
diversas maneras, un estado dinámico de tensión entre polos contrapuestos,
necesarios e irreductibles.
En dicho sentido, con el fin de destacar las necesidades existenciales a
las que trata de responder esta propuesta, es conveniente establecer algunas
breves reflexiones sobre ciertos ejes particulares de esta problemática
existencial de los entes humanos.
La relación existencial de los entes humanos comporta un profundo debate
y una dialéctica complementaria entre las exigencias del deseo de ‘ser’ y las
demandas del ‘poder ser’, donde cada modo de ser implica siempre una relación
dialéctica con las posibilidades, asumidas o denegadas, en la que sus demandas
propias se implican y contraponen continuamente. Así, al partir del siglo XIX, el
desarrollo tecnológico goza de una captación energética, sustentada en la
influencia de la física y química como paradigmas mentales del mundo occidental.
Las fuerzas dominantes del intercambio humano moderno en los ámbitos
productivos, políticos y económicos han desquiciado así en muchos aspectos la
compresión global de las potencialidades humanas al encerrar sus planteamientos
dentro de los parámetros circunscritos de sus llamadas ‘determinaciones’,
‘constataciones’ y ‘predicciones’ científicas de un supuesto ‘desarrollo humano’,
con un descuido profundo del auténtico respeto y promoción de otras dimensiones
ajenas a sus supuestos básicos.
Esta dialéctica humana permanente entre el ser y el poder ser se
relaciona en forma precisa en el mundo actual con la contraposición dialéctica con
el conflicto entre el ‘ser’ y el ‘tener’ que modula su dinámica interna.
Ciertamente, la desnutrición, la falta de vivienda y muchas otras
manifestaciones de la miseria que padece gran parte de la humanidad, ponen en
evidencia que para ‘ser’ verdaderamente humano es necesario tener las
condiciones necesarias para serlo. Sin embargo, al reducir socialmente el ser a
un simple tener en manos de unos pocos se suele propiciar un profundo
desequilibrio en la verdadera comprensión del sentido de la existencia humana.
Así, la valoración existente de las posesiones, materiales o sociales, en
el mundo actual ha desarticulado la significación humana. En este sentido, hay
que propiciar las condiciones necesarias de un intercambio humano donde ni la
obsesión de poseer, ni las diferencias del tener, marquen limitaciones
significativas en la búsqueda de una comprensión profunda y compartida del
sentido auténtico de la condición de ‘entes humanos’ en todas las personas implicadas.
En efecto, el mundo actual ha adquirido un profundo potencial operativo
en el que las ciencias y técnicas afinan constantemente sus procedimientos e
instrumentos desde una perspectiva funcional donde los humanos desempeñan
tareas y obtienen productos de una manera tan dispareja que sus vivencias pierden
sentido como realidades propias, subjetivas, espirituales. Por ausencia de una
auténtica convivencia, de una real comunicación y comprensión en sus
dimensiones más profundamente humanas, el actual universo tecnológico
manifiesta, en forma dramática, el descuido injustificado de muchas necesidades
humanas elementales en gran parte de la población de todo el mundo, así como
una descoordinación interna y una incomprensión de la profunda realidad de la
vida personal y comunitaria de los entes humanos más allá de sus funciones
utilitarias.
Estas suposiciones de la tecnocracia actual han limitado las
posibilidades humanas a las modalidades de acción humana prevista. Por la
captación tendenciosa de lo ya hecho desde ese esquema conceptual específico,
el resto de las demandas humanas ha sido algo marginado y despreciado como si
fuese unas simples manifestaciones de un ‘primitivismo’ que debería ser
superado.
Por el contrario, nuestra propuesta pretende ofrecer una instancia de
diálogo e intercambio, abiertos y no prejuiciados, en todas las dimensiones de
búsqueda sincera de la plena realización humana. En efecto, en la concepción
dominante en los organismos gestores del desarrollo económico, político y aún
social imperante a nivel mundial, con frecuencia las religiones, las
filosofías, las prácticas y los rituales de muchos pueblos han sido
desvalorizados, amenazados o destruidos en nombre de una pretendida ‘cultura
superior’. Por tal motivo, para compensar este desequilibrio, hay que busca
puntos de encuentro e interrelación humana que permitan entablar un diálogo
entre las posibilidades y limitaciones de las cosmovisiones dominantes y la
gran riqueza de las perspectivas humanas diferentes fundadas en los valores
menospreciados o arbitrariamente marginados por el sistema establecido.
Hace ya bastantes años, una de las figuras espirituales del mundo
occidental, el Papa Pablo VI, correlacionaba ( Populorum Progressio) la paz con el desarrollo al sostener que “la
paz no se reduce a una ausencia de guerra, fruto del equilibrio siempre
precario de las fuerzas. La paz se construye día a día, en la instauración de
un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los
hombres”. De hecho, tanto la paz como el desarrollo implican necesariamente el
establecimiento previo y constante de una auténtica comprensión y convivencia
humanas entre los entes humanos más diversos.
En las condiciones actuales, se puede reinterpretar este planteamiento
humanista sosteniendo que la convivencia humana es la condición indispensable
para alcanzar una auténtica paz y un verdadero desarrollo. De hecho, la paz
como el desarrollo implica necesariamente el establecimiento previo y constante
de una auténtica comprensión y convivencia humanas entre los entes humanos más
diversos, ya que estas son la condición indispensable para alcanzar una
auténtica paz y un verdadero desarrollo.
La experiencia histórica nos muestra que la condición humana se
caracteriza por presentar una realidad multivalente que no acepta respuestas
simplistas, aunque éstas vengan encubiertas con impresionantes revestimientos teóricos
o tecnológicos. Ciertamente, los progresos políticos y tecnológicos modernos
son un elemento esencial en la resolución de la problemática mundial. Pero, el
problema de fondo del mundo actual es, en muchos aspectos, más vivencial que
técnico, más espiritual que material. La problemática central del problema estriba
sobre todo en asuntos ligados a su orientación y no tanto en la posible
existencia de recursos a nivel mundial, y muchas veces regional, capaces de poder
resolver los problemas concretos de una verdadera existencia a escala de los
derechos fundamentales de los entes humanos.
Por efecto de los intereses económicos implicados, el desarrollo
tecnológico actual ha desestimado el papel primordial de las dimensiones
personales y culturales que sobrepasan su enfoque causal y operativo, las que
sin embargo sostienen la apertura de la realidad humana hacia los valores más
espirituales que puedan dar respuesta al cuestionamiento profundo sobre el
sentido de la propia existencia.
De esta manera, el mundo actual se ha convertido en una enorme sociedad
que, so pretexto de desarrollarse, encierra a su comunidad humana dentro de
jaulas funcionales quizás tecnológicamente bien construidas, pero sobrecargadas
de injusticia y desinterés por las necesidades, los sentimientos y aspiraciones
de los entes humanos ajenos a sus intereses políticos o económicos. En su
sentido más plenario, el enfoque que ha asumido la tecnología moderna puede
permitir por sí mismo quizás la colaboración operativa, pero no necesariamente
la comprensión humana, ya que las riquezas de la convivencia sobrepasan sus
limitadas interrelaciones. Por tal motivo, los entes humanos se suelen entender
en el ámbito tecnológico en términos de resolver asuntos específicos; pero no suelen
comprender necesariamente el trasfondo más integralmente humano.
La tecnología no es más que un medio cuyas dimensiones humanas dependen
de los valores y experiencias vitales que la impregnen de sentido. En consecuencia,
hay que defender la necesidad de favorecer los encuentros comunitarios,
nacionales, regionales y mundiales de todas aquellas personas y dirigentes
sociales, políticos y culturales que busquen sinceramente solventar los errores
y las deficiencias de convivencia humana que ha generado el mundo actual. Hay
que poner un énfasis especial en recoger la experiencia y el aporte de todos
los esfuerzos de voluntariado donde se generan convivencias, servicios e
intercambios humanos sin fines de lucro.
La defensa de la convivencia humana debe centrarse
en la promoción de una auténtica comprensión, interrelación y cooperación entre
los entes humanos, con la intención de colaborar en la búsqueda de soluciones al
profundo drama del mundo actual. Sus tareas centrales responden a la necesidad
de encontrar respuestas compartidas ante el serio desafío de un mundo, con
extraordinarios progresos técnicos, que mantiene sin embargo un delicado y
tonto nivel de incomprensión, de desorientación, de violencia, de explotación,
de marginación y de injusticia.
Al buscar a todos aquellos que luchan por consolidar una auténtica
interrelación, comprensión y cooperación entre los entes humanos, esta
propuesta trata de propiciar la necesidad de establecer unas instancias
vivenciales que colaboren en la búsqueda de soluciones profundas. En efecto,
los progresos comunicativos, científicos y organizativos han facilitado un
enfoque funcional de los problemas humanos. Pero, para ofrecer mejores
perspectivas a la plena realización de lo humano, se requiere un trasfondo
valorativo y vivencial más sólido. Al tratar de solventar ciertas carencias
subjetivas de los entes humanos implicados, los mecanismos rituales de muchos
condicionamientos tecnológicos tienen defectos severos sobre la convivencia
humana. Por tal motivo, hay que poner la ciencia y la organización social actual
al servicio de la interrelación cultural, psicológica y espiritual de los entes
humanos con el fin de superar al menos en parte los defectos engendrados por el
uso muchas veces deshumanizado que ha tomado la tecnología de estos tiempos.
Ante la dramática situación social, política y económica que padecen los
habitantes de gran parte del planeta, algunos dirigentes políticos, religiosos
y culturales, así como muchas personas con responsabilidad social insisten en
solucionar las manifestaciones más trágicas de estas contradicciones humanas en
un universo que posee las posibilidades técnicas para solucionar esos
desequilibrios estructurales. Pero, al tratar de superar el problema social
ligado al manejo deshumanizado del poder y del sistema productivo, a la
inadecuada distribución de los beneficios y al uso también inadecuado de medios
técnicos e institucionales donde la violación o ausencia de respeto a los
derechos humanos, el uso de la violencia y la injusticia social es lo usual.
Por eso, el problema irresoluto de la miseria, de la desnutrición, de las
condiciones insalubres de existencia, del analfabetismo y de muchas otras
manifestaciones de la incomprensión humana se desarrollan como un cáncer
planetario, las soluciones nacionales e internacionales, estatales y privadas,
suelen convertirse en un conjunto de remedios paliativos, pretendidamente
fundamentados en un simple llamado a la solidaridad humana. Pero la mayoría de
las soluciones propuestas solo logra eliminar algunos pocos de los efectos más
evidentes, sin enfrentar las causas reales del desequilibrio constatado.
La valoración del tener ha perdido en el mundo actual gran parte el
sentimiento de respeto por todos aquellos valores humanos que no se expresan en
posesiones materiales. Pero, estos valores sustanciales tan fácilmente
ignorados son la condición elemental para una adecuada convivencia humana. Por
eso, el necesario debate está en un trasfondo más profundo donde se debaten los
valores, las aspiraciones, las cosmovisiones y los sentimientos propios de la
identidad y solidaridad humanas.
De hecho, la ambición de poder que se esconde detrás del predominio de
una pretendida eficiencia en la producción y la búsqueda de ganancias en el
mercado suele condicionar negativamente muchas realizaciones humanas. Pero en
la existencia personal y comunitaria, los ‘hechos’ se enfrentan siempre con los
‘ideales’, las aspiraciones, las ambiciones y los deseos que se proyectan hacia
el futuro en búsqueda de la propia afirmación como entes humanos. De esta
manera, una determinada manera de entender el poder ser y el tener humanos, que
se ha impuesto por sus ventajas pragmáticas a corto plazo, ha propiciado un
desequilibrio que debe ser compensado por medio de mecanismos y recursos
institucionales que favorezcan la convivencia humana desde una perspectiva
diferente, donde puedan expresarse las dimensiones humanas marginadas por los elementos
dominantes del sistema establecido.
En este sentido, hay que propiciar condiciones de intercambio humano
donde las personas participantes puedan comprender, expresar y apoyar los
ideales y aspiraciones más profundos de la conciencia humana, ligados a su
búsqueda personal y social de realización plenaria de lo humano.
Más allá de ciertas manipulaciones políticas o económicas a que puede
prestarse, el concepto de ‘desarrollo sostenible’ inspirado de las
preocupaciones ecologistas tiene que enseñarnos mucho sobre las nuevas
orientaciones que se debe impulsar. Los planteamientos ecológicos nos recuerdan
que la naturaleza no es una cosa que se utiliza, sino una realidad con la que
se convive mientras la visión tradicional de la vivencia de los entes humanos en
la naturaleza se fundaba principalmente en una captación falseada como un
conjunto de potencialidades que el hombre podía programar en función de sus
necesidades, desconociendo la lógica interna de la acción y la subsistencia
implicadas en el ambiente.
Pero el planteamiento ecologista es así un destello que abre las puertas
a una búsqueda más integral de la convivencia humana no sólo con la naturaleza,
sino también y sobre todo con los otros entes humanos. En la situación actual,
los pensamientos, los sentimientos, las aspiraciones y las producciones humanas
que no logran valorarse en el ‘mercado’ económico, político y comunicativo, son
artificiosa o maliciosamente desvalorizadas. De esta manera, los problemas y
potencialidades humanas se circunscriben y convierten en simples asuntos
estereotipados que se producen y distribuyen en el mercado espectacular de los
objetos, de las noticias y programas comunicativos, y no en los ‘desafíos’ que
se debe enfrentar para obtener las mejores soluciones desde una búsqueda
plenaria de lo humano.
Nuestra propuesta pretende favorecer un ambiente de diálogo abierto donde
las manifestaciones humanas desvalorizadas por las demandas del mercado puedan
tener alguna posibilidad de ofrecer sus aportes y riquezas espirituales y
culturales, más allá de las limitaciones impuestas por la dinámica restrictiva
del mercado. Desde esta perspectiva, se pueden enfrentar muchos dilemas y
conflictos internos del mundo actual desde una perspectiva humana más
trascendental, donde las demandas de convivencia se conviertan en el eje
central de la necesaria superación de las deficiencias detectadas en el
vertiginoso movimiento de la interrelación humana actual.
Por tal motivo, es quizás conveniente señalar algunas posibles tareas de
la promoción de una mejor convivencia humana con suficiente sentido de
realidad. De hecho, la estructura comunicativa existente carece de modalidades
y mecanismos adecuados a la profunda necesidad humana de encontrar los aspectos
que definan una adecuada conjugación entre el encuentro y la diferenciación de
los entes humanos.
Por eso, al indagar sobre su realidad personal, los entes humanos se
encuentran con frecuencia desvalidos ya que toda la pléyade de datos y reportes
colectivos no responden adecuadamente, en su mundo más íntimo y afectivo, a sus
necesidades existenciales más profundas. Así vemos, por ejemplo, que a pesar de
tener suficientes recursos materiales y posibilidades comunicativas, por falta
de una orientación adecuada, muchos jóvenes de países económicamente
privilegiados no recurren a ellos para desarrollar creativamente ni sus
potencialidades personales, ni mucho menos las de las personas maltratadas por
el sistema. Con frecuencia, se refugian desesperadamente en bandas de conductas
antisociales y expresan sus sentimientos de identidad de maneras alocadas e
irreflexivas. Por razones idénticas, el mundo actual está padeciendo el flagelo
del narcotráfico y la drogadicción.
Por tal motivo, aún en muchos casos de la más generosa dedicación a los
problemas humanos, su problemática suele ser enfocada desde una perspectiva en
la que el manejo operativo, funcional o instrumental de la realidad material y
social de la problemática humana choca con la carencia de una vivencia más
integral, personal y comunitaria, más íntima y profunda de las dimensiones
espirituales de lo humano.
Desde esta perspectiva, la asistencia social manejada por la mayoría de
las instituciones quizás entienda el problema particular de los entes humanos
más desvalidos; pero no los resuelve en el pleno sentido de la palabra, es
decir, en las profundidades de su realidad personal y comunitaria.
Ante esta dramática situación, hay que abrir caminos a la esperanza. Más
allá de exponer, de investigar o estudiar la incomprensión humana, el problema
de convivencia exige un cambio de mentalidad y una comprensión integral. El
entendimiento entre los entes humanos requiere respuestas al cuestionamiento
profundo sobre el sentido de la propia existencia. Por eso, hay que favorecer medios
de encuentro comunitario, nacional, regional y mundial a personas y dirigentes
sociales, políticos o culturales que buscan solventar las deficiencias de
convivencia humana del mundo actual.
De hecho, la auténtica comprensión humana demanda una profunda
interacción donde las diversas instancias y respuestas se perfilen como
elementos significativos. Por eso, hay que un diálogo abierto entre la gran
riqueza de perspectivas y cosmovisiones humanas, donde cada respuesta sincera
juegue siempre un papel fundamental. Hay que propiciar un intercambio humano
que permita expresar y apoyar las aspiraciones profundas, sin que las obsesiones
del mundo actual marquen limitaciones significativas en la comprensión profunda
y compartida del sentido auténtico de la condición de ‘entes humanos’.
Las preocupaciones ambientalistas nos recuerdan que la naturaleza no es
sólo una cosa que se utiliza en función de necesidades, sino una realidad con
la que se convive. Pero, la verdadera convivencia humana no es sólo con la
naturaleza, sino también y sobre todo con los otros entes humanos, cuyos
problemas y potencialidades son desafíos que se deben enfrentar para obtener una
respuesta plenaria.
Desde esta perspectiva, con el aporte y decisión de todos se pueden
enfrentar muchos dilemas y conflictos internos del mundo actual en su
perspectiva humana más trascendental, donde las demandas de convivencia se
convierten en el eje central de la necesaria superación de las deficiencias detectadas
en el vertiginoso movimiento de la interrelación humana actual.
Para favorecer condiciones de interrelación entre los pueblos e individuos
que permitan desarrollar una auténtica convivencia humana, la convivencia humana
propuesta debe contribuir en la solución de los problemas personales y sociales
al promover un mundo más íntimo y afectivo acorde con las profundas necesidades
existenciales. Para eso, hay que enfrentar con suficiente sentido de realidad
la estructura comunicativa existente, cuyas modalidades y mecanismos no son
adecuados a la profunda necesidad humana de encontrar una adecuada conjugación
entre el encuentro y la diferenciación de los entes humanos, que permita
definir el sentido de identidad y el sentimiento de lo propio en las distintas
vivencias personales, regionales, grupales, nacionales e internacionales.
Tanto la paz como el desarrollo requeridos implican necesariamente el establecimiento
previo y constante de una auténtica comprensión y convivencia humanas entre los
entes humanos más diversos, ya que estas son la condición indispensable para alcanzar
una auténtica paz y un verdadero desarrollo. Por estas razones, la realización
de la paz y del desarrollo integral es un deber moral de cada persona y una
exigencia política, nacional y mundial, que supone la necesidad de un
fundamento comunitario de apoyo, de solidaridad, de respeto mutuo y de servicio
a la vocación humana de cada uno de los habitantes del planeta.
Al enfocar la problemática humana con una visión amplia, esta propuesta
trata de ofrecer un apoyo esencial en la búsqueda de un adecuado intercambio
humano sobre experiencias e ideales orientados hacia la globalidad de los
requerimientos de la plena realización de la auténtica condición humana en
todos los pueblos, sin distingos de raza, lengua, religión, sexo, edad,
condición económica o trasfondo cultural.
4.
OBJETIVOS DE LA PROPUESTA
En efecto, la única suposición básica que requiere la creación de
instancias de convivencia humana consiste en la aceptación honesta y
responsable por parte de los participantes de una búsqueda de lo plenamente
humano a través de una auténtica relación interpersonal y social. Desde esta
perspectiva se precisan sus objetivos fundamentales de este proyecto:
1. Propiciar
una mejor convivencia humana en todos los niveles y dimensiones del mundo actual.
2. Favorecer
una mayor humanización en el uso de las tecnologías, de los mecanismos
comunicativos y organizativos del aparato estatal e institucional, de la
industria, del comercio y de todas las interrelaciones sociales, culturales y
educativas de los entes humanos.
3. Motivar a
todos los entes humanos sobre la necesidad de mejorar la convivencia como
prerrequisito y medio fundamental del adecuado desarrollo humano.
4. Facilitar
el diálogo profundo dentro de las más diversas comunidades e instancias
sociales sobre las ventajas y perspectivas ligadas a un adecuado manejo de la
convivencia humana.
5.
Promocionar el estudio y la reflexión sincera sobre las condiciones y
modalidades de una conducta, personal y social, más favorables para una mejor
convivencia humana.
6. Defender
los derechos a la plena realización de todos los entes humanos en una
convivencia respetuosa de las virtualidades propias y de las diferencias
particulares de cada uno.
7. Buscar el
enriquecimiento del adecuado conocimiento y de la comprensión de las
condiciones favorables al mejor desarrollo de la convivencia humana.
8. Crear
condiciones de intercambios entre las diversas personas y movimientos
orientados a promover la convivencia entre los entes humanos.
9.
Desarrollar la producción de técnicas de grupo que favorezcan la creación de
mejores niveles de convivencia entre los participantes de ambientes y culturas
diferentes.
10. Divulgar
información por los medios pertinentes sobre experiencias exitosas de
convivencia humana, obtenidas o constatadas, con el fin de motivar y apoyar
todos los esfuerzos orientados hacia su promoción.
11. Buscar
los apoyos societarios necesarios para crear encuentros que faciliten la
convivencia entre personas de ámbitos sociales y culturales diferentes.
12. Propiciar
la convocatoria de dirigentes políticos, culturales, sociales y económicos con
poder de mando en sus naciones, en instituciones regionales o internacionales,
con el propósito de que de su encuentro salgan resoluciones y un apoyo sustentables
para mejorar la convivencia humana a nivel nacional, regional y mundial.
5.
PAUTAS ORGANIZATIVAS
Con el fin de producir los documentos de base, hay que establecer los
procedimientos organizativos con el fin de gestar los contactos, nacionales e
internacionales, necesarios para constituir realmente instancias de convivencia
humana. En cada caso, se debe crear el respectivo comando organizativo. No
obstante, las personas e instituciones que participen efectivamente en dicho
comando deben ser reconocidas públicamente con el fin de ofrecer una estructura
organizativa con las instancias necesarias
Al constituir entidades con alcances mundiales o con presencia particular
en sus diversos niveles, debe haber una instancia responsable de definir las políticas
generales de la institución como una organización ligada a favorecer la mejor
convivencia humana.
Con el objetivo de alcanzar la mejor integración de diversas instancias
regionales, nacionales y locales, una institución más global debe propiciar los
mejores mecanismos de coordinación general en los niveles logrados en su
crecimiento. Con este fin debe haber las oficinas y los comandos organizativos
requeridos.
Las asambleas de cada país serán las responsables de definir las
políticas de aceptar la integración de filiales y de establecer las normas de
la inclusión de nuevos miembros.
5.
POR UN NUEVO CAMINO
De acuerdo con el espíritu de los tiempos, la consolidación de este
proyecto requiere del aporte solidario de todas las personas e instituciones de
bien social en el mundo entero. En efecto, sólo la dedicación generosa, el
talento creativo, el aporte contributivo, la buena voluntad y el espíritu de
solidaridad humana de todos darán vigencia y significado humano a este
importante desafío.
Creo que el Internet puede crear un gran apoyo
solidario en estas tareas. Por él estamos en contacto con mucha gente, aunque
solo encontremos frecuentemente lo que responde a nuestros prejuicios e
intereses creados. El resto lo solemos desechar como algo inútil o estúpido. Por
eso, lo fundamental es el cambio de mentalidad.
De otra manera, no nos damos cuenta que la
mayor estupidez humana es la falta de criterios adecuados para reconocer la
parte de verdad que tienen todos aquellos que parecen pensar de manera diferentes.
En estas condiciones, podemos empezar por
establecer lazos con nuestra comunidad para entablar lazos abiertos con su
población y favorecer la búsqueda de lugar de encuentro entre gente de diversos
niveles sociales, de diversas religiones, de diversas orientaciones políticas.
Cada país, cada cultura, cada estrato social,
cada formación intelectual, es realmente un aporte. Pero esto es como las
limitaciones de aquellos que piensan que las únicas flores bonitas son las
rosas.
En todo caso, hace falta buscar dos cosas. Por
una parte, está el trasfondo económico: cómo organizar y financiar los eventos.
Por otro lado, hay que propiciar los facilitadotes: los coordinadores de los
diálogos.